Un pico más alto de la crisis mundial

El derrumbe de las Bolsas y de los precios del petróleo, en las últimas semanas, ha alcanzado dimensiones muy amplias. En el caso de las acciones, las cotizaciones han caído, en especial en Londres y Tokio, en lo que los profesionales de la especulación llaman “zonas de corrección” -cuando superan el 20%, augurando una tendencia a la baja. Lo mismo ha ocurrido con el índice Russell, que reúne el mayor número de empresas cotizantes en la bolsa de Nueva York. El petróleo, por su lado, quebró lo que llaman “la línea de resistencia” de los 30 dólares el barril


El derrumbe de las Bolsas y de los precios del petróleo, en las últimas semanas, ha alcanzado dimensiones muy amplias. En el caso de las acciones, las cotizaciones han caído, en especial en Londres y Tokio, en lo que los profesionales de la especulación llaman “zonas de corrección” -cuando superan el 20%, augurando una tendencia a la baja. Lo mismo ha ocurrido con el índice Russell, que reúne el mayor número de empresas cotizantes en la bolsa de Nueva York. El petróleo, por su lado, quebró lo que llaman “la línea de resistencia” de los 30 dólares el barril.


 


Los medios financieros informan que las pérdidas de “capitalización bursátil” han alcanzado, desde el pico de mediados del año pasado, los 3,5 billones de dólares. Una desvalorización de esta amplitud en un lapso tan corto de tiempo revela el carácter ficticio del valor de capital que se cotiza en la Bolsa. Esta información no nos esclarece, por otro lado, acerca de las pérdidas reales que sí han sufrido los especuladores, que han adquirido esas acciones a crédito. Las bajas obligan a los ‘inversores’ a depositar dinero adicional para cubrir la depreciación de las garantías representadas por las acciones que han comprado. Algo similar se puede decir sobre la ficción del nuevo precio del petróleo, porque ese precio corresponde a papeles que acreditan a los especuladores el derecho a negociar un petróleo que no tienen físicamente. No corresponde a una alteración de los costos de producción. La expectativa de que Irán ingrese al mercado petrolero una producción mayor, a partir del levantamiento de sanciones impuestas por la ONU, ha detonado una nueva caída, aunque esa mayor producción sólo se hará efectiva dentro de seis meses a un año. Las pérdidas reales que han sufrido los especuladores ubicados del lado ‘incorrecto’ de la ecuación, además de ser, de nuevo, reales, afectan a los bancos que los financiaron. Más grave es aún la situación las compañías petroleras que se han financiado con un endeudamiento enorme y la de aquellos Estados que dependen de los ingresos fiscales del petróleo. La posibilidad de que todos estos derrumbes se traduzcan en quiebras reales depende, aunque solamente hasta un cierto punto, de los acuerdos y desacuerdos que puedan alcanzar acreedores y deudores.


 


Lehman Brothers


 


Los editorialistas de diarios como The Wall Street Journal y Financial Times minimizan los riesgos de una crisis generalizada. Sostienen, por un lado, que los eventos señalados constituyen una anomalía, alegando que “no hay señales de recesión” y que los indicadores económicos, al menos en Estados Unidos, son “robustos”. Agrega, junto al Financial Times, que la baja del precio del petróleo es un dato positivo, porque entraña un aumento del poder adquisitivo de los consumidores. De acuerdo con esto ‘habría que pasar el invierno’ (boreal). Los argumentos, de todos modos, sorprenden:


 


1) el estallido de una crisis tiene lugar, precisamente, cuando los indicadores en la víspera son excelentes; 2) junto al petróleo han venido cayendo en plomada todas las materias primas minerales y también alimentarias -y sin embargo, no se ha visto que hubieran reactivado la economía. En un marco de sobreproducción, la deflación resultante acentúa la caída de beneficios de los capitales, incrementa el valor real de sus deudas y disminuye incluso la demanda de consumo personal vía el desempleo total o parcial, así como la reducción de los salarios.


 


El otro punto en debate entre los especialistas dice respecto de si el derrumbe ha sido desatado por el crecimiento menor de China, la caída del petróleo o el “cambio de ciclo” de los países emergentes, que de supuestos ‘tigres’ que tiraban la economía mundial hacia arriba se han convertido en una hipoteca impagable. 


 


Desde el inicio de la crisis, sin embargo, es claro que ella tiene un carácter de conjunto que desplaza continuamente su eje de gravedad, pero que, precisamente por esta característica, conserva su punto central en Estados Unidos.


 


Constituye una distorsión también presentarla por países -o sea haciendo abstracción del contenido social de los estados. En numerosos países se están desmoronando sus pilares industriales y/o financieros, de modo que el derrumbe de las finanzas públicas no es más que una consecuencia. El desplome de Petrobras amenaza llevarse puesta a gran parte de la industria y de las contratistas brasileños; el de PDVSA entraña la liquidación de un conjunto de activos estatales y el arrasamiento de la economía familiar; todo esto vale para la siderurgia y el carbón de China, así como de las economías locales y bancos del país, y de la construcción.


 


El rescate de capitales, especialmente bancos, a partir de la debacle de 2008, ha redundado en la acentuación de un sistema capitalista ‘zombie’, que sobrevive a fuerza de dinero público y que ha desatado como consecuencia un crecimiento enorme del capital ficticio. Los billones de dólares dispensados por los bancos centrales y el fisco en la década reciente no solamente han alimentado, en última instancia, un proceso especulativo sin precedentes. Ha acentuado la sobreproducción, contra todo lo que exige un cuadro de excesos de capitales y producción. Es lo que ha ocurrido con los subsidios a la siderurgia y a la construcción en China, y con la industria petrolera no convencional en Estados Unidos, que ha emergido como consecuencia de una financiación a tasas cercanas a cero. Estos procedimientos artificiales para reanimar la tasa de ganancia capitalista se han agotado. Especialmente los bancos y fondos de inversión rebozan de dinero en efectivo por ausencia de oportunidad lucrativa de inversión, al mismo tiempo que el endeudamiento de las empresas en industrias decisivas es mayor que nunca. La famosa crisis de los años ‘30 del siglo pasado estalló, precisamente, cuando la caja de la contabilidad capitalista se encontraba en un máximo histórico.


 


Para un economista entrevistado por Ambito Financiero (22/1), ni China ni el petróleo son los “detonantes” de la situación actual -“la causa”, dice, es Estados Unidos. “Desde marzo del año pasado (casi un año), las ganancias esperadas de las empresas son negativas (…) la facturación viene mal y las ganancias peor”. Agrega: “China crece menos porque lo que fabrican norteamericanos y europeos en ese país y lo exportan a Estados Unidos y Europa tiene menos demanda. El problema es (…) el cuasi estancamiento en Estados Unidos y Europa”. En definitiva, la Bolsa norteamericana se encuentra sobrevaluada, por un lado, debido a una especulación a la suba promovida por compras financiadas a tasas de interés bajísimas y, por el otro, por una caída generalizada de beneficios. Esta situación debe desembocar, al límite, en una nueva etapa de quiebras. Es un retorno al punto de partida -la quiebra de Bear Stearns), primero, en julio/diciembre de 2007 y la de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, a una escala financiera y social considerablemente más elevada.


 


La “transición” china


 


No es ésta, sin embargo, la opinión del ‘establishment’. Para ésta, China debería completar su gran performance de las últimas décadas pasando de una economía industrial de exportación a una economía con predominio de los servicios -educación, salud, una economía de crédito generalizado. La refutación de que China estaría amenazada por una crisis de alcances inestimables, residiría en las posibilidades inmensas que ofrecería el pasaje a una economía realmente moderna. 


 


“El endeudamiento general de China (…), y en especial de sus corporaciones no financieras, es mayor que en Estados Unidos” (Martin Wolf, editor del Financial Times, 20/1).


 


La “transición” salvadora, sin embargo, no avanza -y por causa. “Aunque el gobierno promete una gran tolerancia para compañías del sector privado e inversores extranjeros en algunas áreas de la economía, no hay apetito por privatizaciones generalizadas en áreas tradicionales dominadas por el Estado (…). El enfoque preferido del Estado, con relación a las “compañías zombies”, es proceder a fusiones o adquisiciones en lugar de quiebras y liquidaciones”. Pero las ‘fusiones y adquisiciones’ suponen la asociación o venta de empresas a precios cercanos a la quiebra, y a la venta de los activos superfluos a precios de remate. Esto es lo que no puede abordar el gobierno chino, porque representaría un salto al vacío, por un lado, y por el temor a un estallido social, por el otro. Para “muchos analistas, sin embargo, el retroceso de la industria pesada es tan salvaje que el gobierno no podría salvarla aunque quisiera” (Mitchell, ídem). A la luz de esto, aunque el ‘detonante’ se encuentre en Estados Unidos, se trata de una bomba a control remoto que produciría su estallido en China. Entretanto, la sobreproducción industrial, la caída de la tasa de beneficio y el endeudamiento han producido una feroz salida de capitales, del orden de un billón de dólares en el año. China tiene su propio ‘mercado blue’ en Hong Kong, Macao o incluso Londres, donde su moneda se cotiza por debajo del ‘oficial’. La reacción del gobierno ha sido recurrir al método Kicillof -con resultados que acabarán siendo más catastróficos.


 


Brasil


 


Lo que los chinos parecen reacios a hacer, en Brasil va a ritmo de samba. Es el caso de Petrobras, que fue señalada por el desarrollismo brasileño como la nave de proa de la industrial del país. En su entorno se desarrollaron contratistas de construcción y proveedores industriales de equipos petroleros para perforaciones complejas y para refinerías. Entre la caída del precio del petróleo, la tendencia decreciente de los beneficios -compensada por un endeudamiento creciente- y el retiro del financiamiento internacional, Petrobras pasó de una capitalización bursátil de 270 mil millones de dólares a la actual de 25 mil millones -una desvalorización sin precedentes (Valor Económico, 16/1). La industria creada en su periferia enfrenta la bancarrota.


 


“Hoy -dice un columnista del diario citado- están siendo ofrecidos entre 20 y 30 activos, que incluyen a Braskem, Liquigas, BR Distribuidora, TAG y las terminales de GNI de Rio de Janeiro y Pecem”. Está negociando la venta de sus ramas de fertilizantes. Para salir de la quiebra pretende también vender los oleoductos y pasar de propietaria a usuaria. El pronóstico oficial es que el PBI de Brasil se hundirá más de un 4% en 2016 y una tasa dos veces y media más alta la industria. El diario en cuestión afirma que la “capitalización de Petrobras (por el Estado) resulta inevitable”, aunque advierte que cuando el tema se planteó el año pasado “la discusión no prosperó por el impacto directo que tendría en la ya elevada deuda bruta del sector público”.


 


El destino de Petrobras y de buena parte de la industria de Brasil deberá desatar una crisis social y política inmensa, que apenas se insinúa en la que ya ha puesto en marcha el llamado “lava jato”. La siderurgia y la metalurgia brasileña están trabajando a mitad de su capacidad; la prensa alerta acerca de la inminencia de diez millones de desocupados. La crisis mundial en esta etapa ha convertido a la crisis desatada por la quiebra de Lehman Brothers, en un episodio iniciático.


 


PDVSA no ha desarrollado ningún entorno industrial, pero ha sido convertida, en Venezuela, en la financista de la industria nacionalizada y de gran parte de las cooperativas y planes sociales (la nacionalizada Sidor estaría trabajando al 30% de su capacidad). Para 2016, PDVSA y el Estado venezolano enfrentan vencimientos de deuda internacionales que son impagables. Se encuentra planteada la cuestión del defol -con sus inmensas consecuencias políticas internacionales.


 


La caída de los precios de las materias primas, así como el elevado endeudamiento de los períodos de ‘vacas gordas’, ha producido una salida de capitales de América Latina, en 2015, de unos 700 mil millones de dólares.


 


Estados Unidos – Arabia Saudita


 


La sobreproducción petrolera está estrechamente vinculada con la política de rescate capitalista aplicada para salir de la crisis. Ocurre que, más allá de los progresos tecnológicos, el desarrollo de la producción de gas y petróleo no convencionales no habría podido desarrollarse, en Estados Unidos, sin el enorme subsidio que representaron las bajísimas tasas de interés. Habilitaron la entrada al mercado de una producción cuyo costo oscilaba entre 50 y 80 dólares el barril. Esto autoriza las sospechas de los gobernantes venezolanos y saudíes de que la sobreproducción de petróleo fue una orientación estratégica de Estados Unidos para golpear, a unos, y condicionar, a otros, en el plano político.


 


La pugna ha llegado a un momento crucial, porque, de un lado, una cincuentena de empresas ha debido tirar la chancleta, que ha comprometido a varios bancos. El Wells Fargo, el primer banco de Estados Unidos, tiene comprometidos unos 20 mil millones de dólares en esta industria. Según una agencia internacional, “las grandes compañías petroleras dependen del dinero de sus acreedores” (Ambito, 22/1). Por otro lado, Arabia Saudita ha decidido mantener la pulseada al negarse a reducir la producción para llevar los precios a nivel más alto. El resultado es una quiebra de los ingresos petroleros del reino y un fuerte déficit fiscal. La salida elegida por el reino para definir la competencia en el mercado ha sido la de privatizar parte de su empresa estatal, Aramco, un 30% -aunque sobre un valor de más de tres billones de dólares. La intención de recaudar una caja de 900 mil millones de dólares choca con la obvia barrera de que una colocación semejante de acciones hundiría su precio. La cuestión petrolera está llevando a la quiebra de Rusia, un fenómeno de alcance ‘geopolítico’ -el eufemismo para esconder la tendencia a la guerra pero, por sobre todo, a una quiebra del régimen putiniano. Los jubilados rusos acaban de impedir una reducción de sus haberes por parte del gobierno.


 


En gran parte del mercado mundial se desarrolla esta lucha por quebrar a los rivales y monopolizar el mercado: la minera Rio Tinto está aumentando sus inversiones en un mercado claramente bajista para quebrar a competidores como Glencore, que está vendiendo activos que ha comprado poco antes del estallido de la crisis. En esta pelea puede salir muy afectada también la brasileña Vale do Rio Doce (los bonos de esta compañía están un 40% abajo de su valor de emisión).


 


Episodios


 


La prensa mundial alerta acerca de otros episodios que ilustran la extensión de la presente crisis o la diversidad de detonantes que ha plantado. El comentario del día en Europa es el elevado nivel de la cartera incobrable de los bancos italianos, una 280 mil millones de euros. El banco Monte dei Paschi enfrenta, esta vez parece que en forma definitiva, una bancarrota -que arrastraría a otras financieras.


 


Hasta el mercado de los buitres parece afectado. Los llamados ‘bonos basura’, que fueron emitidos por compañías con menor capacidad de repago, han caído en forma sustancial. Los buitres que han comprado bonos a precios de remate (“falling knive”) se han visto perjudicados por un descenso ulterior de sus cotizaciones.


 


La conclusión que emerge de todo esto es, simplemente, que 2016 será un año de grandes convulsiones políticas. Los presupuestos en que basa su orientación un gobierno como el de Macri, están completamente superados.