“Una Italia sin Fiat”

En los últimos meses, crecieron las especulaciones de que Fiat se verá obligada a desprenderse de su división automotriz (en beneficio de la norteamericana GM o de algún otro gran pulpo mundial) si no está dispuesta a dejar que el hundimiento de sus negocios automotrices la lleve a la quiebra.


Su deuda bruta de 31.000 millones de dólares, las pérdidas crecientes, su flujo de fondos que no le permite reducir su endeudamiento, su retroceso imparable en el mercado automotriz, tanto en Italia como en el exterior, y la caída libre de sus acciones, están llevando “a pensar lo impensable: una Italia sin Fiat” (Le Monde, 2/6). La (obligada) venta de Fiat Auto pondría a Italia en el mismo camino que ya ha recorrido Gran Bretaña: el de una gran potencia industrial que abandona la producción de automóviles.


La caída de la Fiat amenaza con provocar una “catástrofe financiera” (La Reppublica, 26/5) en Italia: los fondos de inversión tienen en su poder obligaciones por valor de 11.000 millones de dólares, que se desvalorizarían drásticamente si las evaluadoras de riesgo degradan, como ya han amenazado, los títulos de deuda de la Fiat a la categoría de “bonos basura”.


Pero el verdadero corazón de la “catástrofe financiera” que está provocando la Fiat está en la banca: su deuda bancaria alcanza a los 18.000 millones de dólares, concentrados en un puñado de grandes bancos italianos. Estos bancos no pueden otorgarle nuevos créditos (porque han llegado al límite de préstamos que un banco puede otorgarle a una empresa); tampoco pueden, en un caso extremo, quedarse con las acciones de la Fiat: la valuación bursátil de la empresa apenas alcanza a 7.000 millones… lo que equivaldría a pasar a pérdidas el 65% de sus préstamos.


Para evitar la posibilidad (cierta) de que la Fiat caiga en la cesación de pagos de su deuda de corto plazo, los bancos accedieron a reescalonar su deuda. A cambio, obtuvieron el control de la rama financiera de Fiat Auto, una de las pocas secciones rentables de la empresa automotriz. Si en el plazo de tres años, Fiat no paga su deuda refinanciada, los bancos podrán obligarla a vender activos claves, como la compañía de seguros Toro, la empresa aeronáutica Fiat Avio, el holding HDP (que controla el diario Corriere della Sera) y su negocio eléctrico, Italenergía.


Para muchos observadores, sin embargo, “esto no será suficiente para impedir que su deuda sea degradada al nivel de basura” (The Economist, 29/5). Tampoco alcanzarán para salvarla los subsidios e “incentivos” que se apresta a poner en marcha el gobierno italiano; mucho menos, los 3.000 despidos y las 10.000 suspensiones de largo plazo que anunció para los próximos meses. Para muchos, incluso dentro de la Fiat, la salvación pasa por la venta del negocio automotriz.


Significativamente, el pulpo Mediobanca no ha participado de la operación salvataje a pesar de que es uno de los principales acreedores de la Fiat. Este grupo se ha destacado en los últimos años por su marcada hostilidad hacia la Fiat, con la que disputa la “jefatura” del capitalismo italiano. Hace tres años, Mediobanca derrotó a la Fiat en la batalla por el control de Telecom Italia; poco después, logró impedir una serie de fusiones bancarias y de seguros impulsada por Fiat.


Todo esto significa que ha comenzado una guerra por la Fiat, es decir, por apoderarse de sus despojos, de los bancos golpeados por su caída y por el control del capitalismo italiano. La crisis mundial *la sobreproducción de automóviles, la sobreacumulación de capitales que convierte en “sobrantes” a varios de los grandes productores mundiales* han roto el equilibrio existente en las “cumbres” del capitalismo italiano.


La guerra entre estos dos grandes grupos, sus bancos, sus aliados en el aparato del Estado y sus alianzas internacionales sacudirán, como una hoja al viento, a todo el régimen político italiano.