Un partido de trabajadores para “el año electoral”

Un reciente boletín de la llamada Unión de Militantes (Nº 7) deja en claro el alcance que este grupo le da a su planteo de formar un partido de trabajadores, al decir que “otra vez más encaramos el año electoral sin alternativa propia…”. Es decir que acusa a la izquierda nada menos que de dejar escapar, y esto en forma sistemática, las fechas u ocasiones electorales


• Cualquiera sabe que eso del ‘año electoral’ es una caracterización interesada de los ‘comunicadores sociales’ y de los políticos patronales y del gobierno, para quienes la solución de la tremenda impasse capitalista y aún de la crisis política se encuentra en las alternativas comiciales. Ninguna salida estratégica, dicen, debería procurarse por otra vía, ni tampoco, por lo tanto, el recurso a otras vías para preparar una salida estratégica. Dentro de la constitución todo, por afuera nada, incluso si en el ámbito constitucional se registra una ola histórica de despidos y una desocupación fenomenal. Los obreros de Ford, Renault o Fiat deberían prepararse, no para enfrentar la cesantía en masa sino ‘el año electoral’.


• Pero aunque proclamen el año electoral, los políticos de turno no pueden evitar que en la agenda del Estado y de las patronales no sean las elecciones las que figuren en lugar prominente sino la crisis económica, el peligro de una cesación de pagos de Brasil, la crisis del peronismo, el temor a los cortes de ruta u ocupaciones de fábrica, la declinación de la Alianza. Lo que figura al tope de la agenda es, como resumen de todo esto, la crisis política de conjunto. Un partido de trabajadores debería encarar esta crisis de conjunto, no el año electoral, y cuando llegue el momento de presentar su plataforma electoral, ésta deberá estar al servicio de esa salida de conjunto, no de la ficción electoral.


• El grupo político en cuestión pretende construir un “partido amplio” que superaría el “sectarismo” de la izquierda, pero ahora está claro que esa ‘amplitud’ no es otra cosa que electoralismo, o sea tomar como propio el terreno de la burguesía. Pero que ocurra esto es inevitable, porque para plantear una salida de conjunto hay que tener un programa, mientras que para este grupo la delimitación programática es sinónimo de ‘construcción sectaria’, en tanto que lo que éste reivindica es una organización “amplia y democrática”, es decir sin delimitaciones. A la larga, semejante partido de trabajadores sería un partido burgués más, en el sentido de que carecería de una delimitación de principios con el régimen burgués.


• Un ‘partido amplio’ significa incorporar los prejuicios de las masas, a diferencia de un partido realmente obrero, el cual distingue de entre el conjunto de tendencias que recorren a las masas (algunas de las cuales son incluso francamente reaccionarias) a aquellas revolucionarias.


• El año en curso ofrece no una oportunidad electoral sino la oportunidad de que las masas vivan una experiencia histórica de gran amplitud y de que la vanguardia aproveche este hecho para que los explotados abandonen su situación cautiva de los partidos patronales y conquisten la independencia de clase. Para que esto pueda lograrse es necesario un programa de lucha de clases, no un inventario de reivindicaciones electorales. Pero es precisamente el programa lo que rechaza este grupo que aboga por el “partido amplio y democrático”, ya que todo programa significa una delimitación política. Pero sin un programa revolucionario no será posible que las organizaciones obreras existentes o las que se construyan en este período rompan con la burguesía y tomen un camino de independencia política. Un ‘partido amplio y democrático’ es sinónimo de charlatanería; lo que se necesita es un partido de acción o de combate donde la discusión esté al servicio de la lucha. Un partido cuyos lineamientos son fijados por la media aritmética de los prejuicios particulares de sus ocasionales participantes, perpetúa e incluso refuerza el atraso político, que como todo el mundo sabe es la base de la dominación política ‘democrática’. El programa de un partido obrero debe socializar la experiencia histórica de la sociedad y del proletariado, lo que está muy lejos, por supuesto, de una suma de opiniones momentáneas.


• La Unión de Militantes quiere ‘empezar de nuevo’, o sea ignorar las luchas de tendencias y partidos en el pasado, juzgarlas a todas con el rasero del “fracaso”, como si la tarea del revolucionario fuera ofrecer ‘un éxito garantido’ (o le devolvemos su dinero). Esta forma reaccionaria de hacer tabla rasa con el pasado, constituye una manifestación de ignorancia y un signo inconfundible de desmoralización política.