Un impeachment exprés en un Estados Unidos polarizado

Camina a la absolución el proceso contra Trump, sin que se cierre la crisis política que lo llevó al poder.

A pocos días de iniciado el juicio político contra Donald Trump, se confirman las pocas perspectivas de la iniciativa demócrata.


El partido opositor no logró hacerse con ningún voto favorable de los senadores republicanos que dominan la Cámara Alta. Estos, a su turno, rechazaron en la noche del martes las modificaciones a la modalidad del juicio sugeridas por los demócratas, quienes demandaban poder sumar nuevos testigos clave y acceder a más documentos. Todo apunta a que el impeachment, en el que el presidente enfrenta cargos por abuso de poder –por sus gestiones y extorsiones para que Ucrania avance judicialmente contra los negociados del hijo del candidato demócrata Joe Biden- y por obstrucción al Congreso que investigaba esos menesteres, será exprés y absolutorio.


Los demócratas tienen que haber considerado este escenario, y es probable que hayan decidido seguir adelante con el proceso convencidos de que dañaría la imagen de Trump hacia las elecciones presidenciales de noviembre. Mientras que tal efecto es aún incierto, lo que asoma claro es que el asunto concluirá con los senadores republicanos habiendo cerrado filas con el rubio chillón y con los demócratas habiendo lanzado una ofensiva que terminó aguada.


Crisis del régimen y polarización


Que Trump sea el objeto de uno de los pocos (tres) impeachments en la historia del país, y sin embargo sobreviva al mismo y se confirme como el candidato republicano da cuenta de que la crisis del régimen político yanqui que le permitió llegar al poder no se ha cerrado y amenaza con hacerse más honda. Mientras el magnate viene sufriendo reveses en su tentativa de encumbrarse como un Bonaparte –entre ellos los choques con la justicia, la existencia de “ciudades santuario” que desconocen su política migratoria, los papelones en política exterior y el propio impulso de la inteligencia y el servicio diplomático al impeachment-, no surge ningún presidenciable alternativo en el campo republicano y las figuras del establishment están lejos de tener garantizada una victoria en la interna demócrata.


El partido opositor se hizo con la mayoría en la cámara baja en las elecciones de medio término de 2018, pero debió sentir en estas la corriente de antipatía hacia su última candidata presidencial, Hillary Clinton. Una encuesta reciente difundida por CNN coloca por vez primera a Bernie Sanders, autoproclamado socialista, como el favorito entre demócratas e independientes para las internas demócratas, con una leve diferencia sobre Joe Biden: 27% sobre 24%. Sanders habría sumado adhesiones en estos días por condenar las provocaciones de Trump contra Irán, a tono con las manifestaciones de repudio al asesinato del general persa Soleimani que tuvieron lugar en todo Estados Unidos; y es quien más ha recaudado para la campaña, en su mayoría de trabajadores y de sectores de más bajos ingresos. De esta manera, se configura un escenario posible de confrontación entre un candidato “izquierdista” y otro de ultraderecha, ambos outsiders del establishment.


Tal competición se ubicaría en línea con lo visto al inicio de la anterior campaña presidencial, y daría expresión a la polarización política que atraviesa el país, que los medios yanquis recogen con insistencia y contra la cual estuvo dirigida la plegaria de un reverendo que abrió la sesión del Senado en que los demócratas alegaron contra Trump (La Nación, 23/01). El aumento de la violencia racial apañada por el magnate, de un lado, y del otro el crecimiento de los Demócratas Socialistas de América, la principal organización de izquierda y un sostén clave en la candidatura de Sanders, vienen a dar cuenta de esta polarización. Ello incluso cuando Sanders y DSA obstaculizan una franca polarización entre los explotados y los explotadores, limitándose en sus choques con Trump a la acción parlamentaria orquestada por el Partido Demócrata y buscando encolumnar detrás de este partido de la burguesía imperialista a la militancia obrera y juvenil.


Los blefs del tuitero y el espectro de la recesión


Con la mira puesta en primer lugar en la reelección, Trump buscó mostrar iniciativa mediante el asesinato de Soleimani. Las demagógicas protestas demócratas ante el episodio no logran ocultar que su programa de fondo es por una política imperialista más sistemática y agresiva, dando expresión a los sectores de la burguesía norteamericana que ven espantados las improvisaciones de Trump en política exterior y la multiplicación de recules (desde el fracaso del golpe en Venezuela hasta la retirada de tropas de Siria y, de conjunto, el retroceso de Medio Oriente).


A estos recules se suman los blefs con Corea y China, a quienes el magnate primero amenazó y luego les terminó firmando acuerdos, presionado por los reclamos de los exportadores que se veían perjudicados. Incluso, con el carácter precario y bien restringido de lo firmado con China, el asunto volvió a mostrar las divisiones dentro de la clase capitalista yanqui, aun cuando el conjunto de esta comparte el objetivo estratégico de profundizar la colonización capitalista del gigante asiático.


En este escenario complejo, con espoleos desde arriba y desde la calle, Trump logró frenar la caída de popularidad apelando a la reactivación económica de los años iniciales de su mandato y a indicadores como el de desocupación, que está en su mínimo histórico (a costa de salarios y condiciones de trabajo paupérrimos). La burguesía industrial, que se ha visto afectada por la guerra comercial, se mantiene con todo en favor de las barreras arancelarias de Trump –al igual que sus socios en la burocracia sindical-, sospechando que enfrentarían una caída peor sin ellas (Financial Times, 9/1)


La economía del país, con todo, sufre una desaceleración: el tercer trimestre de 2019 vio su registro de expansión más bajo de la época Trump, con entre 1,9% y 2,1%, y no son los pocos los que advierten ante el riesgo de una recesión (el fantasma que recorre el mundo). Los bonos con vencimiento a largo plazo han pasado a rendir mejor que los de corto plazo, expresando la incertidumbre sobre el futuro inmediato de la economía. Hay quienes señalan, incluso, que la caída del desempleo responde a que los empresarios optan por tomar a estos trabajadores superflexibilizados en desmedro de inversiones en capital.


La crisis política y económica que atraviesa el coloso del norte, combinados con los síntomas de radicalización en amplias franjas de los explotados, muestran el campo fértil para la organización revolucionaria, independiente de los partidos de la burguesía imperialista, contra las avanzadas fascistoides, el belicismo y la explotación.