Uruguay también discute su devaluación

La burguesía uruguaya discute vivamente una maxi-devaluación de su moneda, que podría estar en una franja del 7% al 15%. Las razones son simples. El año pasado el déficit de la balanza comercial fue de 350 millones de dólares, y este año apunta a duplicarse. Solamente en los primeros tres meses de este año, el “rojo”  fue de 180 millones de dólares.


El problema es que “la inflación acumulada en el primer cuatrimestre de 1993, del 16 %, duplica la tasa de devaluación, que fue del 8 %” (Búsqueda,6/5). En abril, el costo de vida superó el 4 % y la devaluación del tipo de cambio sólo fue del 2 %.  Como los rendimientos financieros son superiores a la “tablita”  de devaluaciones, Uruguay también tiene un “boom”  de ingreso de capitales, que financian una importación de mercaderías, que crece a ritmo geométrico.


Gracias a ese ingreso de capitales, Uruguay registró el año pasado un crecimiento del 7,4 %. Aun así, este guarismo oculta que “las características del año pasado fueron aumento del consumo, alta dependencia de la demanda argentina, estancamiento de la industria manufacturera , desequilibrio comercial creciente y leve aumento de exportaciones” (Búsqueda, 22/4).


El “boom”  de 1992, además, no benefició a la industria. “La expansión de los servicios explica las dos terceras partes del crecimiento total del producto” (ídem).  Dentro de los llamados servicios figuran los financieros y seguros, los gastos de consultorías, los vinculados a los bienes inmuebles, y por supuesto, el turismo argentino (hoteles, restaurantes,etc.).


El pronunciamiento del ex-director del Banco Central, el colorado Ricardo Lombardo, en favor de “un tipo de cambio real para que las exportaciones sean competitivas”, precipitó la arremetida devaluacionista.  Lombardo lo hizo con plena conciencia de que la devaluación incentivaría la crisis (“Aun con el riesgo de una cierta desestabilización de los precios, hay que ir a una política de cambio real que mantenga la corriente exportadora”).


El problema es que las burguesías de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Perú, etc., también quieren exportar y cada una ha comenzado a poner trabas a las importaciones para reducir el déficit comercial.


Ahora el gobierno uruguayo resolvió reducir algunos impuestos a la oligarquía oriental, que  no alcanzan a satisfacer, sin embargo, sus reclamos, pero que son suficientes para causarle problemas al Presupuesto del Estado. Mientras tanto, los exportadores dicen atravesar una “situación traumática”.


La burocracia sindical se ha plegado a los reclamos patronales, y aun se ha puesto a la vanguardia, a sabiendas de que una devaluación deberá empeorar el costo de vida de las masas. En una reciente reunión con el ministro de Economía, los dirigentes del PIT-CNT reclamaron “una política diferente que ofrezca mejores posibilidades de supervivencia a las empresas”. Criticaron “la falta de estímulo a las empresas que no tienen respaldo para la importación de bienes de capital” y pidieron facilidades para la empresa FUNSA, de neumáticos, que condicionó el convenio salarial a la obtención de apoyo estatal.


Mientras en Uruguay se incuba una formidable crisis, la burocracia izquierdista de Uruguay está a la rastra de las patronales, como su similar ménemo-miguelista de la otra orilla.