“Bibi go home”: “Una movilización conjunta y tan grande como Israel jamás vivió”

Entran en acción las masas judías (y palestinas) del Estado sionista

Una movilización de “más de 150.000 personas en once ciudades”, el sábado 30 (Haaretz, 31/7), constituyó “la movilización más grande de todos juntos (judíos y palestinos), de jóvenes y viejos” en la historia de Israel -esto “con excepción de la (que repudio la matanza palestina) de Sabra y Shatila”, en 1982, cuando fue la primera invasión del Líbano (Guideon Levy, ídem).

Desde Nazareth en el norte (donde vive la mayor parte de los palestinos, quienes marcharon junto a los explotados judíos) hasta Beersheva en el sur, con “más de 80.000” en las calles de Tel Aviv (ídem) -una ciudad en la que apenas residen 400.000 almas-, la movilización del 30 es el punto más alto de un imponente ascenso popular que trasciende, según los analistas, completamente a la burocracia de la Histadrut (la CGT) y a todas las fuerzas de la Knesset (parlamentarias).

Se trata de un levantamiento antigubernamental sin precedentes. Por primera vez en la historia del Estado sionista, cae el velo chauvinista que, por un lado, presentaba a Israel como ‘hogar nacional judío’ (y de ahí su supuesto carácter ‘solidario’) en el que la lucha de clases pasaba a un segundo plano y, por el otro, abroquelaba a los judíos-israelíes contra sus ‘enemigos’ árabes.

No ha sido, claro está, el tan mentado ‘terrorismo’ o ‘extremismo’ de ese origen el que motivó la sublevación actual, sino la degradación de las condiciones de vida de las masas judías (ni hablar de las palestinas -más del 20% de la población israelí).

Este movimiento se inició escasos veinte días atrás, con la instalación de un campamento juvenil en Tel Aviv contra los altos alquileres y la imposibilidad de acceso a la vivienda. En pocos días, los “acampes” se expandieron por todas las ciudades de Israel. Una vasta movilización popular en todo el país acompañó a los jóvenes y sumó los reclamos de otras capas oprimidas, con eje en el deterioro salarial y los altos costos de vida. Es claro que en el activismo del movimiento no se advierte ilusión alguna en los partidos del régimen; pero incluso el derechista Kadima, de la ex premier Litvi y otros como el religioso Shas -con raíces en sectores muy humildes, se han visto obligados a coquetear con las demandas populares. Por esto, “en algunas localidades las autoridades municipales apoyaron la protesta de los acampantes, incluso contribuyeron con la provisión de agua corriente y electricidad, mientras otras, al contrario, crearon dificultades” (ídem, 27/7).

El sábado 23, “decenas de miles” ya habían ganado las calles en Tel Aviv y en muchas otras en apoyo a los “campamentos”: esa marcha fue la primera gran protesta contra el derechista ‘Bibi’ Netanyahu desde su retorno al gobierno. El movimiento adoptó inmediatamente un carácter político (“Bibi go home”). El domingo 24 se cortaron rutas en todo el país (ídem, 24 y 25/7). El gobierno reprimió, lo que atizó aún más la ira popular.

‘Bibi’ debió cancelar sobre la hora un viaje oficial a Polonia. En su propio gabinete, se pidió la cabeza del ministro de Finanzas, Steinitz, quien antes había acusado a los “acampantes” de ‘anarquistas’ y ‘comunistas’, echando más leña al fuego. Trascartón, de la noche a la mañana, el gobierno ofreció un ‘generoso’ plan, incluso de descuentos para el transporte -claro que sólo para los estudiantes. Estos dijeron: “no estamos de oferta” ni vamos a aceptar “la división del pueblo”: “‘vamos a continuar la lucha -somos parte de una lucha social por viviendas accesibles’ (para todos), declaró su sindicato nacional” (ídem, 26/7). Adónde se dirigen los recursos del Estado y quién los usufructúa pasó a ser la cuestión: un diputado de Meretz (centroizquierda sionista) denunció, por ejemplo, la política de subsidios hacia los colonos: “un viaje desde Jerusalem a Tel Aviv (60 kilómetros de distancia) cuesta aproximadamente 20 Nis -la moneda israelí-, mientras que un viaje equivalente desde Jerusalem a los asentamientos de Talmon cuesta 8,6 Nis”. El subsidio se dirige a las compañías que prestan el servicio que, supuestamente, deben “blindar los vehículos”. Esto, “la mayoría no lo cumple” y el gobierno hace la vista gorda (ídem, 26/7).

Mientras tanto, una huelga general de médicos de los hospitales públicos, que llevaba casi cuatro meses aislada, sin respuestas del gobierno, tomó un enorme impulso. Al inicio de esta semana, los médicos instalaron su propio “campamento” y a su huelga general se sumaron los enfermeros. El lunes 1º, también, hicieron una huelga de solidaridad con los “campamentos” los sindicatos de los trabajadores municipales de todo Israel.

Hasta ahora Steinitz, la “mano derecha de Netanyahu” no cayó, pero aquél sufrió “la renuncia del director general de su ministerio, Haim Shami” (ídem, 31/7). Antes del 30, un analista se preguntaba: “¿podría estar en marcha una revolución nacional?” (Roni Kaufman, investigador de la Universidad Ben Gurion, ídem, 22/7).

Si al principio se decía que el movimiento de las masas de Israel se asemejaba al de los “indignados” de España y Grecia, ahora los comentarios refieren a su semejanza con los movimientos de todo Medio Oriente: “Desde El Cairo a Jerusalem, el reclamo es el de una democracia directa” (Zvi Bar’El, ídem, 31/7). Es decir, que de Túnez a Israel estos levantamientos son “la expresión de que está en bancarrota un sistema de gobierno”; en el caso de Israel, que los 120 miembros de la Knesset son “una mascarada de la representación popular que actúa de espaldas a la sociedad” (ídem).

A partir del estallido de la revuelta en todo Medio Oriente, a fines de 2010, el régimen sionista se venía jactando de haber detenido la ola en las fronteras de Palestina (con el auxilio de Al Fatah y de Hamas, en Cisjordania y Gaza, respectivamente). Dime de qué te jactas y te diré …

La crisis terminal del sionismo y una “potente fuerza de cambio”

Una semana atrás, el ya citado Guideon Levy -uno de los analistas más lúcidos del ala izquierda del sionismo- se quejaba que, hasta hace poco, las únicas “minorías militantes” de Israel eran el movimiento de los colonos y de los religiosos ultraortodoxos; esto es, las ‘patas’ del proyecto ultrareaccionario del “Gran Israel” que quiere anexar y ampliar aún más las colonias sionistas y que pregona abiertamente la expulsión de los palestinos de media Cisjordania.

El movimiento de los “indignados” israelíes ha comenzado a poner el dedo sobre este forúnculo. Es que el presupuesto que se niega para viviendas y salud pública tiene como principal destino el sostenimiento de los asentamientos superpertrechados y las ieshivás (escuelas religiosas), cuyos miles y miles de estudiantes ni siquiera realizan el servicio militar. Lo cual incluso ha abierto una brecha entre la jefatura del Ejército israelí y el poderoso establishment religioso (ver abajo).

Por esto, el investigador de la Universidad arriba citada respondía a su pregunta: el “movimiento de los campamentos” tiene ya un “carácter revolucionario” porque, en “gran medida (…) el pueblo advierte que no hay futuro en el cuadro de esta sociedad (…) (lo que) nunca había sucedido antes en Israel”. Es un hecho -agrega- que “todas las teorías que dicen que la clase media está en caída libre son correctas (…) los estudiantes advierten qué les espera en pocos años, no podrán sostenerse por sí solos, el mercado laboral se reduce a empleos part-time, no hay posibilidades de tener una propiedad” (ídem, 22/7). The Jerusalem Post, el diario de la derecha israelí y sostén del régimen de ‘Bibi’, reconoce que sólo en los últimos siete años el 1% de la población que antes se apropiaba del 8% de la riqueza nacional ahora se lleva un 50% más (29/7).

Ronen Eidelman -un “veterano activista” israelí y docente del Shenkar College, especialista en Ingeniería y Diseño- expresa el problema desde su especialidad: “Si se ven los apartamentos en que vive mucha gente, en agujeros de 20 metros cuadrados, y trabajan todo el día” (ídem). Un artículo de Haaretz comentando estas opiniones dice: “Eidelman y Kaufman creen” que los “indignados” israelíes “podrían muy pronto transformarse en una muy potente fuerza de cambio” (22/7).

Hacia una crisis mayor

El régimen de Netanyahu es el responsable, también, del empantanamiento del ‘proceso de paz’ con los palestinos y, por esto, de los choques del propio Estado sionista con el imperialismo y con Turquía (segundo gran pivote de los yanquis en la región). El ‘eje’ Turquía-Israel entró en crisis, por un lado, por el brutal asalto sionista del barco con ayuda humanitaria hacia Gaza que provocó, un año atrás, la muerte de una decena de ciudadanos turcos; por el otro, porque los ‘islamistas’ no se privan de ‘compartir’ demagógicamente el sentimiento pro-palestino de las masas, creyendo que así ‘expían’ el fermento revolucionario que golpea ya en sus fronteras (Siria). Mientras tanto, los ‘islamistas’ siguen pertrechando su fuerza aérea con los siniestros ‘drones’ sionistas.

El régimen del apartheid israelí ha llegado a un punto extremo de degradación. En torno de la cuestión de la tierra se ha puesto de relieve la negación del derecho a su usufructo ya no sólo al pueblo palestino, sino a la mayoría de los propios judíos israelíes: “la banda de Netanyahu” -dice Sefi Rachlevsky, otro periodista- es la principal responsable de la “especulación inmobiliaria”: “(ocurre) en Jerusalem con sus barrios fantasmas, donde los magnates propietarios tienen vacíos los departamentos en vez de permitir que se ocupen” (ídem, 25/7).

Políticamente, Israel es un país fragmentado como pocos -y, por supuesto, no nos referimos ya a la exclusión de los palestinos. La ‘democracia’ israelí es una fachada que ya no soportan ni sus propias masas judías: es que está en marcha un plan que hasta el sionismo laico y liberal denuncia de “grave amenaza a la democracia”. “La primera parte de este plan, el cual está ya en proceso de implementación, es aplicar la ley que habilita el voto en el exterior. En un país al que mucha gente ha dejado y en el cual cualquier judío recibe la condición de ciudadano en el acto, esto significa de hecho la cancelación de las elecciones”. O sea, un plan de grosera adulteración del ‘padrón electoral’ permitiendo que, a) “los israelíes que se han ido” -en su mayoría ricos que “apoyan a la derecha y sus aventuras desde una segura distancia”- podrían votar “desde sus países de residencia”; b) del mismo modo lo harían “decenas de miles de judíos religiosos (que) … podrían solicitar su ciudadanía”; c) incluso, “el Ministerio del Interior tiene el poder de crear cientos de miles de ‘Pollards'”1 habilitando, por ejemplo, que “los religiosos de Brooklin puedan votar sin siquiera visitar Israel” (ídem).

Una segunda cuestión que amenaza crecientemente la integridad del Estado sionista son las relaciones entre religiosos y laicos en el Ejército, una institución clave por excelencia. Desde hace años, en la Knesset “está en debate -informa The Jerusalem Post- el carácter secular del Ejército”. Los partidarios de esto “quieren excluir a los religiosos del servicio militar”, pero los últimos responden que “la primera amenaza (para el Ejército) la constituye el incesante incremento en sus filas del status y el rol de las mujeres” y reclaman, a cambio de aceptar una retaceada presencia femenina, un derecho privilegiado para el adoctrinamiento religioso en las unidades militares (28/7). En un documento firmado por la saliente “cabeza de la División de Recursos Humanos del Ejército, el Mayor General Avi Zamir, se llamaba a ponerle freno en el Ejército al extremismo religioso, que no hace más que deteriorar las relaciones (a su interior)” (ídem).