Rusia: Capitalismo de ladrones ‘made in USA’

La prensa internacional no ahorra elogios para el gabinete que se instaló en Rusia hace cinco meses. Para Le Monde (10/8), “las reformas empiezan a dar frutos”. Otros señalan el ‘boom’ de la Bolsa de Moscú. Para el Financial Times (3/8), la última privatización de importancia, la del monopolio de las telecomunicaciones Svyazinvest, fue “la primera subasta relativamente libre de una de las joyas de la corona del Estado”. El inversor George Soros asegura que “hay un serio intento de progresar de un ‘capitalismo de ladrones’ a un capitalismo legítimo” (ídem, 30/7).


Fractura


El ascenso del nuevo gobierno Chubais-Nemtsov, sin embargo, marca la fractura del grupo de grandes banqueros que se habían apoderado de las principales empresas del país gracias a las privatizaciones de Yeltsin. Vladimir Potanin, del Oneximbank, abandonó su puesto de viceprimer ministro; Boris Berezovski, del grupo Logovaz, mantuvo su puesto en el Consejo de Seguridad.


Esta fractura se hizo evidente en las últimas grandes privatizaciones. Berezovki logró derrotar a Potanin en la privatización de la petrolera Sibneft. En las siguientes, sin embargo, Potanin, asociado con Soros, Deutsche Morgan Grenfell y la banca Morgan, se apoderó de Norilsk (el mayor productor mundial de níquel) y de Svyazinvest, el monopolio de telecomunicaciones ruso.


Potanin obtuvo los fondos para apoderarse de la telefónica, de las ganancias de las anteriores privatizaciones, de las que se hizo a precios de regalo, y del manejo de la aduana, que el gobierno le entregó a cambio de préstamos. En cuanto a Norilsk, Potanin –que ya administraba la empresa desde hace dos años– pagó 8,85 dólares por cada acción … que se cotiza a 15 en la Bolsa.


Como se ve, la propiedad se sigue obteniendo por medios mafiosos y por las ‘conexiones’ y el entrelazamiento entre los ‘nuevos capitalistas’ y el aparato del Estado.


La “guerra de los banqueros” (Le Monde, 9/8) entraña una fractura de la base social del régimen de Yeltsin. El propio Nemtsov “advirtió que esta lucha puede llevar a un realineamiento de las fuerzas políticas, con algunos de los grandes bancos cambiando su apoyo del presidente Yeltsin a ‘comunistas y fascistas’. Incluso sugirió que Chernomyrdin, el primer ministro, podría romper con sus dos viceprimeros ministros y hacer jugar su influencia detrás de este nuevo agrupamiento” (Financial Times, 3/8). En otras palabras, desde el propio gobierno se anuncia una severa crisis política, como consecuencia de la agudización de esta lucha por la apropiación de los grandes monopolios del Estado.


Penetración imperialista


En su lucha con los restantes banqueros, Potanin se asoció al gran capital financiero internacional, que juega un papel cada vez más predominante. Otra expresión manifiesta de la penetración imperialista es el ‘boom’ de la Bolsa de Moscú, cuya valorización en los últimos doce meses supera la de cualquier otra Bolsa del mundo. Se trata de un ‘boom’ puramente especulativo –”las grandes ganancias (en la Bolsa de Moscú) son un producto del dinero barato que está inflando los precios de las acciones desde Wall Street a Varsovia”– y “artificial”, porque “la producción continúa cayendo en muchas industrias; la escasez de capital de trabajo es rampante y las empresas no han sido reestructuradas” (Business Week, 24/3).


El ingreso de capitales externos ha servido para ‘estabilizar’ el rublo, pero la ‘pinchadura’ de la burbuja moscovita –”que puede ocurrir si las tasas de interés aumentan en los Estados Unidos o si los inversores abandonan los mercados emergentes” (ídem)– llevaría, inmediatamente, a un nuevo derrumbe del rublo.


Lo que mejor demuestra, sin embargo, el papel que está jugando el imperialismo, es el escándalo que se ha desatado con los ‘asesores’ de Harvard. Los dos principales encargados de la más importante misión de ‘asesoramiento’ enviada por el gobierno norteamericano a Rusia, acaban de ser despedidos después de comprobarse que habían utilizado sus “estrechas conexiones” con los más altos escalones del gobierno, en especial con Chubais, para su enriquecimiento personal. Mientras se llenaban los bolsillos, estos profesores de Harvard diseñaron el programa de privatizaciones –que les permitió a los grandes banqueros apropiarse de las principales empresas a precios de regalo–, y pusieron en pie los mercados de acciones y de bonos del gobierno, además de diseñar el sistema legal que defendería a los nuevos propietarios (The Wall Street Journal, 13/8).


El escándalo, reconoce otro profesor de Harvard, “alimenta las peores fantasías de los rusos: que todo el esfuerzo de la reforma es un intento de robo y pillaje”(ídem). ¿‘Capitalismo de ladrones’? Sí, pero ‘made in USA’.


Catástrofe económica


El Estado ha dejado de pagarles a sus trabajadores y a sus proveedores, quienes a su vez han dejado de pagar impuestos. Por esta sencilla razón es imposible medir el déficit fiscal: la cifra oficial, que lo sitúa en el 9% del PBI, carece de sentido, porque el Estado se encuentra desde hace meses en cesación de pagos. Algunos pequeños pero publicitados pagos de jubilaciones atrasadas se han financiado con préstamos externos.


El derrumbe productivo no cesa: el PBI volvió a caer por octavo año consecutivo. Según los expertos del Banco Mundial, Rusia necesitaría dos décadas de crecimiento a una tasa anual del 7% para recuperar el potencial económico perdido bajo el régimen de Yeltsin (Le Monde Diplomatique, agosto de 1997).


En el campo, las cosechas del 96 y el 97 fueron las peores de varias décadas; las importaciones de carne, harina y otros comestibles crecen año a año. “El resultado más visible de las reformas en la agricultura ha sido la creación de una nueva clase sumergida de pobres rurales, ligados a la tierra porque no tienen dinero para irse, con menos esperanza de libertad o bienestar que la que tuvieron sus antecesores siervos un siglo atrás. De alguna manera, los ‘nuevos siervos’ de Rusia están incluso peor que sus antecesores …” (Los Angeles Times, 2/4).


En cuanto a la industria, no logra siquiera defenderse frente a la creciente penetración de mercancías importadas.


Las privatizaciones no han logrado echar raíces en la estructura económica del país: así como los decretos de Yeltsin, el ‘mercado’ no ha logrado avanzar más allá de la capital y San Petersburgo. El ‘progreso’ del capitalismo en Rusia se centra en las pocas empresas que pueden ser ligadas fácilmente al mercado mundial como proveedoras de materias primas. Pero es precisamente por esto, que las ‘reformas’ no han logrado, todavía, definir la transición en Rusia.


Rusia es un Estado en disolución, sometido a un brutal saqueo del imperialismo y de los propios burócratas.


‘Marcha federal’  y ‘cortes de ruta’


No pasa un día sin que el atraso en el pago de los salarios y las jubilaciones desate una nueva huelga o una nueva marcha de protesta en los más diversos puntos de la extendida geografía rusa.


Osetia del Norte es una república del Cáucaso, una de las regiones más pobres de Rusia. A principios de julio tuvo lugar una ‘marcha federal’ de todas las regiones de la república hacia su capital, Vladikavkaz, en reclamo de los nueve meses de salarios adeudados.


Pocos días después, a miles de kilómetros, en la región minera de Kuzbas (Siberia), fue convocada una huelga general; la marcha organizada por los huelguistas reunió a 10.000 personas. Además del pago de los salarios atrasados, se reclamó la restauración del servicio sanitario gratuito.


A mediados de julio, columnas de manifestantes arribadas a Moscú desde las distintas regiones de Rusia, fueron impedidas de entrar a la capital por las tropas del Ministerio del Interior. Los manifestantes, reclamando su derecho a manifestar en el centro de Moscú, organizaron un ‘corte de ruta’ en una de las principales autopistas de acceso a la ciudad.


El movimiento obrero ruso no ocupa el centro de la escena política nacional, pero la sistemática emergencia de huelgas, marchas y manifestaciones de protesta muestra un cuadro muy lejano a la “apatía” y “resignación” que pinta habitualmente la prensa capitalista.