“Síganme, no los voy a defraudar”

Hugo Chávez arrasó con la Unión Democrática que se formó en su contra en Venezuela y redujo con ello a cenizas a los partidos patronales tradicionales. Lo hizo a partir de antecedentes antiimperialistas, como su levantamiento en 1992 contra la represión desatada contra el ‘Caracazo’, y a partir de una acentuada demagogia nacionalista. Para quienes opinan que las masas ‘no entienden el discurso de la izquierda’, el ‘huracanazo’ venezolano debe caerles como una ducha escocesa. Lo mismo debería ocurrir con los que sostienen que la posibilidad de planteamientos nacionalistas de contenido burgués son ‘una antigüedad’ a la que le habría llegado ‘el fin de la historia’. Los resultados electorales venezolanos demuestran la inviabilidad histórica del democratismo formal en los países atrasados y la inevitabilidad en ellos de los movimientos nacionales. Si en este caso está conducido por un militar pequeñoburgués y no por la clase obrera, ello obedece a la incapacidad de la izquierda que, a través del Mir, del Mas y de Causa R., habían sido los primeros en capitalizar hasta hace poco la descomposición de la Acción Democrática y del Copei (democristiano).


El derrumbe de los partidos tradicionales refleja el enorme agravamiento de la situación de las masas. La desocupación es del 20%; en la decisiva rama de la construcción, llega al 45%. El 80 por ciento de los trabajadores no llega al salario mínimo de 300 pesos.


Aunque Chávez está obligado a frenar e incluso revertir en algo esta situación, existe una enorme probabilidad de que concluya transformándose en el detonador de otro ‘caracazo’ como consecuencia de su incapacidad política. Esto ocurriría si fracasaran todos las tentativas de evitar una devaluación del bolívar, que el gobierno anterior le dejó al militar como un presente griego.


“Garantizamos 100% las inversiones extranjeras; somos amigos de la apertura petrolera a empresas privadas nacionales y extranjeras”. Esto le dijo Chávez al diario argentino BAE (7/12) cuando tenía el triunfo asegurado 48 horas antes de los comicios. En efecto, el programa del Polo Patriótico excluye la nacionalización integral del petróleo, la cual fue bandera rectora de todo el movimiento nacionalista burgués desde los años ‘30 a los ‘60. Comparativamente, el nacionalismo que conduce Chávez es apenas un espectro del pasado.


El petróleo es el eje de la economía venezolana y su precio internacional ha caído de 25 a 9 dólares el barril como resultado de la crisis mundial. Aunque la mayor parte de la producción se encuentra en manos del Estado, la participación privada se está aproximando ya al 50% del total. Es que desde hace varios años se han firmado contratos de producción con los principales monopolios internacionales. Héctor Daza, uno de los principales asesores de Chávez, espera que “los actuales acuerdos elevan la producción de petróleo bruto de 3,8 a 4,2 millones de barriles por día” (Gazeta Mercantil, 7/12).


Chávez ha criticado sistemáticamente estos contratos de obra y de explotación, cuya licitación dio lugar a enormes corruptelas. Chávez pretende transformarlos en concesiones, esto para que la caída del precio de petróleo no caiga sobre las arcas de Petróleos de Venezuela, que hasta ahora aseguraba la compra. Como PVDSA tampoco tiene condiciones de asumir mayores inversiones, el nuevo gobierno nacionalista pretende salir del paso reduciendo la inversión pública y las inversiones de Petróleos de Venezuela y aumentando la privatización de la producción, y pretende recuperarse de la caída de los precios con mayores exportaciones por parte de los grandes pulpos privados. En la cuenca del Orinoco, PDVSA se asoció en emprendimientos multibillonarios con la Mobil, la Conoco, la francesa Total y la alemana Veba, para explotar además yacimientos de gas. Incentivando la inversión, la producción y la exportación privadas, Chávez pretende evitar lo que sería una devaluación catastrófica y obtener recursos fiscales para desarrollar programas de asistencia social. A esta política de entrega impoluta se reduce el programa nacionalista.


La creciente concentración de la industria petrolera privada mundial y los aún más crecientes déficits fiscales de los Estados petroleros, han colocado a estos últimos sin excepción bajo la completa dependencia de aquellos monopolios. La concertación entre los países de la Opep se encuentra en ruinas. Lo más probable es que Chávez anticipe el proceso de desmantelamiento del petróleo estatal que habrán de seguir la mayoría de las naciones petroleras, en especial Arabia Saudita, Rusia y, por último, Irán.