Rusia en la crisis mundial

Uno de los epicentros de la crisis financiera internacional es Rusia. Desde principios de setiembre, la bolsa de Moscú perdió el 40% de su valorización —el equivalente a unos 65.000 millones de dólares— y los títulos de la deuda pública rusa “cayeron con la fuerza de una piedra” (Buenos Aires Económico, 11/11).


Moscú se había convertido en los últimos meses en uno de los centros más activos de la especulación internacional. Desde fines del año pasado, entraron en la bolsa varias decenas de miles de millones de dólares —el 80% provenientes del exterior, de fondos de inversión y de pensión norteamericanos, asiáticos y hasta latinoamericanos. Esto infló un 140% el índice bursátil en los primeros seis meses de este año, en lo que constituyó un auténtico récord mundial.


Esta orgía especulativa constituyó un verdadero ‘pulmón’ para el capitalismo mundial. Los enormes beneficios especulativos que se acumularon en esos meses fueron un ‘salvataje’ para los especuladores mundiales que debían levantar sus cuentas de resultados.


Derrumbe


El golpe de la crisis internacional fue demoledor para Rusia. Cuando los inversores coreanos empezaron a vender sus tenencias de acciones y títulos de deuda rusos para cubrir las pérdidas en su propio país —en un movimiento que el Financial Times (13/11) describe como “brutal”— comenzó la catástrofe: se derrumbaron la bolsa y los títulos y comenzó una implacable fuga de capitales. Los bancos extranjeros aceleraron esa caída, especulando a la baja de las acciones.


Con todo, coincide la prensa, “lo peor está por venir”. Los inversores externos se deshicieron del 20% de los títulos de la deuda pública en su poder. Esta huida, sin embargo, parece ser apenas la ‘punta del iceberg’: como la ley rusa establece que las ventas de títulos públicos deben ser informadas con un mes de anticipación, muchos temen que esos 4.000 millones que ‘volaron’ sean tan sólo un “anticipo” de la venta de “otras decenas de miles de millones más” (International Herald Tribune, 28/11). Por eso, “muchos corredores de bolsa temen que los compradores no cumplan los contratos”(The Wall Street Journal, 5/11). Esto, en realidad, ya está sucediendo, y los primeros en hacerlo han sido los bancos internacionales que operan en Moscú.


Lo que pinta la situación de cuerpo entero es la afirmación de The Wall Street Journal (5/11) de que las acciones y los títulos no han caído todavía más por la”aguda falta de liquidez”. Las órdenes de venta se acumulan sin que nadie quiera comprar.


Devaluación


El derrumbe bursátil ha puesto a Rusia —ya en cesación de pagos interna— al borde de la cesación de pagos internacional. El banco central ya perdió el 10% de sus reservas; lo que todavía queda en su poder —unos 21.000 millones de dólares— apenas alcanza para cubrir los títulos de deuda pública en manos de los inversores externos. Los rusos —principalmente los bancos— tienen a su vez títulos por otros 40.000 millones; en caso de que comiencen a venderlos, “las reservas del banco central no serían suficientes” (International Herald Tribune, 28/11).


Para evitar la fuga de divisas, el banco central ruso elevó las tasas de interés del 21% al 28%, con lo que automáticamente elevó la ya colosal deuda pública en un 33% … precisamente en momentos en que la recaudación impositiva “es la más baja de todas las épocas” (Le Monde, 13/11).


Todo esto plantea la perspectiva de la devaluación del rublo. Los bancos rusos —que tienen contratos de compra de dólares por miles de millones para los próximos meses y que ya han pérdido enormes sumas en la especulación bursátil y de títulos— “son particularmente vulnerables a una devaluación”(International Herald Tribune, 28/11).


Como última salida para evitar una devaluación, Yeltsin envió a Washington a dos ‘emisarios especiales’ para “buscar el apoyo norteamericano a un amplio programa de asistencia occidental” (ídem).


Rusia profundiza la crisis internacional


La función de este ‘paquete’ es ‘salvar’ a los especuladores internacionales atrapados en el derrumbe ruso.


La devaluación del rublo significará la desvalorización de capitales por un monto de 100.000 millones de dólares, la valorización actual de la bolsa de Moscú. Semejante deflación tendrá un efecto demoledor para los fondos de inversión internacionales. El Cronista (28/11) caracteriza que una devaluación del rublo podría ser el ‘golpe final’ que lleve a los especuladores internacionales a retirarse, en masa y sin distinciones, de todos los ‘mercados emergentes’ de los cinco continentes.


Derrumbe y restauración


Para algunos observadores, como Le Monde (13/11), el derrumbe de las bolsas inviabiliza el programa de privatizaciones de Yeltsin, porque el gobierno ruso no podría vender en la bolsa las acciones de las empresas que todavía retiene en su poder.


Así, la crisis bursátil propinaría un rudo golpe a la perspectiva del desarrollo capitalista de Rusia. Las privatizaciones realizadas hasta ahora, según el‘esquema’ de ‘deuda por acciones’, permitieron a los bancos rusos apropiarse a precios de regalo de los principales activos industriales y yacimientos del país. Estas características de las privatizaciones revelaron la incapacidad para desarrollar un mercado de capitales que sirviera para canalizar como capital a una parte del ahorro nacional. Al mismo tiempo que se apropiaban de las empresas, los burócratas fugaban masivamente el ‘ahorro nacional’ al exterior. Las fábricas, las minas y los yacimientos, en consecuencia, han cambiado jurídicamente de mano pero no hay inversiones, y los nuevos dueños se limitan a saquear la riqueza social de la que se han apropiado.


Para otros observadores, como el Financial Times, en cambio, la crisis bursátil servirá para acelerar las privatizaciones, porque el gobierno está”desesperado” por obtener fondos para financiar la deuda pública. En un primer paso en esa dirección, Yeltsin derogó el decreto que establecía un límite del 15% a la propiedad de inversores externos en las empresas de gas y petróleo. Inmediatamente, las rivales Shell y British Petroleum se asociaron con empresas rusas para competir en la privatización de la Rosneft, la última petrolera en manos del Estado.


Pero estas nuevas privatizaciones son otra manifestación, más grave aún, de la incapacidad para desarrollar un mercado de capitales en Rusia.


El gas y el petróleo, repite la prensa, son el único sector de la economía rusa que podría ‘atraer’ a los inversores externos. En consecuencia, la perspectiva de desarrollo capitalista que diseña la entrega de los yacimientos energéticos al imperialismo es la de una economía dedicada a la explotación de los recursos naturales, con destino al mercado mundial y virtualmente sin ninguna conexión con la economía interna.


Semejante perspectiva es inviable en un país que, como Rusia, ha alcanzado un elevado grado de desarrollo social, industrial y tecnológico. Sólo podría avanzar a través de brutales crisis políticas y sociales, choques nacionales, guerras y revoluciones.