Un nuevo capítulo de la guerra imperialista


Después de los atentados en París, las fuerzas francesas (con auxilio norteamericano) emprendieron masivos bombardeos sobre territorio sirio con el argumento de destruir al Estado Islámico (EI). A la ofensiva se ha sumado Putin, que ordenó a las tropas rusas que coordinen sus acciones con las potencias occidentales. El régimen iraní anunció sus intenciones de plegarse a esta “coalición única”.


 


El imperialismo ha dado un salto en una escalada que lleva años de acciones militares sobre Siria, Irak, Afganistán, e incluso en el continente africano, adonde Francia envió tropas (Mali). 


 


Estado de excepción


 


Para desarrollar esta ofensiva, el gobierno francés impulsa una “unidad nacional” (a la que se han plegado sectores de la izquierda) y un reforzamiento del estado de excepción dentro de su propio territorio. Ha prorrogado por tres meses el Estado de urgencia que habilita a detenciones y registros domiciliarios sin orden judicial. Más aún, el primer ministro francés propone modificaciones que otorguen status constitucional a los ataques contra las libertades democráticas iniciados desde el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo. Los servicios de inteligencia han sido reforzados y en mayo se aprobó una ley que les otorga amplios poderes de intercepción de comunicaciones telefónicas y cibernéticas con la mera autorización del primer ministro. También se ha habilitado que “en casos urgentes, los espías pueden hasta actuar de inmediato y comunicar después su acción” (El País, 14/11). El reforzamiento de los servicios de inteligencia, que se extiende también a Gran Bretaña, no impidió los recientes atentados e, inclusive, uno de los atacantes suicidas estaba registrado por ellos. En cambio, las medidas de excepción en desarrollo en Francia y otros países del continente europeo apuntan a una regimentación y división de los explotados en el cuadro de la bancarrota capitalista, por un lado, y a la necesidad de establecer esa regimentación para dirimir el reparto de Medio Oriente, por otro.


 


Pero hay más: el gobierno se propone ampliar las atribuciones del personal policial en el uso de armas de fuego (¿gatillo fácil?) e inclusive el presidente Manuel Valls declaró que “hay que expulsar a los que mantienen discursos insoportables contra la República” (ídem, 17/11). Ha copiado el libreto de Marine Le Pen de disolver las mezquitas ‘radicales'. Sobre barrios empobrecidos de mayoría musulmana, como Molenbeek en Bélgica (sindicado como semillero de ‘jihadistas'), se ha desatado una cacería. El sionismo ha hecho su aporte, identificando el accionar fascista del Isis con la resistencia palestina contra la ocupación.


 


Por último, se procura endurecer la política hacia los refugiados: Turquía, el puente principal de acceso a Europa Occidental por parte de los refugiados sirios, fue exhortada -a cambio de algunas concesiones- a detener la marea de refugiados hacia las costas griegas. La beligerancia estatal contra los refugiados es previa a los atentados, como lo prueban los muros en Europa del Este y el estado de abandono al que el Estado francés somete a los migrantes en Calais.


 


Escalada


 


Como se plantea en un artículo del New York Times, los ataques de París han replanteado el problema de un incremento de las operaciones militares de Estados Unidos y Occidente en Siria y en Irak. Los límites de la política de bombardeos plantean el problema de una operación terrestre, aunque existe un temor fundado que un paso de estas características conduzca a sus promotores a un pantano superior al actual.


 


La ‘megacoalición’ contra el EI debe superar múltiples contradicciones: el planteo de cortar sus fuentes de financiamiento choca con el hecho de que la propia anfitriona del encuentro del G20, Turquía, así como Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo enfrentadas a Irán, están comprometidas en dicho financiamiento (Putin ha denunciado el financiamiento al EI por parte de ¡40 países!); el recurrente planteo de una transición política en Siria, debatido en la Cumbre de Viena, requiere una resolución previa de divergencias sobre la ‘hoja de ruta', principalmente el papel que ocuparían en ella Al Assad y sus fuerzas armadas.


 


Estados Unidos y Rusia han desarrollado un compromiso precario contra el Estado Islámico, debido a sus intereses divergentes.


 


Acción internacional


 


El terror fascista del EI y la intervención imperialista (y rusa) están en un mismo campo contra los explotados de Medio Oriente. Es necesaria una acción internacional de los trabajadores contra el terror fascista de EI y contra la escalada belicista del imperialismo en Medio Oriente.