Se derrumbaron Corea del Sur y Japón

La crisis mundial pegó de pleno, durante el fin de semana, a los dos países que se consideraban decisivos para la posibilidad de contener los desplomes bursátiles y financieros que han afectado a la economía capitalista en los últimos seis meses. Corea se ha visto obligada a abandonar el apoyo a su moneda, el won, mientras que la quiebra de la cuarta corredora bursátil en importancia de Japón provocaba la expectativa de mayores bancarrotas. Se ha entrado en una fase de desenlace de la crisis.


La posición de que Estados Unidos y Europa pueden absorber el shock asiático y revertir la tendencia de la crisis en su propio beneficio, se ha evaporado.”Los bancos japoneses”, dice en un editorial el Financial Times (22/11), “no ven otra alternativa que liquidar su tenencia de acciones —lo que provocará una depresión mayor en el mercado de valores. También están retirando sus créditos en el país y en el resto de Asia. El temor es que al liquidar activos extranjeros exporten la deflación hacia el resto del mundo”.


Un columnista del mismo diario analiza que “Sin una inyección de dinero, los bancos japoneses puedan tratar de mantenerse a flote recuperando sus préstamos y dejando de otorgar créditos —algo que podría darle un nuevo giro deflacionario a la economía, que ya se encuentra al borde de la recesión”. Otra ‘preocupación’ del analista es “que China pueda devaluar el yuan, detonando otra ronda de devaluaciones competitivas y amenazando la atadura del dólar de Hong Kong con la moneda norteamericana”.


Esta nueva fase fue desatada por la quiebra de Yamaichi Securities, controlada por el Banco Fuji. Su deuda impaga se estima en 6 billones de yenes, o sea 50 mil millones de dólares, pero al mismo tiempo tiene deudas no registradas por 2 mil millones de dólares. Como se trata de una comisionista de Bolsa, tiene en su poder activos de sus clientes por 200.000 millones de dólares. Esta es la décimosegunda casa bancaria que se va a pique, en Japón, desde fines de 1994.


Para encontrar una salida a su crisis y la de sus socios de Asia, Japón intentó, hace un mes, establecer un fondo de socorro de 100.000 millones de dólares, que fue vetado por Estados Unidos. Los funcionarios del gobierno de Clinton han dicho repetidamente que la salida a la crisis debía pasar por una liberalización de los mercados financieros de Asia, que permitieran a los capitales internacionales hacerse cargo de las empresas y bancos en quiebra que fueran comercialmente viables. Esta posición suscitó una violenta oposición en varios de esos países, que aún no ha amainado, y que ahora se extiende a Japón y Corea.


La perspectiva de un salvataje de Corea por medio del FMI “incluye reformar las rígidas leyes laborales para que las compañías puedan despedir obreros, permitir a los bancos extranjeros acaparar a los domésticos, permitir que las compañías y bancos insolventes quiebren en lugar de que las rescate el Estado, abrir más el mercado de acciones y de deuda pública a los inversores extranjeros, concentrar a la industria automotriz y otras con exceso de capacidad, privatizar las empresas estatales y cortar los gastos sociales” (Financial Times, 24/11).


Este planteo supone una gigantesca liquidación de la burguesía coreana y un brutal enfrentamiento con los trabajadores. En oposición a esto se presenta la alternativa de que los países asiáticos inunden con sus mercancías el mercado mundial y desintegren el comercio internacional.


La receta fondomonetarista también se aplica a Japón, pero aquí la pieza principal es la exigencia de que el gobierno rescate con dinero fresco a los clientes y depositantes de los bancos que vayan a la quiebra. Los valores en juego podrían llegar a los 400.000 millones de dólares. Un analista calculó en 60.000 millones de dólares el costo de dar de baja a los créditos irrecuperables de los veinte principales bancos japones y ajustar al valor real sus tenencias de acciones y títulos públicos. Pero para llegar a esa cifra debió suponer que esos 20 bancos podrían obtener del mercado todo el dinero que necesitaran contra la garantía de sus propios activos (The New York Times, 22/11).


El tesoro del FMI no podría cubrir las exigencias del rescate, no ya de Japón, sino de los otros países afectados. Entre Indonesia y Tailandia el FMI ya comprometió 60 mil millones de dólares; Malasia y Corea pueden exigirle otros 120.000 millones; claro que se deja de lado en todo esto lo que puedan necesitar Brasil, Argentina, México o Rusia. El total del dinero disponible del FMI no pasa los 150.000 millones de dólares.


Para dejar bien en claro que se opone a los rescates indoloros de países, el Congreso norteamericano rechazó recientemente un aporte de 3,5 mil millones de dólares para el FMI. Clinton se negó a aportar para el rescate de Tailandia, hace tres meses, pero luego tuvo que recular ante el desborde de la crisis.


Esto quiere decir que las principales potencias imperialistas deberán ponerse de acuerdo con Estados Unidos en una reestructuración organizada de la industria y de la banca de Asia, incluso de Japón. Significaría abrir una discusión sobre la redistribución de los mercados entre los principales pulpos, cuando existe en la mayor parte de las industrias un fenómeno de sobreproducción, y cuando el congreso norteamericano se acaba de oponer a una mayor liberación del mercado de su país.


Para hacer frente a la crisis financiera, el gobierno de Clinton le reclama a Japón que emita moneda o que se endeude con bonos, cuando los japoneses tienen dinero colocado en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Recargar la deuda pública japonesa, de cinco billones de dólares, cuando se la podría aliviar repatriando dinero japonés del exterior, deberá provocar una seria crisis política, sin dejar de seguir pesando como una amenaza el retiro de fondos japoneses de Estados Unidos. El columnista ya citado del Financial Times advierte que está faltando dinero en el mercado interbancario japonés e internacional, es decir que se podría suscitar una fuerte suba de intereses que echaría abajo cualquier plan de rescate.


Los diarios especializados han estimado en más de un billón de dólares la desvalorización de capitales que produjo la crisis con anterioridad a la debacle de Corea del Sur y de Japón. Es dinero que se ha retirado a la especulación y también al comercio y al crédito. Esto deberá provocar inevitablemente una recesión económica, cualquiera sea el desenvolvimiento de la crisis financiera. Pero como la causa última de ésta es, precisamente, la sobreoferta de capitales y mercancías en relación a la demanda existente y a la tasa de beneficios que se exige de esos capitales, la recesión potenciará todavía más la crisis mundial.


¿Todo el mundo quiebra menos EE.UU.?


¿La plata se va de todos lados y se refugia en Estados Unidos? ¿Los depositantes huyen despavoridos de los fondos de inversión en los ‘mercados emergentes’ para irse a los fondos de inversión americanos?


“La combinación de las salidas de los fondos con la declinación en los mercados asiáticos redujo el patrimonio en los fondos de la región Asia-Pacífico de casi 14 mil millones de dólares, a comienzos de año, a 7,2 mil millones el 12 de noviembre” (The Wall Street Journal, 17/11).”Mientras tanto, los fondos acciones latinoamericanas, que vieron una entrada ininterrumpida de recursos en el primer semestre, alcanzando un pico semanal de 80 millones de dólares a mediados de julio, y están teniendo constantes pérdidas desde entonces”.


Pero aunque este dinero retorne en parte a los Estados Unidos, como lo demostraría la suba de los títulos del Tesoro norteamericano, una gran parte se ha esfumado como consecuencia de la desvalorización. “Es así que el ritmo de la inversión en fondos que se concentran en acciones de EE.UU. se ha reducido a 2,7 mil millones de dólares por semana durante el mes pasado, frente a una tasa de 5,1 mil millones hasta setiembre” (The Washington Post, 17/11). Los especuladores abandonan los mercados de valores y se refugian en depósitos bancarios o fondos del mercado monetario.


En realidad, es inevitable que la crisis explote más que en ningún otro lado en los Estados Unidos, por la simple razón de que es el país más endeudado del planeta en todos los sentidos. Se repite que los capitalistas japoneses y asiáticos se encuentran excesivamente ‘apalancados’, en referencia a que sus deudas son muy altas con relación al capital propio, pero esto vale más que nada a los Estados Unidos tomado como un todo, que tiene una deuda externa de 4 billones de dólares. La bolsa más inflada del planeta no es otra que la norteamericana, cuya cotización de mercado es un 150 por ciento más alta que el valor de reposición de los capitales que se negocian en ella. Mientras que Wall Street se duplicó en valor en menos de diez años, la bolsa de Tokio cayó en ese período un 60 por ciento. Lo que diferencia a los Estados Unidos de los demás países en crisis, es su capacidad para cancelar deuda emitiendo dólares, lo cual le da una enorme liquidez cuyos límites va a experimentar a su costa en poco tiempo más.


La cuenta corriente norteamericana con el exterior sigue siendo crecientemente deficitaria; esto se agravó con la devaluación de las monedas asiáticas, que permitieron mayores exportaciones a, y menores importaciones de los Estados Unidos.


Pero la tensión monetaria interna también es muy fuerte. Las deudas pendientes de las tarjetas de crédito llegaron a 528 mil millones de dólares, cuando en 1988 eran de 174 mil millones. The Wall Street Journal (17/11), que califica a la cifra de “asombrosa”, revela que los deudores recurren a préstamos de segunda hipoteca para cubrir una parte de su deuda en tarjetas de crédito. Los prestamistas pretenden ganar por los intereses de estos préstamos unos 10 mil millones de dólares este año, contra 4 mil millones que ganaron el año pasado y mil millones en 1995. Este préstamo de salvataje hipotecario es conocido como el de 125%, porque cubre un cuarto más que el valor de la vivienda.


La conclusión del diario es que “la solución del 125 por ciento suscita preocupación” y “es una tendencia que puede señalizar problemas económicos”.


El conjunto de la deuda comercial norteamericana, interna y externa, pública y privada, llega a los 12 billones de dólares, un 40 por ciento más que su producto bruto y mucho más que el valor de los capitales que cotizan en las bolsas, en especial si no estuvieran inflados. La sobreabundancia de capitales financieros y especulativos ha sido creada a partir de Estados Unidos; no es casual que tema como a la peste la posibilidad de que los capitalistas y el Estado japoneses retiren una parte siquiera de los 400 mil millones de dólares que tienen invertidos en los bonos del Tesoro norteamericano.


A diferencia de la crisis de 1930, cuando el mundo debía a los Estados Unidos, la situación es ahora la inversa, Estados Unidos es deudor de Europa y de Japón. En lugar de rescatar a los demás, necesita ser rescatado. A los demás les ocurre lo contrario; mientras se derrumba, el FMI le pide a Japón que salga al rescate de sus propios bancos y los de los países vecinos, e incluso, que siga financiando al Tesoro norteamericano. Esta enorme contradicción explica que, en lugar de considerar una baja de los intereses para socorrer a las empresas en dificultades, el banco central norteamericano continúe discutiendo la posibilidad de subir la tasa de interés. Es lo que surge de las actas del Comité de Mercado Abierto de ese banco del 30 de setiembre, que recién se dieron a conocer el 13 de noviembre (International Herald Tribune, 17/11). Si ocurriera tal cosa, el desplome bursátil mundial sería completo y fulminante, para beneficio exclusivo de una minoría de monopolios financieros norteamericanos.


Por todo esto, se puede asegurar que la crisis es mundial, pero tiene su epicentro en Estados Unidos.


Levantamiento popular en Asia


El movimiento popular en Asia ya dio muestras de su estado temperamental cuando las grandes huelgas en Surcorea hace un año, las recientes de Tailandia o los constantes motines en China. De acuerdo a las estadísticas oficiales, las huelgas, protestas, motines y manifestaciones en China crecieron un 59 por ciento en el curso del año (Le Monde Diplomatique, noviembre de 1997).


Pero ” ‘De aquí a unos meses se sentirá en toda la sociedad el impacto devastador de la crisis monetaria’, afirma Abdurraman Wahid, líder de una de las principales organizaciones musulmanas de Indonesia” (La Prensa, 23/11).


” ‘Ya llegará la furia, y llegará precisamente cuando sesione la Asamblea Consultiva’, predice Abdurraman, con referencia al congreso elegido arbitrariamente que, se presume, reeligirá al presidente Suharto.


” ‘Hay huelgas porque los dueños de las fábricas ya no saben cómo calcular sus costos (y dejan de pagar los sueldos)’ —dice Abdurraman.‘Despiden a trabajadores. Lo más importante es que habrá escasez de productos porque las importaciones son insostenibles. Los comerciantes se quejan de que no pueden aumentar más los precios porque la gente no compra’.


“Existen algunas señales de que las sombrías predicciones de Abdurraman se están haciendo realidad”, dice el corresponsal del diario en Jakarta.”Este mes cincuenta grandes empresas pidieron permiso al gobierno para despedir a 10.000 trabajadores… Las compañías de construcción, gravemente afectadas por la crisis monetaria, ya les informaron a miles de jornaleros que no los necesitarán más…; según algunos cálculos, el 30 por ciento de la población estaba sub-ocupada antes que empezara la crisis”.


“En octubre los precios subieron 1,99 por ciento, y entre los que más aumentaron se encuentran los de la comida. En respuesta, los trabajadores convocaron a huelgas en demanda de aumentos salariales en algunas de las más grandes fábricas de Indonesia, como la planta de cigarillos Gudang Graram, al este de Java, que emplea a 40.000 personas. Paralizaron instalaciones textiles y del calzado, que son las que aportan la mayor parte de las exportaciones no petroleras de Indonesia.


” ‘La verdadera reacción de los trabajadores ocurrirá en diciembre y enero’, pronostica Teten Masduki, abogado que defiende a trabajadores en conflictos laborales. ‘Aun cuando no hay una crisis monetaria los precios suben en estos meses. Es la época del Ramadán (el mes musulmán de ayuno), y entonces las compañías pagan una bonificación especial’ —explica Masduki. ‘Normalmente, muchas firmas no quieren pagar las bonificaciones y por eso hay huelgas. El 30 por ciento de las huelgas ocurren durante el Ramadan. Este año será mucho peor’ .


“Los estudiantes también están más activos: exigen desde el congelamiento de los precios de los alimentos y ayuda de emergencia a los pobladores que pasan hambre, hasta la formación de un parlamento más poderoso, el fin de la corrupción y, en algunos casos, la elección de un presidente más joven”.


Sin lluvias ni aumentos, Indonesia (es) otra víctima de la ‘fiebre amarilla’, que debió entregarse al FMI atada de pies y manos — titula ‘subversivamente’esta nota el diario La Prensa.