Una cuestión vital

El Estado ruso privatizó a favor de un puñado de oligarcas la explotación petrolera pero es celoso en mantener en sus manos la red de oleoductos a través de los cuales se exporta el crudo. Esto le permite mantener el control sobre el volumen y la dirección de las exportaciones. Por ejemplo, a causa de la crisis actual, la cuota de transporte de la Yukos, la empresa de Jodorkovsky, fue reducida de 700.000 a 200.000 barriles.


La red estatal de oleoductos necesita una significativa mejora: en la actualidad ya no da abasto para transportar una producción anual de 8,4 ,millones de barriles/día < una parte se mueve por trenes, más caro); mucho menos podrá hacer frente a la producción futura (se estima en 11,3 millones en el 2011 .


El lobby petrolero ruso, y muy especialmente Jodorkovsky, ba venido realizando una amplia campaña política por la privatización de la red existente y por el trazado de nuevos oleoductos privados, lo que constituye un factor de choque enorme con la camarilla del Kremlin.


Jodorkovsky, por ejemplo, impulsa la construcción de un oleoducto al puerto de Murmansk (en el mar de Barents) para exportar crudo a Estados Unidos. Los norteamericanos respaldan el proyecto (dos miembros del gabinete de Bush fueron a Moscú a hacer lobby por su construcción); con este oleoducto, Jodorkovsky y los demás “barones” se comprometieron a abastecer el 10% de las importaciones norteamericanas de crudo, superando a Arabia Saudita y Venezuela y llegando casi al mismo nivel de Estados Unidos. Jodorkovsky también impulsa la construcción de otro oleoducto que lleve el petróleo siberiano a China, en alianza con PetroChina. Pero el gobierno ruso se opone a ambos y se plantea construir, en asociación con Japón. uno que lleve el crudo siberiano al puerto de Nagoda, desde donde podría ser exportado al resto de Asia. Japón se ha comprometido a poner 1.000 millones de dólares para su construcción y a comprar 1 millón de barriles diarios, fondos y garantías que ni Estados Unidos ni China están dispuestos a dar. La construcción del oleoducto a Japón anula los otros proyectos porque, como reconoce un funcionario del Kremlin. “Rusia no está en condiciones de abastecer al mismo tiempo a Estados Unidos, China y Japón” (The Washington Post, 25/10).


Pero tan importante como los oleoductos que pasarán por Rusia son los que pasarán por fuera de sus fronteras. Estados Unidos impulsa la construcción de un oleoducto, denominado BTC, que lleve el petróleo de Azerbaiján a Turquía a través de Georgia; en forma paralela al BTC correría un gasoducto (denominado BTE). Esta red doble “constituye el eje de la política norteamericana en la región” (Le Monde, 6/11) ya que le permitiría atraer a las ex repúblicas soviéticas de Georgia y Azerbaiján a una estrecha alianza con Turquía. Georgia ya se ha convertido en un virtual protectorado militar de los Estados Unidos, con tropas norteamericanas estacionadas en su territorio. Rusia intentó bloquear su construcción pero fracasó: el Banco Mundial acaba de aprobar la financiación del proyecto. En un furioso contrataque, la estatal rusa Gazpron acaba de firmar un convenio para proveer a Georgia con gas a precios subsidiados; la puesta nuevamente en funcionamiento del gasoducto que une a Rusia con Georgia “será un golpe a la realización del BIE (ídem).


El oleoducto BTC, sin embargo, es apenas la cabecera de otro gran oleoducto impulsado por los norteamericanos, que llevaría el crudo de los riquísimos campos de Kazajstán (en Asia Central) hasta Azerbaiján y desde allí a Turquía. Rusia se opone cerradamente a su construcción porque el Kremlin es consciente de que la integración de Kazajstán, Georgia y Azerbaiján con Estados Unidos por la vía de los oleoductos significaría la desintegración de su “frontera sur”, no sólo en las ex repúblicas soviéticas sino también en la propia Rusia. Recientemente, su ministro de Defensa declaró que Rusia tiene el derecho a efectuar “golpes preventivos” contra los Estados que amenacen su seguridad, una advertencia claramente dirigida a sus vecinos de Asia Central (Moscou; Times, 16/10).


Las autoridades de Kazajstán, contra el reclamo de las empresas occidentales que explotan su petróleo, han dejado en claro que “esperan que el grueso de su producción se exporte hacia el Este” (ídem).


El trazado de los nuevos oleoductos plantea una serie de problemas políticos externos e, incluso, de alianzas estratégicas, que el Estado ruso no está dispuesto a dejar en manos de los “barones del petróleo.