“Tocando la lira”

Los datos de las últimas semanas confirman que la crisis mundial ha entrado en una etapa de recesión generalizada y el comienzo de derrumbes monetarios, que amenazan con desatar una depresión igualmente general.


En el segundo trimestre del año, la economía norteamericana creció a una raquítica tasa anual del 0,7% (contra un promedio del 5% en los últimos años); la inversión se ha derrumbado en un 14% (casi el 20% en las industrias tecnológicas y de comunicaciones). Esta caída revela un enorme exceso de capitales y un derrumbe de los beneficios. Para el economista Lester Thurow, la caída del consumo familiar que traerá aparejado el millón de despidos producidos por las empresas norteamericanas en los últimos 8 meses augura una “recesión prolongada”. Las importaciones cayeron como consecuencia de la menor demanda, pero las exportaciones han caído todavía más. Lo que hasta el momento ha impedido una crisis mayor fue el sustancial aumento del gasto público, en particular en los municipios (Financial Times, 28/7).


Debacle industrial


La industria norteamericana se encuentra en una recesión prolongada. En junio, la producción industrial cayó por noveno mes consecutivo, la caída más prolongada en los últimos 19 años. La utilización de las fábricas norteamericanas apenas llega al 70% de su capacidad instalada, la menor de los últimos 17 años. La industria de la computación está a la cabeza del retroceso. Para un especialista, la recesión industrial se prolongará bastante, ya que “no veo nada que indique una recuperación en el corto plazo” (Financial Times, 18/7).


La pretensión de superar la caída industrial por la vía de un boom en la industria de las telecomunicaciones ha terminado en un desastre. La enorme sobreinversión registrada en esta rama ha derrumbado las acciones de las empresas de telecomunicaciones, dejando a los bancos que financiaron la expansión con una montaña de deudas sin cobertura. Los bancos y las Bolsas ya están sufriendo las consecuencias.


En los primeros seis meses de este año también se registraron cesaciones de pagos empresarias por valor de 58.000 millones de dólares, ¡casi un 40% más que en todo el año récord 2000! Según un analista, “la velocidad con que ocurren las cesaciones de pagos en el 2001 llega a niveles no vistos desde 1991, cuando las cesaciones de pagos alcanzaron su máximo histórico” (Financial Times, 16/7). Pero “el problema real”, son “las pobres tasas de recuperación de los créditos” que aún se cobran. En la rama de telecomunicaciones, en el segundo trimestre de este año, “se han recuperado apenas cinco centavos por cada dólar prestado”. Pero las telecomunicaciones sólo responden por el 20% de las cesaciones de pagos; hay una tendencia de conjunto a la cesación de pagos y a la quiebra. Esta tendencia tiene un largo proceso de incubación, como lo revela el hecho de que el ciclo ascendente de las cesaciones de pagos “comenzó en 1998, cuando todavía la Bolsa estaba en ascenso” (ídem).


El “espejismo” del boom


En el transcurso de este año, la inmensa mayoría de las grandes empresas han “reajustado” sus balances de años anteriores. La tasa de ganancia que mostraron en el pasado no era del 10%, sino del 7%, o sea la mitad. Esos beneficios estaban “inflados” o, como señaló The Wall Street Journal (17/7), “el milagro era un espejismo”. El ajuste de los beneficios significa un ajuste a la baja de la productividad y de la competitividad industrial norteamericana.


Este “espejismo” pone de relieve las fenomenales limitaciones del ‘boom’ norteamericano de los últimos años, que se apoyó, no en el crecimiento de la producción sino en la racionalización y en la reducción salarial, lo que rápidamente llevó a la sobreacumulación y a la sobreproducción. Esa expansión fue financiada con endeudamiento externo: Estados Unidos, lejos de ser la ‘locomotora mundial’, fue una aspiradora de los capitales que dejó el estancamiento europeo y, sobre todo, de Japón y de Asia.


El cuadro de la crisis norteamericana se completa con la desaparición del famoso superávit fiscal, como consecuencia de la menor recaudación.


Una nueva desvalorización de los capitales


Un reciente informe del FMI (Financial Times, 13/7) advierte, frente a esta situación, que “los mercados financieros mundiales están amenazados por una mayor caída de la Bolsa de Wall Street”. Ocurre que los beneficios empresarios han caído mucho más que las cotizaciones bursátiles. A pesar de la pérdida de valores por 4 billones de dólares del último año, los precios de las acciones son aún elevadísimos en relación a los beneficios que pueden producir las empresas. Estamos en las vísperas de un nuevo derrumbe de Wall Street y de una masiva desvalorización de capitales. La consecuencia, advierte el FMI, sería “una destructiva caída de la cotización del dólar”.


Pero la temida devaluación del dólar es precisamente lo que una parte de la burguesía norteamericana –la gran industria y los sectores rurales– ha venido reclamando insistentemente, como parte de una política más general de “guerra comercial” con Europa y Japón. En este terreno es significativo señalar que los subsidios a la producción agropecuaria norteamericana, un renglón de aguda lucha con los europeos, ha saltado de 7.500 millones en 1997 a 23.000 millones en el 2000.


El dólar ha sufrido, efectivamente, una devaluación en el último mes frente al euro. Para Businesss Week (6/8), “la baja del dólar puede desatar la verdadera catástrofe que se pretende evitar”, ya que haría huir a la inversión externa de los Estados Unidos. Con la necesidad de 30.000 millones de dólares mensuales de inversión externa para financiar su déficit en cuenta corriente, “incluso un pequeño cambio en la cotización del dólar puede tener un efecto devastador” (ídem)…


Japón


La devaluación del dólar de las últimas semanas provocó verdadero pánico en Japón, que está tratando de devaluar el yen. La emisión monetaria ha llevado a “la economía japonesa a un terreno desconocido: de las tasas de interés ‘cero’ a las tasas ‘supercero’…” (The Wall Street Journal, 15/8). Pero aun con las tasas en ‘supercero’, los bancos no pueden prestar porque las empresas están cargadas de deudas. Es evidente que Japón no tiene salida por el lado de la política monetaria.


Tampoco la encuentra por el lado del comercio exterior, pues sus exportaciones caen. A su vez, debido al aumento de las importaciones chinas, las tensiones entre estos dos países crecen de una manera “insoportable” ( Financial Times, 20/7), y el intento de Japón de recuperar su comercio exterior por medio de la depreciación del yen está hundiendo a todo el sudeste de Asia (Financial Times, 11/7). Las‘salidas’ que cada país ensaya hunden a sus rivales y agudizan la crisis de conjunto.


La depresión japonesa ha creado una masa de créditos bancarios incobrables de 167.000 millones de dólares. Pero el aumento de las quiebras y cesaciones de pago hace que las carteras de los bancos “pasen de una situación regular a una de incobrabilidad a una velocidad inesperadamente alta” (Financial Times, 9/8).


A partir de setiembre, los bancos deberán reflejar los créditos en su poder a valor de mercado, lo que significa que deberán absorber grandes pérdidas. Esto ya está provocando una catástrofe bursátil: la Bolsa de Tokyo, luego de haber perdido dos billones y medio de dólares, desde su pico en los ‘80, prevé una caída todavía mayor (de entre el 20 y el 50% respecto de sus valores actuales) en setiembre, cuando los bancos deban reconocer sus pérdidas.


Esta quiebra tendría amplias repercusiones internacionales: devaluaría todavía más el yen, agravando la situación en toda Asia, y elevaría las tasas de interés, encareciendo la descomunal deuda pública japonesa (más de 8 billones de dólares). Esto precipitaría una depresión mundial, debido al papel de acreedor que tiene Japón. Para muchos, Japón es “la gran amenaza para la economía mundial” (La Repubblica, 27/7).


Europa


En Europa, la recesión la encabezan Alemania e Inglaterra.


En Alemania, la producción industrial viene en descenso y la desocupación en aumento, lo mismo que las deudas incobrables de los bancos.


Gran Bretaña sufre una severa recesión industrial: la relación entre las deudas de las empresas y sus beneficios están en sus máximos niveles históricos. El Financial Times (13/7) anuncia “la próxima crisis de la libra esterlina”.


El derrumbe de la industria de las telecomunicaciones, todavía mayor que en Estados Unidos, juega un papel especial en la crisis europea. Las empresas que invirtieron enormes sumas en las licencias de la‘tercera generación’ de telefonía móvil, se encuentran con montañas de deudas impagables como consecuencia de la saturación de oferentes, la caída de la demanda y los atrasos en el desarrollo de la tecnología; con suerte, estas empresas podrán obtener beneficios de sus inversiones ¡dentro de doce años! Todo esto ha derrumbado la cotización de estas empresas, cuya capitalización bursátil conjunta cayó de 880.000 millones de dólares (en junio de 2000) a poco menos de 400.000 millones (en junio de este año).


Los bancos que financiaron esta expansión ya han comenzado a cargar las pérdidas a sus balances. Pero la amenaza para los bancos no proviene sólo de las telefónicas, “sino de la baja rentabilidad de un grupo mucho más amplio de compañías (…); hay serios indicios de que un período dorado para el retorno de las inversiones ha llegado a su fin” (Financial Times, 9/8).


Inmovilismo


La salida que ensaya cada uno de los países enfrentados a la crisis mundial es puramente “nacional”. No hay una ‘salida ordenada’ Hay un agravamiento de los enfrentamientos comerciales y monetarios. La lucha entre los grandes grupos capitalistas es mortal.


Esto explica el inmovilismo de los gobiernos respectivos, como se ha puesto de manifiesto en la reciente reunión del G-8 en Génova. Las grandes potencias han sido incapaces de ponerse de acuerdo en una sola medida común para enfrentar la crisis mundial. Un analista ha llegado a comparar la “pasividad del G-8” con “Nerón tocando la lira mientras Roma ardía” (Lester Thurow, en El País, 19/8).