Una masacre “occidental” al servicio de los fascistas locales

La OTAN se ha servido de un ataque de las milicias serbias en un mercado de Sarajevo, para un bombardero criminal sobre las posiciones de los agresores, con la finalidad de imponerles, de una vez por todas, las “negociaciones de paz” propiciadas por los norteamericanos. El objetivo de los EE. UU. es crear un mini Estado bosnio-musulmán, que quedaría  incrustado entre una Federación croata-musulmana y otra serbia, Quedaría consagrada, de este modo, la división de la ex Yugoslavia de acuerdo a fronteras “étnicas” y reforzada la dominación de las camarillas fascistizantes, la de Tudjman en Croacia y Milosevic en Serbia. Estos son los objetivos declarados y oficiales de la “democracia occidental”.


Yanquis


“¿Francia tiene todavía un rol a jugar en la crisis yugoslava?” se preguntaba sin llegar a dar una respuesta afirmativa Le Monde (20/8) ante la evidencia de que los norteamericanos coparon las negociaciones y que tanto los serbios como los croatas y los musulmanes “sólo toman en serio a los negociadores norteamericanos” (ídem).


“La Unión Europea está fuera del juego” dice Le Monde una conclusión que repite –casi palabra por palabra– el norteamericano International Herald Tribune (22/8): “Diplomacia balcánica: Europa está fuera de onda”. El arbitraje norteamericano en los Balcanes se ha hecho tan evidente y determinante que el mismo diario no tiene empachos en señalar que “(las negociaciones) tienen un desarrollo similar al proceso de paz de Medio Oriente: Estados Unidos ha tomado en sus únicas manos la conducción del proceso de paz”.


“La victoria militar de los croatas en Krajina —explica The Washington Post (23/8)— marcó un cambio fundamental en el balance de poder en los Balcanes”, “redibujaron el mapa balcánico” (The Wall Street Journal, 7/8) y dejaron “a la mayor parte de lo que todavía queda en manos de los serbios de Bosnia virtualmente cercado por tropas bosnio-musulmanas y croatas numéricamente superiores” (The Washington Post, 23/8). Provocaron además, “una alteración de las relaciones de fuerza entre las grandes potencias” (Le Monde, 8/8). La acción croata que tuvo consecuencias tan espectaculares fue concebida, preparada y ejecutada bajo la directa supervisión del imperialismo norteamericano … tanto que Le Monde (8/8) no duda en afirmar que “la solución por las armas del problema de Krajina … (es) el primer fruto de la única iniciativa clara tomada por los norteamericanos en la ex Yugoslavia”.


La política norteamericana


La política que convirtió al imperialismo norteamericano en el árbitro exclusivo de los Balcanes vino desarrollándose con una sorprendente regularidad.


En febrero de 1994, forzó a Croacia y al régimen bosnio-musulmán de Sarajevo —que hasta entonces guerreaban entre sí— a conformar una “confederación croata-musulmana de Bosnia”, “confederada”, a su vez, con Croacia. La iniciativa norteamericana —tomada al margen de sus “aliados”, excepto Alemania— chocó con la oposición de las grandes potencias. “Francia —recuerda ahora Le Monde (8/8)— reaccionó muy mal a la iniciativa”. La guerra de los Balcanes ya empezaba a mostrar “la dislocación de las grandes potencias” (ídem).


Desde entonces (febrero de 1994), “Croacia estuvo bajo la protección de los Estados Unidos”, que le otorgó “mucho apoyo político y económico” (Financial Times, 2/8) y rearmó su ejército … a pesar del bloqueo de armas dictado por la ONU. En Bosnia, “Washington destacó consejeros encargados de reorganizar las milicias croatas y musulmanas” (Le Monde, 8/8). “Estados Unidos jugó el papel fundamental de crear y dar aire a la Confederación croata-musulmana, en particular en el esfuerzo de la necesaria cooperación defensiva entre dos aliados que no se quieren, enviando expertos para ayudar a la fusión de los dos ejércitos” (Financial Times, 7/8). En noviembre de 1994, Estados Unidos firma un acuerdo de colaboración militar con Croacia (ídem). Fue el embajador norteamericano en Croacia quien “dio la luz verde para el ataque a Krajina” (The Wall Street Journal, 7/8). El imperialismo norteamericano, sin embargo, no se limitó simplemente a jugar la “carta croata-musulmana”. También tenía en el mazo al presidente de Serbia, Milosevic.


La política norteamericana (II)


“Los serbios de Krajina sabían que no tenían chances desde que recibieron el mensaje de que Milosevic no intervendría, para ganar el apoyo norteamericano” (Financial Times, 7/8).


La conducta de Milosevic fue dictada por el reconocimiento a la mayoría de sus conquistas territoriales en Bosnia y de su dominación sobre Kosovo y Macedonia a cambio de su reconocimiento de la “Confederación croata-musulmana”. El acuerdo con el régimen fascista de Belgrado es la otra pata de la política norteamericana en los Balcanes porque, como recuerda un diplomático norteamericano, “Nos guste o no, Milosevic es una pieza clave en la región. Y nosotros, contra viento y marea, tenemos que tratar con él” (Time, 17/7).


Milosevic, en verdad, estuvo muy lejos de “quedarse quieto” frente al ataque croata contra Krajina: responsabilizó por el ataque a los dirigentes serbios de Krajina y Bosnia, a los que acusó de “boicotear las negociaciones de paz” (The Wall Street Journal, 7/8) y hasta promovió “un auténtico golpe de Estado contra (el líder de los serbios de Bosnia) Radovan Karadzic, caracterizado como “el principal obstáculo a concesiones territoriales por parte de los serbios de Bosnia” (Financial Times, 9/8).


“La mejor perspectiva –resume The Washington Post (2/8) la política norteamericana– es un acuerdo entre Croacia y Serbia” … es decir, entre los regímenes fascistas de Tudjman y Milosevic.


La partición de Bosnia


“Belgrado se quedó al margen cuando Croacia atacó Eslavonia occidental en mayo y Krajina en agosto. Esto no pudo ocurrir –conjetura el Financial Times (8/8)– sin cierta clase de entendimiento entre Tudjman y Milosevic”. La articulación política montada por Estados Unidos en los Balcanes llevó a la prensa a recordar “el acuerdo tácito para la partición de Bosnia” que ambos habrían establecido en 1991.


La partición de Bosnia es el corazón de la política norteamericana.  El“plan de paz” que están promoviendo coincide exactamente con las pretensiones de Tudjman y Milosevic: propone que los bosnio-musulmanes renuncien a recuperar Srebrenica y Zepa y entreguen Gorazde a cambio de territorios en el oeste. Como recuerda cínicamente un funcionario británico, un “plan de paz” basado en el intercambio de territorios –y por lo tanto, en el desplazamiento de sus poblaciones– es un “plan de paz” basado en la “limpieza étnica” que todos dicen repudiar.


A esta altura, resulta claro que el problema para Bosnia no es el bloqueo de armas –que “nunca rigió efectivamente” (Le Monde, 30/7)– sino el abandono por parte de la dirección musulmana de la reivindicación nacional bosnia, que coincide con la reivindicación yugoslava (el Estado único, multiétnico y laico).


Giro


El arbitraje que adquirió Estados Unidos en los Balcanes se proyecta sobre el conjunto de la política europea.


Constituye “una victoria para Alemania” (Le Monde, 22/8) y una derrota para Gran Bretaña y Francia. Su incapacidad para “resolver una crisis que afecta a la seguridad europea”, las ha condenado a “perder su derecho a tener un voto decisivo en lo que hace Occidente” (International Herald Tribune, 6/7).


Rusia, por su parte, ha puesto en evidencia que “su influencia en los Balcanes es un mito” (Commersant, diario ruso reproducido por Le Monde, 2/8). Al poner a la orden del día la extensión de la Otan hacia el Este, la victoria yanqui-alemana plantea el completo agotamiento de la política con que la burocracia pretendió “integrarse” a Europa y, en consecuencia, la perspectiva de una crisis política de fondo en Rusia.


La victoria norteamericana en los Balcanes, en resumen, “redistribuyó las cartas entre las grandes potencias” (Le Monde, 8/8), es decir que ha provocado un giro en la situación mundial.