Se debilita la maniobra de Chirac

Conforme se acercan las elecciones parlamentarias, las encuestas muestran que las diferencias a favor del gobierno derechista de Chirac-Juppé se achican; algunas, incluso, lo dan como perdedor a manos de una coalición PS-PC-verdes. Esto significa que Chirac ya fracasó en el objetivo que persiguió al anticipar las elecciones, ya que de éstas saldrá un gobierno más débil que el actual.


El gobierno francés está cercado por la movilización social, por la crisis económica y por las severas divisiones internas de la coalición gubernamental. En estos tres campos, sufrió nuevos golpes después de la convocatoria electoral.


Han estallado las huelgas conjuntas de los pilotos, el personal de cabina y el personal de tierra de la aerolínea de cabotaje Air-Inter y la huelga de los controladores del tráfico ferroviario.


La desocupación continúa subiendo, al tiempo que se confirmaron los pronósticos de un agravamiento del déficit fiscal.


Finalmente, la división oficialista es cada vez más manifiesta. Charles Pasqua, uno de los principales dirigentes de la coalición gubernamental, declaró que no habrá victoria sin “una nueva política” y que el gobierno no puede continuar “sacrificando el empleo a la moneda (y) las inversiones y el crecimiento a criterios contables” (Le Monde, 28/4). En la misma línea, el ex presidente Giscard vetó la reelección de Juppé como primer ministro y señaló como ‘deseable’ su reemplazo. Otra demostración de esta fractura es la presentación de candidatos separados de los miembros de la coalición gubernamental en numerosos distritos electorales.


En resumen, una parte fundamental de la propia coalición oficial se opone a la política económica oficial que, dice el gobierno, tiene como objetivo cumplir con los acuerdos de Maastricht. Si la derecha es, entonces, la ‘esperanza’ de que “Francia y Europa sostengan el ímpetu hacia una moneda única”, como sostiene The Economist (2/5), esa ‘esperanza’ está reducida a la mitad.


La izquierda: una política vergonzante


El PS, principal partido de la oposición, ha tomado una posición demagógica. Su principal dirigente, Lionel Jospin, declaró que no aceptará “nuevas medidas de austeridad en nombre de Maastricht”, pero no dice una palabra de las que ya se han tomado; ni menos de que ese tratado reposa enteramente sobre la ‘austeridad’.


El PS también se encuentra afectado por las divisiones que caracterizan a la coalición oficial. Después de varios años de una política de sobrevaluación del franco, apoyada por el fallecido Mitterrand, el socialista Michel Roccard dice que “(con) una visión estrechamente financiera de la unidad (…) Europa será una colonia tecnológica del Japón (y) una colonia financiera y cultural de los Estados Unidos” (Clarín, 10/5). La preocupación del PS por el destino de los grandes capitalistas franceses es común al oficialismo.


El PC va a las elecciones con la ambición de volver a ocupar algún ministerio en una coalición con el PS. Para esto ha ‘reajustado’ sus posiciones: ya no denuncia a Maastricht, sino que pide la “rediscusión de los compromisos franceses”. La izquierda no presenta ningún cambio con relación a la fracasada experiencia gubernamental, y ésta es la razón principal por la que no logra superar al alicaído oficialismo.


En cuanto a Lutte Ouvriere, la organización trotskista que difícilmente pueda repetir la performance del 5% de los votos de las elecciones de 1995, atraviesa una importante crisis política que llevó a la escisión de sus regionales de Bordeaux y Ruán; la regional de Dijón también se encuentra enfrentada con la dirección nacional de la organización. Lutte Ouvriere rechazó participar en las grandes manifestaciones de masas que tuvieron lugar en febrero contra la ‘ley Debré’, que refuerza la persecución policial y judicial contra los inmigrantes. También el PC, el PS y las grandes federaciones sindicales boicotearon estas enormes manifestaciones en defensa de las libertades democráticas y de los derechos de los inmigrantes.


La división, que atraviesa tanto al oficialismo como a la oposición, asegura que el próximo gobierno será mucho más débil que el actual, e incluso permite prever la posibilidad de un gabinete de unión nacional, que reúna a los ‘europeístas’ del oficialismo y de la oposición.