Rebelión popular contra las fuerzas de la ocupación

Haití está, nuevamente, sacudida por protestas masivas que recorren todo el país contra la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), tras un nuevo escándalo que involucra a los soldados de esa fuerza en la propagación de la ola de cólera que azota a la población.

La enfermedad ya provocó más de mil muertos y se estima que el número de fallecidos puede crecer por la posibilidad de que la epidemia se descontrole.

“En este caso, estamos manejando escenarios de 100.000 afectados”, señaló Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación (“el peor de los escenarios”, previsto por la ONUse refiere a 200.000 afectados en unos 30 días).

La ONG internacional Plan estima que unos 7,5 millones de haitianos de zonas rurales tienen alto riesgo de contraer la enfermedad. Los hospitales colapsaron rápidamente porque nunca fueron reconstruidos luego del terremoto del 12 de enero, que dejó más de 20 mil muertos.

Crónica de un fracaso

A medida que el número de fallecidos se fue elevando, la población salió a las calles para protestar. Formaron barricadas, quemaron vehículos y hubo tiroteos con cascos azules, a quienes responsabilizan por la importación de la ola de cólera. La ONU rechazó la acusación, pero no pudo disimular el fracaso de su intervención permanente. Por ese motivo, el pueblo haitiano exige el retiro inmediato de las tropas, que sólo han servido para reprimirlo y sostener la destrucción y el saqueo del país.

Las protestas dejaron dos muertos hasta el momento. Uno de ellos, un joven de 20 años, fue hallado delante de una base de la Misión de Estabilización de la ONU que está operada por soldados chilenos en Quartier-Morin, quienes reconocieron ser los responsables del disparo.

Muchos creen que la rebelión social en curso impida la realización de la elección presidencial el 28 de noviembre. El Estado de Haití es, prácticamente, inexistente y el país es gobernado por las fuerzas de la ONU.

Una historia de destrucción

En Haití, hay todavía más de un millón de habitantes que viven en ciudades montadas con carpas luego del terremoto. La epidemia de cólera -y un huracán al inicio del mes, que dejó 20 muertos- agravaron un cuadro social desesperante que trae muchos años de arrastre. “Aun antes del sismo, el 80% de la población vivía con menos de 2 dólares al día” (Clarín, 4/11).

Alrededor de 50 países y organizaciones se han comprometido a entregar 8.700 millones de dólares para la reconstrucción, pero menos del 15% prometido para este año ha llegado.

En realidad, existen denuncias de distintos negocios y hechos de corrupción protagonizados por organismos de crédito multilaterales en la reconstrucción de Haití. “El BID iba a financiar la construcción de viviendas para los haitianos damnificados por el terremoto en el barrio Croix des Bouquets por 3,5 millones de dólares, pero las viviendas se construirían en los terrenos de un particular, dueño a su vez de la empresa constructora de dichas viviendas. El BID alquilaría el terreno a esta persona por dos años, le construiría en su terreno las viviendas contratando, a su vez, a la empresa de construcción propiedad del dueño de la tierra, y después de esos dos años, el dueño podría rescindir el contrato de alquiler del terreno, con sólo tres días de anticipación, y quedarse con las viviendas, desalojando a los haitianos que allí vivan” (Aporrea.org).

La catástrofe social de Haití no deja de manifiesto el fracaso del pueblo haitiano, como muchas veces trata de dejar entrever la prensa internacional, sino que es la destrucción de un país, de una población entera, por parte del imperialismo que no perdona que Haití haya encabezado la primera rebelión de esclavos negros de América Latina y que jamás haya perdido su espíritu de lucha.

¡Fuera las tropas imperialistas de Haití!