Todos los caminos conducen a Roma


La Iglesia Católica enfrenta (discutiblemente) su mayor crisis en dos mil años. Mientras los medios debaten sin tapujos si Ratzinger debe renunciar –existe sólo un antecedente– y si su denuncia alcanzará para conjurar la crisis, algunos arzobispados europeos ya han entregado a la Justicia documentos que, en algunos casos, incriminan al Papa, al cardenal Tarcisio Bertone y a otros jerarcas vaticanos. El Financial Times dice sin ambigüedades: la huida de “franjas enteras” de fieles ya menguó las donaciones a una Iglesia que enfrenta demandas muy costosas en términos financieros y morales. En Estados Unidos, el clero pagó 2.200 millones de dólares en indemnizaciones a 15 mil víctimas de abusos sexuales de cuatro mil sacerdotes y religiosos procesados.


Sin embargo, el problema no es que la Iglesia cierre por quiebra. El clero irlandés, por décadas “pilar de la clase dirigente, hoy es un pilar tambaleante, al borde de la implosión” (Financial Times, 2/4). En Alemania, un cuarto de los 25 millones de católicos han decidido apartarse de la Iglesia según la revista Stern. La canciller Angela Merkel aseguró que se investigará “ese delito abominable” hasta las últimas consecuencias. La línea telefónica creada por la Iglesia alemana para asesorar víctimas recibió el primer día 4.500 llamadas. El ‘mail’ de la Iglesia noruega para recibir denuncias colapsó por la cantidad de mensajes, según el obispo Bernt Eidsvig. El gobierno suizo está armando un registro de curas pederastas para impedir que entren en contacto con niños y reclama que el Vaticano abra sus archivos secretos.


Austria nombró, con la anuencia del arzobispado local, una abogada –¡una mujer!– para encabezar una comisión investigadora independiente. La prensa británica reclama que se constituya una comisión internacional de juristas.


Obama también está en un brete. Tres tribunales norteamericanos acusan al Papa de negligencia, encubrimiento de abusos sexuales y obstrucción deliberada de la Justicia. Otro tribunal lo considera corresponsable por las violaciones cometidas por sus “empleados” en todo el mundo. Los abogados de Ratzinger apelaron ante la Corte Suprema y solicitaron que se pronuncien los departamentos de Estado y de Justicia estadounidenses. Jeff Anderson, un abogado que lleva más de 500 casos de abuso, pretende demostrar ante los tribunales que el Vaticano es una “organización mafiosa” basada en un código de confidencialidad y de protección criminal.


Anderson reclama que los tribunales obliguen al Vaticano a abrir sus archivos secretos y enjuicien al Estado Vaticano, al Papa, a los obispos y cardenales. La dimisión de Ratzinger no es una solución, dice, “si llega otro y nada se hace por cambiar el sistema de silencio, secreto y protección a los sacerdotes abusadores”. En 2004, Bush frenó una citación similar porque era “incompatible con los intereses la política exterior de Estados Unidos”. La Corte obligó a los tribunales a “acatar las sugerencias de inmunidad”. Actualmente, seis de los nueve jueces de la Corte Suprema son católicos. Los medios afines a Obama encabezan el ataque a Ratzinger. La derecha republicana, en tanto, defiende a su viejo aliado.


En Gran Bretaña, una alianza de intelectuales, científicos y abogados de derechos humanos ha lanzado una batalla legal para que el Papa sea arrestado “por crímenes de lesa humanidad” en septiembre, cuando llegue en visita oficial. Si la Justicia británica lo desecha, apelarán a la Corte Penal Internacional, como hicieron con Pinochet. En Australia y los Países Bajos hay planteos similares. En Malta, la policía detuvo a los organizadores de las marchas en repudio a la visita de Ratzinger. El País, de Madrid, difundió documentos que prueban que “el sociópata” Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, distribuía profusamente sobornos en el Vaticano para frenar las denuncias de abuso de sus pupilos y seminaristas, y también de sus propios hijos (tuvo seis). En Italia, el poderoso cura Ruggero Conti, asesor de Políticas de Periferia y Familia del derechista alcalde de Roma, Giani Alemanno, está con prisión domiciliaria por abuso y prostitución de 40 menores. El encubrimiento involucra a varios obispos y tres cardenales. Es sólo la punta de un iceberg que flota a metros de la Plaza San Pedro.


Sotanas a la defensiva


Las respuestas del Vaticano son un zigzag que sólo acentúan la debacle. Cuando se esperaba que Ratzinger utilizara el sermón de Pascuas para pedir un perdón convincente y anunciara una purga de magnitudes cósmicas, les pidió a los fieles que descreyeran de las habladurías. Un coro de obispos afirma que la Iglesia es atacada por su oposición al matrimonio homosexual y al aborto. El más notable es el de Tenerife, que acusó a los niños de tentar a los pobres sacerdotes. El vocero vaticano, Federico Lombardi, adjudicó los abusos sexuales del clero a la revolución sexual y a la secularización de la sociedad. La defensa de Ratzinger refuerza su aislamiento, al punto que el prostibulario Berlusconi es el único jefe de Estado que le ofreció su solidaridad.


Acorralado, el Vaticano ordenó al clero, por primera vez, que denuncie los nuevos casos ante la Justicia civil. Parece insuficiente. Las víctimas que antes pedían sólo asunción de responsabilidades y disculpas, hoy exigen, como el Catholic Reporter de Estados Unidos, la renuncia de Ratzinger y de todos los implicados –o sea de decenas de obispos y cardenales.


Benedicto “ya no tiene ninguna chance” de recuperar la credibilidad de la Iglesia, opina el New York Times. Fue elegido porque conocía al dedillo los abusos y pensaron que podría manejarlos, pero dice El País: “Su papado ha fracasado”. Son formas casi cardenalicias de telegrama de despido, que Ratzinger no parece dispuesto a acatar. A la crisis, entonces, sólo le espera una escalada. Para decirlo en tonos bíblicos, dios ciega a los que quiere perder.