Reforma de Medicare: un rescate de los grandes pulpos

Con el voto de un sector de los demócratas, el Congreso de EE.UU. aprobó las reformas al sistema de salud impulsadas por George W. Bush, que fueron diseñadas por los grandes laboratorios y las compañías de seguros.


“Los grandes ganadores son los laboratorios, las compañías de seguro médico y las mutuales”, escribió la corresponsal de Clarín (26/11). Más elocuente fue La Opinión de Los Angeles: “Las grandes corporaciones farmacéuticas gastaron millones de dólares en cabildear y desembolsar grandes sumas como donativos de campaña mientras el Congreso llegaba a un acuerdo histórico sobre el proyecto de ley Medicare de medicinas con receta”.


Los cambios abarcan al sistema de salud conocido como Medicare, que comprende a 40 millones de personas, y al Medicaid, que otorga cobertura médica a los indigentes. “La dupla Medicare/Medicaid ofrece cobertura médica a un total combinado de 70 millones de personas en EE.UU (ancianos, incapacitados e indigentes)”. Ambos sistemas – una especie de Pami- – son públicos, a cargo de la Administración de Financiamiento de la Atención de la Salud (HCFA), pero tienen carencias médicas y limitaciones.


“Se estima que el beneficiario promedio de Medicare gasta anualmente más de 3.000 dólares de su propio bolsillo para el cuidado de su salud. Las personas mayores de 65 años gastan en salud algo más de un 20% de su ingreso anual”, dice un informe del Equipo Interdisciplinario dirigido por el Dr. Pedro Politi. Dicho informe agrega que para cubrir las carencias y las restricciones en el uso médico (frecuencias de consultas a especialistas) “se alentó a los beneficiarios de Medicare a enrolarse en empresas de medicinas prepaga (HMO)”. “Esta iniciativa tercerizadora y gerenciadora fue muy problemática. Los gastos de bolsillo de los beneficiarios aumentaron. Diversas empresas de servicios médicos desarrollaron estrategias para atraer a los beneficiarios en mejor estado de salud o bien para ahuyentar a los más enfermos. Algunas recurrieron a limitaciones (a veces ilegales) en los servicios y beneficios”, agrega el informe.


Ahora, con la reforma Bush “por primera vez” los afiliados a Medicare podrán “obtener el reembolso parcial de sus medicamentos” a través de un contrato de 35 dólares mensuales con una aseguradora privada, a lo que se agrega el propio reembolso de Medicare. Por eso se estima que el gasto en salud podría aumentar en 10 años en 400.000 millones de dólares, agravando el ya considerable déficit fiscal norteamericano. Por esta razón, algunos diarios sostienen que la reforma implica una expansión considerable del Estado benefactor, y que eso le dará a Bush réditos electorales.


Pero la apuesta está en otro lado. El eje del plan es estimular la compra de los medicamentos financiando la demanda, en lugar de aprovechar el enorme poder de compra de Medicare para lograr un abaratamiento de los precios. Al financiar la compra individual, los precios se dispararán, aumentando las ganancias de los laboratorios. “La industria farmacéutica podría aumentar sus ventas en 10.000 millones anuales y 4.700 millones en ganancias adicionales, de acuerdo a un estudio de Merrill Lynch” (Financial Times, 26/11). “Teniendo en cuenta las cantidades en juego, hubiera sido posible hacer bajar los precios de los medicamentos; una ventaja para el público, pero no para las compañías”, planteó el corresponsal de Le Monde (26/11).


Este financiamiento se extiende a las empresas que hoy, por planes de pensión propios, cubren una parte del precio de los medicamentos de sus ex trabajadores. “La legislación provee 88.000 millones de dólares en subsidios a los empleadores para que continúen con sus actuales planes de cobertura de medicamentos” (Financial Times, 21/11). La medida beneficia a los grandes pulpos, como General Electric, General Motors, que tienen sus planes de pensión “en rojo”.


Con la reforma, que entrará plenamente en vigencia en 2006, “un beneficiario sería responsable por los primeros 250 dólares en gastos anuales de medicinas. De los 2.000 dólares, Medicare cubriría el 75% y el beneficiario el 25%. Luego el beneficiario sería responsable por el pago completo hasta los siguientes 2.850 dólares. Así el beneficiario pagaría 3.600 de los primeros 5.100 dólares en medicinas, y eso no incluiría las primas (del seguro), estimadas en 420 dólares anuales” (Miami Herald, 30/11). “También podría enrolarse en un plan privado que cubra las visitas al doctor y el cuidado hospitalario” (La Opinión, Los Angeles, 30/11).


Para forzar a contratar este seguro, la reforma “elimina la medida que permite que el Medicaid (seguro médico de los pobres) asuma el costo de los servicios no cubiertos por el Medicare” (La Opinión, Los Angeles, 21/11). Esto sería así porque los ancianos pobres “deberán pasar una prueba sobre los ‘bienes’ que poseen. Es decir que incluso si ese anciano posee un auto usado valorado en unos cuantos miles de dólares, el valor de ese auto se usa para determinar el nivel de asistencia que ese anciano recibirá e incluso podría impedir que recibiera la asistencia para pagar por primas y deducibles” (ídem).


“Esta medida toma miles de millones de dólares que deberían usarse para ayudar a los ancianos a pagar por las medicinas y se los regala a las compañías farmacéuticas y a los HMO” (La Opinión , Los Angeles, 30/11).


La consecuencia de esta reforma es clara: incrementará los precios de los medicamentos y de la medicina en general, forzará a millones a contratar seguros médicos privados y se inscribe en la política de Bush de utilizar el gasto público para incrementar las ganancias de los grandes pulpos farmacéuticos, erosionados por la crisis financiera.