Siria: entre la guerra civil y el golpe militar

El viernes 22, las fuerzas de oposición al gobierno sirio convocaron a movilizaciones en todo el país con el reclamo de la caída del régimen. Se plasmó así el fracaso de las concesiones del gobierno para neutralizar a las masas insurrectas. El presidente Assad había eliminado, con mucha demora, el estado de excepción que regía desde hace cuarenta años, y removido a una serie de jefes policiales responsables de la represión y de las matanzas a los manifestantes. Para los opositores, se estaba ante un intento de ganar tiempo.

El gobierno respondió a la movilización del viernes con una represión que dejó arriba de 120 muertos, pero que provocó una grieta sin precedentes a su interior. Dos legisladores y un líder religioso renunciaron, en lo que podría ser un síntoma de la implosión de la dictadura. El gobierno respondió a la crisis, sin embargo, con el envío de tanques a las ciudades rebeldes del sur. El odioso aparato de seguridad está decidido a imponer límites insuperables a cualquier apertura del gobierno, o sea que planea en Siria el golpe de Estado. “Analistas sostienen que Assad no está preparado para mayores concesiones -dice el Financial Times (25/4)- y está limitado en lo que podría hacer por el draconiano aparato de inteligencia”.

El carácter social de la rebelión siria

Una de las consignas de la rebelión siria es “Rami Makhlouf ladrón”. Rami Makhlouf es el dueño del ¡60%! de la economía siria a través de un sistema de “holdings” que abarca desde las telecomunicaciones hasta el petróleo, los seguros y el alojamiento. Makhlouf es primo del presidente. El desarrollo del “holding”, llamado Cham, es parte del intento del régimen por desarrollar la inversión privada desde 2006, en consonancia con el desarrollo de acuerdos con el capital extranjero en materia de inversiones. Makhlouf fue saludado por la revista inglesa World Finance como “símbolo positivo de la transformación de Siria”.

A pesar de que el gobierno de Bush lo denunció por haber hecho su fortuna en base a sus acuerdos de camarilla con el poder político, los negocios de Makhlouf están interconectados con el imperialismo. Tiene acciones, por ejemplo, en petroleras norteamericanas.

La rebelión siria golpea a la “burguesía nacional”. La “liberalización” del régimen es, en realidad, el control de la economía nacional por parte de una camarilla capitalista vinculada con el imperialismo. La burbuja de materias primas y la especulación internacionales acentúan la polarización social. Las reivindicaciones sociales de las masas empobrecidas de Siria y el conjunto del mundo árabe no pueden separarse de sus reivindicaciones políticas.