Se acabó (lo que quedaba) el “gobierno del PT”

El escándalo que amenaza al super-ministro del gobierno Lula, José Dirceu, debido a la revelación de los contactos de su brazo derecho, Valdomiro Diniz, con la mafia del juego (y otras cosas), apunta, en verdad, al corazón mismo del gobierno. Valdomiro Diniz, jefe de Asuntos Parlamentarios del virtual primer ministro Dirceu, negoció prebendas y mucho dinero a cambio del apoyo de la derecha parlamentaria a las "reformas" reaccionarias (previsional, tributaria y otras) del gobierno Lula. Que Dirceu estaba metido hasta los huesos lo confirma el hecho de que "la Casa Civil [el "super-ministerio" de Dirceu] articulaba un plan de legalización de los bingos (una de las principales vetas del juego ilegal)" (Folha de S. Paulo, 19/2). Sólo los bingos mueven 2 mil millones de reales (700 millones de dólares) por año.


El hombre (Diniz) "trabajaba" desde hace tiempo para el PT. Era el responsable del manejo de los fondos provenientes de la mafia, para financiar las campañas electorales (y otras cosas) de la corriente mayoritaria del PT (Articulación, de Lula y "Zé Dirceu"). El "dossier" estaba en manos de los más altos círculos burgueses: la revista Epoca, que hizo las revelaciones, es del grupo Globo, que desde su formación presta servicios a banqueros y empresas multinacionales. El tráfico que tiene ya dos años, fue usado para obtener objetivos políticos que llegan, sólo ahora, a su madurez. Según el comentarista Laerte Braga, "en el gobierno Lula, Dirceu era un obstáculo. ¿Para quién? Para el controlador general, Henrique Meirelles, nominalmente presidente del Banco Central [hombre de Wall Street, ex presidente del Bank of Boston, principal acreedor externo del Brasil]. Para Antônio Palocci, ministro de Economía, que cambió de lado hace tiempo. Para Luis Fernando Furlan y Roberto Rodrigues (Desarrollo, Comercio Exterior y ministro de Agricultura) y para pseudo ministros, secretarios del grupo que manda [representantes directos del gran capital y la especulación financiera en el gobierno]".


Según Braga, "Dirceu quiso excluir la discusión de la autonomía del Banco Central este año, para ganar las elecciones (municipales de 2004), quiso amarrar los cortes presupuestarios propuestos por Palocci, creyó que era el secretario general del Partido". El escándalo tiene "un aviso claro para Lula también: el presidente puede jugar al fútbol, hacer asados, viajar, hablar estupideces, cometer gaffes, si no cambia lo que los dueños determinan". Para el comentarista, "el gobierno se acabó y el PT, lo que queda del partido, va a tener que optar: aceptar el proyecto de fusión con el PSDB [el partido más orgánico de la burguesía brasileña, en el gobierno hasta la victoria de Lula] o sale y va a la lucha".


Con el debilitamiento y posible salida de Dirceu (éste confirmó que ofreció su renuncia a Lula), el gran capital financiero queda con el control del gobierno brasileño. De entrada, Lula no había formado un gobierno del PT, algo que ahora se confirma de modo "escandaloso". Según la Folha, "la primera consecuencia es el fortalecimiento de la derecha del gobierno, el equipo económico, especialmente dos auxiliares del ministro Antonio Palocci Filho, el secretario del Tesoro, Joaquim Levy, y el secretario especial de Política Económica, Marcos Lisboa. Los dos son vistos en el PT y el gobierno como conservadores, ideólogos de Palocci" (22/2).


Además, "el partido y el gobierno quedarán debiendo muchos favores a los aliados para silenciar la crisis política desencadenada por el caso Waldomiro. Los aliados reclamarán más cargos federales en los Estados y en Brasilia, así como más concesiones de los candidatos del PT en las elecciones municipales de octubre" (ídem). Lo que "incomoda al PT es la dependencia del gobierno en relación a dos nombres que el partido combatió históricamente: los senadores José Sarney (PMDB), presidente del Congreso, y Antonio Carlos Magalhães, líder del ala ‘gubernamental’ del PFL. Diputados del PT se sintieron espantados al ver a Magalhães en la línea de frente de la defensa de Dirceu" (ídem). El gobierno de Lula ha quedado rehén de los dos representantes más conspícuos de la oligarquía brasileña, "dueños" (o "coroneles", como se los trata), respectivamente, de los Estados de Maranhao y Bahía.


El episodio, que toca el centro de las relaciones del gobierno con la burguesía y el imperialismo, está provocando una crisis mayúscula en el PT. Es que asistimos a la consumación de la mayor estafa política de la historia del Brasil, un país que ostenta récords mundiales en la materia. La crisis debe servir para exigir la ruptura del PT con la burguesía y la expulsión de los representantes capitalistas (y los corruptos) del gobierno. De este modo, se podría abrir paso a un movimiento político de clase, independiente de los trabajadores.