Revolución en Birmania

China y la dictadura militar

La dictadura militar que gobierna Myanmar — ex Birmania — parece dispuesta a repetir la masacre de 1988, cuando una rebelión popular fue aplastada con el asesinato de 3 mil personas.


“La crisis en Myanmar empezó con una pequeña manifestación de trabajadores contra la subida del precio de los carburantes. Varios monjes (budistas) respaldaron la protesta, los apalearon a todos y ahí se armó” (El País, Madrid, 26/9).


Ahora, a las manifestaciones de monjes se han añadido las de miles de civiles, en su mayoría trabajadores y estudiantes, que exigen lisa y llanamente la caída de la dictadura. Hasta ahora hay por lo menos una decena de muertos y un centenar de heridos. Además, “el régimen mantiene un millar de presos políticos, soluciona los problemas de las levas con el alistamiento en las fuerzas armadas de hasta 70 mil adolescentes menores de 18 años, y su guerra contrainsurgente ha generado un millón de refugiados y arrasado 3 mil aldeas en los últimos diez años”.


Por lo demás, el descubrimiento reciente en el subsuelo birmano de enormes reservas energéticas ha transformado a esa pequeña nación — tiene 680 mil kilómetros cuadrados y 47 millones de habitantes — en zona de guerra entre potencias imperialistas: Myanmar posee 3.200 millones de barriles de crudo bajo su suelo (también en su plataforma marítima) y está décima en la lista de los mayores poseedores de reservas de gas en el mundo.


Sin embargo, Birmania debe importar hidrocarburos porque “la junta militar apenas ha invertido en la producción de combustibles y en la distribución de gas y energía. A la falta de inversión hay que añadir la mala gestión y la corrupción” (El País, 26/9).


Entre el régimen indio y la burocracia china


La dictadura birmana está sostenida básicamente por los gobiernos de Tailandia, India, Japón, Rusia — desde los tiempos de la Unión Soviética — y, sobre todo, por la burocracia restauradora china.


Myanmar se ha transformado en un Estado tapón entre grandes economías en expansión.


¿De dónde saca su fuerza una dictadura jaqueada por los cuatro costados?


“Según se agrava la crisis en Myanmar, la mirada de la comunidad internacional se dirige hacia China, el aliado más firme de la junta militar birmana. En su condición de socio comercial privilegiado y de gran proveedor de armas a Yangon (la capital histórica del país), Pekín se ha convertido en la clave de cualquier esfuerzo por tratar de contener a la dictadura de los militares” (El País, 29/9).


El gigante petrolero Petrochina ha firmado con la dictadura un acuerdo para construir un oleoducto que facilitaría el transporte de crudo a territorio chino, mientras la tailandesa PTT comenzó en mayo la construcción de una presa hidroeléctrica en el río Salween, con una inversión de 4.200 millones de euros. También hacen allí sus negocios la francesa Total y la coreana Daewoo.


También respalda a la dictadura el régimen ruso, que ha calificado a la carnicería birmana de “asunto interno” de ese país.


Con esos respaldos, la dictadura indica a las claras que se opondrá a cualquier recambio, y emplea con ese propósito la fuerza militar. De ahí que la líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND), Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y dirigente de la oposición, haya sido trasladada a una prisión de máxima seguridad después de cinco años de arresto domiciliario.