Rusia, bajo una nueva ola de protestas

La oposición liberal se empeña en evitar que se cuele en las protestas la agenda de reivindicaciones sociales.

Por cuarto fin de semana consecutivo, vienen teniendo lugar protestas en Moscú. El último fin de semana alcanzaron su pico: 50.000 personas salieron a la calle para pedir «elecciones libres», en la mayor movilización en Rusia tras la emergencia de este movimiento contra la exclusión de candidatos independientes en las elecciones municipales previstas para septiembre próximo.


La manifestación había sido autorizada pero no evitó que decenas de personas fueran detenidas sobre el final de la marcha, cuando se dirigieron hacia la sede de la presidencia. Las protestas que precedieron a la última tuvieron que desafiar la prohibición gubernamental, acumulándose miles de detenciones. 


El movimiento tiene una base popular, especialmente entre la juventud. Grupos musicales y artistas renombrados han contribuido a extender la corriente de adhesión que anida en especial en la nueva generación. Pero ese carácter no puede hacer perder de vista que el liderazgo político viene siendo ejercido por una oposición liberal. 


Dicho sector actúa de portavoz de franjas de la oligarquía rusa y la clase media-alta que ayudaron a llevar a cabo y se beneficiaron de la restauración del capitalismo en la antigua Unión Soviética, pero sienten que Putin y las camarillas que lo rodean viene siendo un obstáculo creciente a sus apetitos y aspiraciones.


La oposición liberal


Esto habla de las contradicciones que se registran en el proceso político y económico del ex espacio soviético. La restauración ha llevado a Rusia hacia atrás, destruyendo parte de sus fuerzas productivas y provocando un desmantelamiento de su infraestructura técnica e industrial. Hoy es una nación rentista que vive básicamente de sus exportaciones de gas y petróleo. Los grandes oligarcas presionan a Putin -y, si hiciera falta, pasar por encima de él- para desarrollar una base más amplia de desenvolvimiento capitalista, que no dependa sólo de los precios del petróleo. Y busca para ello el rescate y el auxilio del capital internacional, recursos que no están en condiciones de ofrecer el deteriorado sistema bancario y el Estado ruso. Pero eso plantea, a su turno, un mayor dominio del capital internacional sobre Rusia. 


Las sanciones económicas que el imperialismo ha venido aplicando al régimen ruso se han hecho sentir en su frágil economía y han acentuado los reclamos en las filas de la los grandes potentados rusos en favor de una distensión con el imperialismo y una aproximación mayor con Occidente y en especial con Estados Unidos. Rusia crece al 1,5/2% anual, cuando debería hacerlo al 6% para empezar a salir de la crisis. La hoja de ruta que alienta la oligarquía es lograr el levantamiento de las sanciones económicas, la reducción del gasto militar y de las operaciones militares en el exterior, una política liberal y seguridad jurídica para atraer capital extranjero, ajuste fiscal y mayor flexibilización laboral.


Este movimiento tiene algunos puntos de contacto con la "revolución democrática" en Ucrania de 2014, el movimiento de protesta de la plaza Maidan, respaldado por el imperialismo que estaba dominado por sectores de la oligarquía en Ucrania, y culminó en el golpe de Estado encabezado por fuerzas fascistas contra el presidente prorruso, Viktor Yanukovich.


Al igual que sus pares ucranianos, la oposición liberal rusa no se ha privado de mantener vasos comunicantes con la ultraderecha vernácula. Alexei Navalny, quien ha sido aclamado por los medios burgueses occidentales como el principal "oponente de Putin" y el "demócrata" de Rusia, ha mantenido estrechos vínculos con las fuerzas fascistas rusas durante más de una década y no ha ocultado sus simpatías por el golpe ucraniano. 


Cuenta regresiva 


Las contradicciones crecientes del proceso político se hacen sentir hasta en los círculos más próximos a Putin. Alexei Kudrin, uno de sus aliados históricos, ha intensificado su campaña para un acercamiento con las potencias imperialistas. El ahora jefe de la Cámara de Auditoría, que funciona como custodio del Presupuesto, ha sido una figura clave en la política rusa durante décadas. Kudrin es visto como un posible vínculo con la oposición liberal pro-estadounidense y es popular en los círculos financieros internacionales.


Aunque no aparecen en primer plano, las protestas tienen como base de sustento un creciente malestar e insatisfacción social que ha ido de la mano de una pérdida de popularidad y confianza en Putin, quien viene de cumplir dos décadas en el poder. 


El lugar especial de Putin en las últimas décadas de Rusia es el de haber liderado la operación política de los Servicios de Seguridad para evitar la desintegración nacional del país, como se perfilaba en los primeros años de la restauración capitalista. Su prestigio está asociado a su papel de árbitro de las luchas sangrientas entre mafias y oligarquías por el acaparamiento de la propiedad estatal de la época soviética. El bonapartismo putiniano emergió como un régimen de emergencia para salvar la restauración capitalista y ese atributo terminó siendo la base para su consolidación posterior. 


En el plano internacional, la función del nuevo régimen se manifestó en Ucrania con la ocupación relámpago en Crimea, y luego en Siria, presentándose como el defensor de la "madre patria" y de los intereses nacionales rusos frente a la voracidad y amenaza imperialista. 


Pero el tiempo no ha pasado en vano. El respaldo plebiscitario que recibió, apenas un año y medio atrás, en las últimas elecciones, viene siendo erosionado por el creciente deterioro social. El gobierno ha agregado sal a la herida con la sanción de una reforma jubilatoria que ha contado con el rechazo del 90% de la población. La imposición de la ley de pensiones, elevará la edad de jubilación de los rusos en cinco años. 


Putin ha apelado para salir del impasse y congraciarse con la elite dirigente, al expediente que vienen aplicando los gobiernos capitalistas del planeta. “Antes, muchos rusos le percibían como alguien cercano a la ciudadanía y sus problemas, pero ahora Putin ha perdido ese punto” (declaraciones de Stanovaya, fundadora de R. Politik).


Perspectivas


La oposición liberal se viene empeñando en circunscribir el reclamo a la cuestión democrática, evitando que se cuele la agenda de reivindicaciones sociales. Las potencias occidentales no se han privado de condenar el "autoritarismo" de Puti, pero actúan en la mima dirección que sus aliados liberales en territorio ruso, apuntando a encapsular los alcances del movimiento. 


La mano dura de Moscú, más allá de golpear a la oposición liberal, es un tiro por elevación y una acción preventiva frente al peligro de un desborde de la movilización, en especial una deriva hacia una agenda donde emerjan los reclamos obreros y populares y, con ello, una irrupción de la clase obrera en el escenario político. Hoy la clase obrera está ausente como factor político independiente. La última semana, la agencia oficial de estadísticas Rosstat emitió nuevas cifras testificando un crecimiento en curso de la pobreza extrema en Rusia. Quienes viven con menos de 9.828 rublos al mes (aproximadamente150 dólares), una suerte de indigentes, ahora suman 21 millones, o 14,3 por ciento de la población, un crecimiento de 1,5 millones en 2018. Mientras tanto, el 10 por ciento de la población que percibe los ingresos más altos es dueño de 89 por ciento de riqueza doméstica, haciendo que Rusia sea uno de los países más desiguales en el mundo. A esto se une, ahora, los efectos regresivos de la reforma jubilatoria.


En el elenco gobernante, existe un creciente nerviosismo de que este malestar se traslade al campo político. Un aviso lo constituyeron las derrotas sufridas por el partido gobernante de Rusia, Rusia Unida, en las elecciones regionales en septiembre del año pasado. Rusia Unida tuvo menos del 50 por ciento de los votos emitidos en once de las dieciséis elecciones y, en algunos casos, se abrió paso a través del fraude. Importa destacar que los ganadores de los comicios no sólo provienen de la oposición liberal, sino de las filas de fuerzas que se reclaman de la izquierda. El Partido Comunista se alzó con el triunfo en varias repúblicas y viene levantando cabeza en coincidencia y en medio de las movilizaciones contra la reforma previsional. “El PC logró reunir a miles de pensionistas en Moscú para protestar contra una medida que recaba un 90% de rechazo entre toda la población” (La Información, 2/9/18).


En otras palabras, asistimos a un escenario político convulsivo, que ya está atravesado -y, seguramente, lo estará más en el futuro- por giros y realineamientos políticos. En este marco se abren oportunidades para la intervención de la clase obrera y, a caballo de ello, para la emergencia de una oposición política socialista y revolucionaria. El punto de partida en esta dirección es la defensa de la independencia política de los trabajadores respecto del régimen putiniano y de la oposición, adaptada y cómplice del régimen restauracionista.