Vamos con Chirino

En las elecciones que tendrán lugar en Venezuela a principios de octubre próximo, se producirá un choque político de fuerzas cuya importancia no se puede negar. Reducirlas a un enfrentamiento entre "dos fuerzas patronales" raya en una vulgaridad que ofende. Los que incurren en ella eran, hasta hace poco, simpatizantes más o menos fanáticos del chavismo, al cual veían hasta como una encarnación posible de la revolución proletaria. El eufemismo "fuerzas patronales" tampoco aclara nada, porque han habido -y siguen habiendo- movimientos populares de contenido burgués (dirección pequeño burguesa, civil o militar), que chocaron con otros igualmente 'patronales', pero reaccionarios. Es precisamente lo que ocurrió en Venezuela, por ejemplo, en 1958 -con el levantamiento popular-militar contra el dictador pro-yanqui Pérez Jiménez- y luego con la tendencia bolivariana. En resumen, el nacionalismo de contenido burgués, por un lado, y el gorilismo, por el otro, no ocupan el mismo lugar histórico en la lucha de clases de los países dependientes. Lo que se debe subrayar siempre es la independencia total del movimiento obrero, en especial cuando apoya las movilizaciones populares impulsadas por la pequeña burguesía nacionalista.


Lo que distingue al enfrentamiento electoral en Venezuela que se desarrolla en este momento no es la ‘naturaleza' burguesa de los contendientes, sino que el chavismo ha agotado sus tendencias movilizadoras y es, por sobre todo, un chaleco de fuerza para el movimiento obrero independiente, como lo demuestra la proclamación de la Central sindical estatizada, por un lado, y el descabezamiento de los "controles obreros" independientes que se habían establecido en las empresas nacionalizadas, por el otro. El chavismo ha dejado de representar hace mucho a un movimiento que se apoya en la movilización de las masas, para ser un factor de regimentación y de estatización de sus organizaciones. Por esta vía de regimentación, el chavismo es el principal preparador de una gran derrota de las masas a manos de la derecha; en su dirección predomina, por lejos, la llamada ‘derecha endógena'. Es lo que ocurrió con el peronismo argentino en 1955 y 1976, que se entregó a la derecha sin pelea o fue cómplice de ella.


Fuera de las ‘luminarias', se presenta el Partido Socialista y Libertad, una organización trotskista con un programa de independencia de clase y con candidatos que participan en la experiencia del movimiento obrero anti-estatizante, encabezado por Orlando Chirino. El PSL es políticamente solidario de Izquierda Socialista, que integró el Frente de Izquierda en Argentina en 2011. Un voto por el PSL sería testimonial, pues no incide en el desenlace de una elección que es políticamente relevante. Llamamos, sin embargo, a ejercer este voto testimonial. Es que del mismo modo que consideramos una manifestación de “enorme” atraso político el hábito de votar en blanco o por sectas estériles, en cualquier lugar y circunstancia, sin tomar en consideración las oportunidades que ofrecen los virajes que la crisis mundial produce en las situaciones de los diversos países y de las masas, sería un error no tomar en cuenta con la mayor seriedad e interés los esfuerzos que se realizan en el campo de la vanguardia obrera de Venezuela por poner en pie una alternativa propia. En Venezuela, la izquierda ha ido a la rastra del chavismo por casi una década -cómo no apreciar, entonces, que intente dejar de hacerlo, incluso si es en los márgenes del campo electoral.


Desconocemos si el PSL llega a estas elecciones armado de un balance político de la experiencia chavista y de su propia política. En las parlamentarias pasadas, sus candidatos se presentaron en la lista de un partido, el PPT, que abandonó un chavismo orgánico por un acercamiento a la oposición gorila. El nombre PSL no es una buena elección, porque remite a un partido de camarillas en Brasil, el PSOL, de cuño oportunista y democratizante, en donde militan los camaradas brasileños del agrupamiento venezolano, el cual llevó a una senadora clerical como candidata a la presidencia. La combinación de socialismo y libertad tampoco es afortunada, porque niega el carácter autoritario de la revolución proletaria, por mayoritaria que sea la revolución. La dictadura proletaria es, a la vez, la forma más amplia y elevada de democracia en la historia, pero -por sobre todo- un ejercicio autoritario contra la clase explotadora. La expropiación del capital no es un acto democrático, no recurre al referendo para sustituir la vía de los hechos. La corriente que forma el PSL apoyó la expropiación de los capitales privados de medios de comunicación por parte del chavismo, lo que no suena a algo libertario. La afirmación de una posición democratizante arriesga convertir a la izquierda en una de las patas del régimen político burgués.


El PSL simplifica la crisis venezolana como una "polarización entre dos opciones capitalistas" (Chirino, en Primicias24.com, 16/8). A juicio de Chirino: "las candidaturas de Chávez y Capriles representan la continuación del capitalismo en Venezuela". Tanto el puntofijismo que representa el candidato de la Mesa de Unidad Democrática, como el actual presidente, que lleva 14 años gobernando, han destruido el país…" (ídem). No son, sin embargo, ‘destrucciones’ del mismo carácter -uno representa al imperialismo; el otro, el fracaso del nacionalismo de contenido burgués. Este signo igual entre chavismo y gorilismo toma un tono más peligroso en una declaración del Frente Autónomo en Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato (Fadess), uno de los nucleamientos sindicales opositores, de cuya dirección participa Chirino, que dice lo siguiente: "Es indispensable la salida de este gobierno del poder, para avanzar en la lucha por los derechos de los trabajadores (…) Estamos cerca de una gran oportunidad de poner al gobierno en una situación de confrontación con el electorado y la decisión popular del pueblo venezolano, que sabrá escoger su propio destino" (Primicia 24). Con la excusa democrática, el Fadess llama al derrocamiento del chavismo por parte de los gorilas. Es cierto que el gorilaje tiene una base popular, cortesía del chavismo, que ha perseguido en forma sistemática a numerosas categorías de trabajadores. Pero su contenido no autoriza a caracterizarla como democrática, sino como derechista. Algo parecido ocurrió en la Argentina, cuando los partidos hermanos del PSL apoyaron la movilización sojera.


La izquierda venezolana en su conjunto debería proceder a un balance político. La corriente que forma el PSL repudió el levantamiento de Chávez, en 1992, que fue acompañado por una semi-insurrección popular (Izquierda Unida y el MST de Argentina salieron en "defensa de la democracia"), pero luego se hizo chavista y caracterizó al proceso bolivariano como "revolucionario". Debería decir cuándo y por qué dejó de serlo. Empeñó sus esfuerzos en construir una central sindical independiente, la Unete, pero bajo la sombra o el aliento del gobierno chavista -el cual, por supuesto, hizo naufragar el intento. Los compañeros del PSL están impulsando una campaña internacional de firmas en su apoyo, a la que adherimos en nombre de la independencia obrera, pero sin convocar a un debate sobre la estrategia de conjunto a la que debería servir ese apoyo. En las filas del PSL no solamente hay luchadores, sino también mártires -tienen sus Mariano Ferreyra, obreros asesinados por el sicariato patronal, lo cual el gobierno chavista nunca quiso esclarecer.


Llamamos vigorosamente a votar por el PSL, en función de la tarea más decisiva para el movimiento obrero de Venezuela -construir un gran partido obrero y socialista.