Un derrumbe mundial

La declaración del primer ministro japonés de que Japón podría verse obligado a vender sus bonos del Tesoro norteamericano, sirvió para poner al desnudo la fragilidad del‘boom’ especulativo de la bolsa de Wall Street. En un par de horas las cotizaciones de las acciones cayeron un 2,5 por ciento, lo que equivale a una pérdida de cerca de 300.000 millones de dólares. Los bonos, por su lado, recularon un uno por ciento, lo que produjo una elevación similar en las tasas de interés. Ryutaro Hashimoto llegó a amenazar con vender bonos norteamericanos para comprar oro, lo cual desataría una gigantesca depresión mundial, porque significaría una drástica reducción de la moneda y del crédito circulante.


Quedó claro, de este modo, que la performance ‘brillante’ de Wall Street obedece al influjo de dinero japonés. Como la depresión económica en Japón, conjugada con una gigantesca emisión de moneda, ha reducido las tasas de interés niponas a menos del uno por ciento anual, los especuladores internacionales toman dinero prestado en Japón y lo invierten en las diferentes plazas internacionales, donde los rendimientos de los bonos son diez veces superiores y los retornos sobre acciones son incluso mayores. Solamente en abril último, las colocaciones japonesas fuera del país sumaron 22.800 millones de dólares. El total de la deuda extranjera en manos de japoneses es de 675.000 millones de dólares, de la cual unos 460.000 se encuentran en papeles norteamericanos (Clarín, 24/6).


El ‘éxito’ bursátil norteamericano refleja, de esta manera, un extraordinario desequilibrio económico internacional y el crecimiento descomunal de la deuda exterior de los Estados Unidos. Las colocaciones en dólares constituyen el 57 por ciento del conjunto de las inversiones financieras, unos ocho puntos más que hace cinco años (Financial Times, 22/6). Aunque las colocaciones japonesas sólo representan un 6% del mercado de valores norteamericano, que está evaluado en casi 8 billones de dólares, un retiro más o menos masivo de esas inversiones provocaría un colapso bursátil gigantesco. Es que ese 6 por ciento representa un porcentaje mucho más alto sobre el total, cuando se considera exclusivamente el volumen diario promedio que se negocia en Nueva York.


Enfrentamientos comerciales


La declaración del japonés tiene que ver con el creciente superávit que Japón viene registrando en su comercio con Estados Unidos, el cual está provocado por la desvalorización del yen. El subsecretario del Tesoro de Estados Unidos advirtió que este superávit podría dañar el crecimiento económico e incentivar el proteccionismo (International Herald Tribune, 12/6). Este diario informa también que “los industriales norteamericanos están haciendo campaña para que la administración Clinton los proteja frente a las crecientes exportaciones de Japón”. El superávit japonés aumentó un impresionante 90 por ciento solamente en abril último, y los analistas estiman que seguirá para arriba.


La amenaza de vender bonos para ‘estabilizar’ el cambio constituye un chantaje. Hashimoto está diciendo que si se detiene la desvalorización del yen para mejorar la posición competitiva de las exportaciones norteamericanas con relación a las japonesas, se corre el riesgo de provocar un derrumbe de Wall Street y un colapso de los bonos del Tesoro norteamericano. Una venta de bonos norteamericanos por parte de los japoneses significaría un pase de inversiones de dólares a yenes, lo cual desvalorizaría al dólar y revalorizaría al yen.


Una devaluación del dólar significaría, por otra parte, la desvalorización correspondiente de las inversiones colocadas en dólares. Los japoneses advierten que pretenden curarse en salud retirando su plata antes de que esto ocurra. La última desvalorización del dólar, ocurrida a fines de los 80, les provocó a los japoneses pérdidas del orden de los 500.000 millones de dólares en cuatro años.


Hashimoto se vio también obligado a hacer su demoledora referencia a la ‘estabilidad’, debido a que la incipiente revalorización del yen (y devaluación del dólar) que se inició en mayo último ya provocó un tendal de víctimas en Japón. Ocurre que para revitalizar a la Bolsa de Tokio comenzaron a emitirse, el año pasado, bonos en yenes con una cláusula de que los intereses de esos bonos serían los que se pagan en Estados Unidos, y de que serían reajustados en el caso de desvalorización del yen (“knock-out bonds”). La reciente revalorización de la moneda japonesa ha tenido el efecto contrario —depreciar esos bonos—, lo que es un golpe contra la Bolsa de Tokio (Financial Times, 13/6).


Las condiciones del crac


Mientras los propagandistas a sueldo presentan al ‘boom’ bursátil norteamericano como un reflejo de la ‘fortaleza’ de la economía, el Banco Internacional de Pagos acaba de advertir sobre el ‘exceso’ de especulación mundial. La ‘preocupación’ de los banqueros deriva del uso creciente que se está haciendo de los bonos que emiten los países ‘emergentes’ para obtener préstamos bancarios, que son usados para comprar nuevos bonos de esos países y así de seguido (International Herald Tribune, 2/6).”Lo que inquieta al BIP no es sólo la calidad de esta pirámide de préstamos, dice el diario, sino también su tamaño…”. En este caso, la alusión a una‘pirámide’ tiene todo que ver con Albania.


El Financial Times dice (10/6) que “El BIP está particularmente preocupado por la capacidad del sector financiero para responder a una posible baja en el precio de los activos”. Nada más lógico, cuando esos activos constituyen la garantía de una bicicleta de préstamos. A la luz de esto se entiende mejor porqué la reunión del “grupo de los 7”, en Denver, tiene en su temario la cuestión de la solidez del sistema bancario internacional.


La advertencia del BIP clarifica el motivo del éxito que tiene la colocación de bonos por parte de países que tienen elevadas deudas externas y que, por lo tanto, están fuertemente hipotecados y potencialmente se encuentran en quiebra. Es que esos bonos sirven como garantía para seguir sacando plata y seguir especulando. La‘pirámide’ es un mecanismo que permite usar repetidas veces un monto único de inversión inicial. Esto, mientras funciona, produce rendimientos gigantescos.


Por último, es necesario señalar que el ‘boom’ bursátil se ha transformado en un espejismo muy particular. Es cierto que los valores de las bolsas pasaron de menos de 6 billones de dólares, en 1986, a 17 billones, en marzo último, nada menos que un aumento del 200 por ciento; en Estados Unidos, ese incremento fue aún mayor. Sin embargo, como el crecimiento del producto bruto mundial y de los dividendos que pagan las empresas fue, claro, mucho menor, el rendimiento de las acciones ha descendido considerablemente. The Wall Street Journal estima ese rendimiento, en promedio, de 1.72 por ciento anual (La Nación, 16/6). Para obtener grandes ganancias en estas condiciones, el método de la ‘pirámide’ es insoslayable, lo que provoca, a su vez, que las bolsas alcancen valores cada vez más ficticios, o sea, que no corresponden al valor real del capital de las empresas y de sus posibilidades de ganancias.


La ficción del capital


Pero un estudio reciente ha revelado que el ‘boom’ bursátil se está limitando ahora a un reducido número de empresas, o sea que la mayoría está experimentando una verdadera caída. Por ejemplo, mientras el índice bursátil de las 100 principales empresas británicas está un 13 por ciento arriba de su nivel de principios de año, el índice de las 250 se encuentra un uno por ciento abajo. Las ganancias por acción de estas 250 han caído un 3 por ciento el año pasado. Apenas 15 empresas cotizantes concentran el 36 por ciento del mercado de compra-venta de acciones, dominadas por servicios financieros, petróleo y medicamentos (Financial Times, 7/6).


Dice el autor que estamos citando: “Los esquemas de mercado en el Reino Unido son fuertemente parecidos a los de Estados Unidos. Allí, los índices de empresas pequeñas han caído hasta un 20 por ciento en los últimos doce meses y el índice Russell de 2.000 empresas sólo recientemente ha superado su pico de mayo de 1996”.


Estos datos ponen en evidencia que las fuerzas depresivas ya están actuando en el ‘eufórico’ mercado financiero internacional. Los giros en las cotizaciones de las monedas de los distintos países y los enfrentamientos comerciales sólo actuarán como un detonante de un proceso de crisis que se ha incubado a través de un largo período de tiempo. Entre los procesos monetarios que se han agregado a la rivalidad dólar-yen, ha aparecido últimamente el que destaca la debilidad con que nacería la moneda europea.


Pero la gigantesca concentración de las inversiones bursátiles no obedece a que las grandes empresas ofrezcan rendimientos superiores a los de las menos grandes.”Las ‘top 100’, además, dice el columnista del Financial Times, incluyen muchos bancos, industrias y servicios considerados flojos, mal gerenciados o políticamente vulnerables: ¿por qué, entonces, abalanzarse sobre ellos?”. La explicación del articulista es que las enormes sumas de dinero que desplazan los Fondos norteamericanos necesitan asegurarse liquidez, o sea la posibilidad de retirar con rapidez sus inversiones al menor síntoma de cambio en el mercado. Esto significa que toda la especulación mundial gira en torno a la posibilidad más o menos inminente de un derrumbe.


Economía y política


Como se puede apreciar, la creciente inestabilidad política mundial y la tendencia a levantamientos y rebeliones populares no solamente obedece al crecimiento de la desocupación masiva, sino a la perspectiva de un gran derrumbe financiero. La ‘entrada de capitales’ en la Argentina no responde ni a la salud económica, ni a la política del régimen menemista, sino a la operatoria ‘piramidal’ de un capitalismo que no encuentra posibilidades de lucro en las esferas de la industria, esto en relación, claro, al gigantesco capital acumulado.


El sistema político mundial es un castillo de naipes.