Una etapa de la crisis

La Cgt y las otras centrales sindicales llaman para el día jueves 19 a una nueva “jornada de acción” contra el proyecto de jubilación que está discutiendo la Asamblea Nacional. Esta jornada incluye manifestaciones callejeras y paros, pero indica también que, por el momento, la movilización está en retroceso y que el gobierno continúa con sus planes de aprobación de la ley.


El movimiento de los explotados tuvo un desarrollo progresivo y profundo entre comienzos de mayo y el 12 de junio, con las combativas manifestaciones del 13 y 25 de mayo. Diversos sectores se lanzaron a la huelga y estuvo clara la tendencia hacia la huelga general. Ahora estamos, en cambio, frente a un retroceso. Un movimiento de esta envergadura no se disuelve en un par de días y nada indica que estemos frente a una derrota, sino más bien ante una crisis engendrada por la profundización de la lucha de los explotados y los problemas que tienen que afrontar sus sectores de vanguardia. Aunque sea en forma resumida, queremos indicar ahora las grandes líneas de este desarrrollo.


Crisis y rearme político


El domingo pasado, el secretario general de la Cgt intervino en la televisión para insistir durante dos horas en que su organización reclamaba que se abrieran “negociaciones” con el gobierno y que no rechazaba la necesidad de una reforma del sistema de jubilaciones. Las diferencias con el gobierno son de matiz. El jueves 12, en el mitin de Marsella, Bernard Thibaut fue chiflado por los militantes, incluidos los de la Cgt, cuando se negó explícitamente a sostener la huelga general. Las direcciones sindicales de izquierda están aceptando que el régimen capitalista imponga un golpe muy fuerte contra las masas. Ya lo habían hecho en 1993, cuando comenzó este proceso de modificaciones legales.


Las direcciones sindicales en su conjunto se han negado a fijar el objetivo del retiro del proyecto del gobierno y la huelga general.


En realidad, el movimiento ha sido sostenido por una masa considerable de militantes, muchos de ellos maestros y profesores, aunque también incluye a ferroviarios, carteros y otros sectores. De hecho, entre las direcciones burocráticas y los militantes no apareció ninguna alternativa de dirección. Las direcciones supuestamente combativas, como los agrupados en SUD, se adaptaron. Esta es una constatación y no una afirmación doc trinaria. En el conflicto coexistieron, y se enfrentaron, una enorme y masiva energía militante y una expresión política independiente de la burguesía, de un lado, y las izquierdas tradicionales de diverso signo agrupadas por el sometimiento a la política del capital, del otro. El “reformismo de izquierda”, el “centrismo de izquierda” y variantes similares, estuvieron ausentes como alternativas políticas y de dirección.


Las movilizaciones han sido una respuesta a la “unión nacional” del 5 de mayo de 2002, cuando Chirac obtuvo el 80 por ciento de la votación presidencial con el apoyo de la izquierda – excluida Lutte Ouvrière – . Como suele decir el primer ministro, el gobierno se sitúa en el “espíritu de mayo”. Se llevó una sorpresa. Un aspecto importante del régimen político se ha fisurado, si no derrumbado.


A diferencia de 1995, el movimiento obrero y la población entraron a este conflicto con la hipoteca del plebiscito del año pasado, lo que permite medir el salto político efectuado.


Un debate interesante


Todos los años, en la gran fiesta popular que realiza Lutte Ouvrière, tiene lugar un debate con la Liga Comunista Revolucionaria. Esta vez, la Lcr planteó que las dos organizaciones debían agruparse detrás de la consigna de la “huelga general”; Lutte Ouvrière lo rechazó sosteniendo que la consigna no era correcta – y más que de la huelga general había que hablar de la generalización de las huelgas – y que tampoco podía aceptar la perspectiva política de la Lcr de la “unión de la izquierda”.


La organización de Arlette Laguiller (LO) sostiene sistemáticamente que “no pasa nada”. Se limita a insistir en la existencia de la explotación capitalista y en la necesidad de reivindicar un programa comunista.


LO acepta de hecho una división de tareas: su organización agita el programa, y las direcciones tradicionales se ocupan de la vida real, de las consignas precisas, de las fórmulas políticas.


La consigna de “generalización de las huelgas” en lugar de “huelga general” se adapta a la táctica de diversión de las direcciones sindicales e impide que se estructure un eje de agrupamiento, organización y empuje. En un sector que se constituyó un cuadro político de este tipo, los docentes con sus comités de huelga y las coordinadoras regionales, ello fue posible precisamente gracias a la consigna de huelga general.


La agitación de la huelga general va acompañada del despliegue de las condiciones que hacen posible su organización: comités de huelga, comités intersindicales, reconducción; también requiere un programa político sobre las jubilaciones que enfrente al movimiento obrero y a la población con la política de crisis y miseria de la clase capitalista.


La Lcr proclama la necesidad de la huelga general pero se limita a esgrimirla como un espantapájaros, la inscribe en la perspectiva de la unidad con la izquierda reformista, que busca en forma sistemática sin encontrarla nunca, pero reinventándola a cada momento. Es una buena demostración de cómo se utiliza mal una buena consigna de lucha.


La Lcr y LO agrupan efectivamente a una parte significativa de los militantes en lucha, pero esterilizan toda posibilidad de progresión política, no sólo porque no tienen en general una perspectiva de construcción de un partido revolucionario y de intervención en una situación revolucionaria, sino, y también, porque se subordinan de una u otra manera a las direcciones de la izquierda oficial.


¿Y ahora qué?


El gobierno probablemente impondrá su proyecto de ley sobre las jubilaciones, pero sin haber provocado el desbande del movimiento obrero, más bien todo lo contrario.


Este régimen político tiene que imponer un vasto programa de ataque contra el movimiento obrero y el conjunto de la población, que va desde las jubilaciones hasta las condiciones de trabajo, y pasa por la seguridad social en los próximos meses. Lo tiene que hacer ahora, luego de poner en cuestión la capacidad de colaboración de las direcciones y los partidos de izquierda y habiendo contribuido a despertar un gigante en marcha: una tendencia combativa, independiente, masiva de militantes y agrupamientos.


Es probable que una etapa haya culminado y que la próxima se abra en un par de meses. Se va a procesar necesariamente esta experiencia. El movimiento obrero francés está entrando en esta nueva fase con una acumulación de experiencia, agrupamiento militante y capacidad política, que le permiten librar una batalla consecuente. Esta es la síntesis del balance de estos dos meses. La lucha política y militante seguirá diciendo su palabra.