Se abre una nueva etapa en la clase obrera

En los últimos cuatro meses, una serie de huelgas han planteado una revitalización del movimiento sindical brasileño. Desde 2002, sólo los estatales, castigados con un congelamiento salarial que remonta al gobierno derechista precedente y víctimas principales de la reforma previsional, habían realizado algunos importantes movimientos de conjunto. Este año han comenzado a salir a la lucha categorías del sector privado —metalúrgicos de la Compañía Siderúrgica, controladores de vuelo, subte, personal de tierra de los aeropuertos (Infraero), bancarios— obteniendo algunos reajustes salariales importantes. Estatales (federales) y petroleros preparan movimientos de alcance nacional a partir del mes de agosto.


Las centrales sindicales (CUT, NCST, UGT y Fuerza Sindical) no han planteado la unificación de las luchas en curso o en preparación. Se encuentran negociando su legalización definitiva (hasta ahora, la legislación brasileña no reconoce a las entidades “de tercer grado”), lo cual les reportaría una enorme inyección de recursos financieros. Al margen de las centrales, Conlutas e Intersindical (ligadas al PSTU y el PSOL) realizaron “jornadas de lucha”, como la del 23 de mayo, que reunió en todo el país a más de un millón de personas. La CUT tuvo que adherir a la jornada del 23 de mayo. En el Estado de San Pablo se formó un “Frente de organizaciones sindicales y otras representaciones de trabajadores”, que agrupa sindicatos locales de dentro y fuera de la CUT.


El movimiento estudiantil universitario, que desató una onda de huelgas y ocupaciones fue un factor decisivo de desequilibrio de la inercia en que se encontraba el movimiento sindical. La Unión Nacional de Estudiantes se alínea con el gobierno.


Bajo el gobierno Lula se ha producido un retroceso general de las condiciones de los trabajadores. El crecimiento industrial verificado este año (+4,4%, en relación a 2006) se basa en gran parte en ese retroceso social. Más de 80% de la fuerza de trabajo gana hasta dos salarios mínimos (400 dólares) y los empleos creados en este año de “bonanza” se caracterizan por los bajos salarios. El desempleo ha crecido en un 18% (de 8,3% a 10,1%) en los últimos dos años, lo que subraya la importancia del incipiente movimiento de “recuperación de fábricas”, centrado por ahora en el sector plástico (Cipla, Intefibra y Flasko) en San Pablo y Santa Catarina, que enfrenta ahora intervenciones judiciales y amenazas físicas de provocadores propatronales. En un editorial, la Folha de Sao Paulo detecta que, en la onda de huelgas que se anuncia para el segundo semestre, “hay ingredientes más complejos” que en los años precedentes, siendo el más importante que “se está agotando el exceso de paciencia de las izquierdas organizadas con el gobierno Lula”.


En el horizonte aparece una perspectiva de crisis y rupturas políticas dentro de las centrales obreras y nuevos reagrupamientos de fuerzas.