Una huelga de alcance internacional

La firmeza con que los obreros de Flint, en las cercanías de Detroit, sostienen la huelga contra la General Motors, se explica por su conciencia de que están librando una batalla decisiva.


Ocurre que más allá de las diversas reivindicaciones y las denuncias sobre las violaciones patronales a las normas sanitarias y de seguridad industrial, la GM pretende despedir a miles de trabajadores sindicalizados y cerrar plantas ‘obsoletas’ para transferir su producción a subcontratistas que emplean trabajadores no sindicalizados. El ‘costo laboral’ de estos obreros es un tercio del de los de la General Motors, e incluso mucho menor todavía si las subcontratistas están radicadas en países como Polonia, China o México, donde los salarios son la veinteava parte de los norteamericanos.


La huelga, en su tercera semana, ha paralizado 20 de las 29 plantas de ensamblaje en América del Norte. En el curso de esta semana, la paralización será total. Por cada semana de huelga, GM pierde 500 millones de dólares. Todo esto ha motivado la intervención personal de Clinton, quien ofreció a las partes –como en la huelga de la UPS, el año pasado– la ‘mediación’ de la secretaria de Trabajo. La impresión general, sin embargo, es que este ‘llamado’ no surtirá ningún efecto y que la huelga se va a prolongar porque ambas partes están determinadas a derrotar a su adversario.


De parte de los trabajadores, existe una verdadera rebelión. Los ‘privilegiados’ obreros de la General Motors han sufrido 40.000 despidos en los últimos años. Sus escalas salariales se han reducido, ciertas secciones de obreros mecánicos deben trabajar hasta 84 horas semanales (The Wall Street Journal, 5/6/96). Los inmensos ‘sacrificios’ –de los obreros, claro– consentidos por la burocracia, no han servido de nada: “Hay una terrible sensación de inseguridad entre los trabajadores. Esta es la causa principal. Casi todo está basado en la emoción. Hay un montón de miedo e inseguridad”(The Washington Post, 17/6). Esta determinación sicológica de los obreros es uno de los grandes ‘combustibles’ de la lucha.


El otro es el agravamiento de la crisis económica mundial. “A pesar de las enormes ganancias de productividad que ha obtenido en los últimos años” (Financial Times, 13/6), GM todavía tiene un ‘costo industrial’ mucho más alto que sus competidores. “El beneficio por vehículo de Ford es sustancialmente más alto que el de GM y la brecha está creciendo” (ídem). Ford emplea una proporción sustancialmente mayor de partes fabricadas por subcontratistas.


GM “tiene mucho más capacidad para construir autos y camiones que la que necesitará”, mientras su ‘porción’ del mercado está en retroceso (The Washington Post, 18/6). Penosamente logró mantener su posición comercial en los últimos meses ofreciendo grandes descuentos. Para enfrentar la reciente fusión entre Chrysler y Mercedes Benz, General Motors planea sus propias ‘asociaciones’. “Para GM esto significa Asia”: Daewoo (de Corea) y Suzuki e Isuzu (de Japón) –informa el Financial Times (13/6)– estarían a punto de ser devoradas por la norteamericana. Pero aunque “la crisis (asiática) le ha creado oportunidades”, para hacer exitosas esas ‘adquisiciones’, GM debe aplastar la huelga de Flint. ¿De qué le servirían sus plantas en Seúl si no puede desplazar allí su producción por la resistencia de los obreros norteamericanos?


El objetivo de GM es que las subcontratistas ensamblen partes enteras de los autos. Así, como ya se hace en la GM de Brasil, las terminales montarían conjuntos ‘prearmados’, “una técnica que reduce drásticamente la necesidad de personal” (The New York Times, 18/6). Está en juego la pérdida de varias decenas de miles de empleos. Se plantea incluso la perspectiva, verdaderamente ‘tercermundista’, de que Flint, (también llamada ‘Buick City’), se convierta en un ‘pueblo fantasma’ como consecuencia del cierre masivo de plantas. Esto explica el sólido respaldo que los trabajadores en huelga están recibiendo de la población de la ciudad.


La cuestión de la ‘subcontratación’ fue el nudo de las seis huelgas que se registraron en la GM en los últimos dos años y casi lleva a una huelga nacional contra la GM en oportunidad de la renovación del contrato colectivo. Los analistas sostienen que ahora “para reducir su exceso de capacidad, GM endurecerá la huelga” y afirman que “está dispuesta a perder 500 millones de dólares semanales”, durante varios meses, para imponerle una derrota decisiva a los trabajadores (The Washington Post, 18/6).


La oposición obrera a la ‘subcontratación’ y a la ‘precarización’ laboral fueron las grandes reivindicaciones de las últimas huelgas en los Estados Unidos. La de los ‘teamsters’ de la UPS, por ejemplo, le puso un parate al empleo de trabajadores de ‘tiempo parcial’, con salarios hasta un 60% inferiores a los de‘tiempo completo’. También los obreros de la Boeing pusieron un parate a la política ‘tercerizadora’. En los últimos dos años, en todo el país, las huelgas y los movimientos de sindicalización contra la ‘precarización’ vinieron creciendo sistemáticamente … incluso en las empresas ‘subcontratistas’: a pesar de la política terrorista de su patronal, los trabajadores de la empresa JCI, de Georgia, que fabrica asientos para Ford y GM, lograron organizarse sindicalmente y realizaron, poco más de un año atrás, su primera huelga victoriosa. El crecimiento del activismo sindical y de los movimientos huelguísticos prueban el enorme esfuerzo que desarrolla el proletariado norteamericano para quebrar esta furiosa ofensiva patronal.