Venezuela: La amenaza golpista y los desafíos de la clase obrera

Juan Guaidó (autoproclamado presidente), Iván Duque (presidente de Colombia) y Mike Pence (vicepte de EEUU), piezas del operativo golpista

La entrada de Guaidó por Maiquetía -aeropuerto internacional de Caracasconstituye, como ha coincidido la prensa, una señal de debilidad del chavismo. El gobierno bolivariano no consumó la amenaza de arresto que pesaba sobre el autoproclamado presidente. Según algunas fuentes, habría una división en la cúpula chavista sobre la conducta a seguir, entre el ala más radical, encabezada por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, y el círculo más próximo a Maduro, entre ellos los hermanos Rodríguez, Jorge y Delcy -ministro de Comunicación y vicepresidenta-, partidarios de evitar una detención.


De todos modos, eso no nos debe hacer perder de vista que la oposición viene del fracaso del pretendido “ingreso de ayuda humanitaria” por las distintas fronteras. El operativo, que pretendía concitar una adhesión popular y un vuelco de las Fuerzas Armadas, no tuvo los resultados que los golpistas esperaban. La deserción de militares, como lo admiten las propias huestes derechistas, fue muy acotada. El alto mando mantuvo su respaldo al gobierno.


“A partir de este fiasco, las expectativas que había generado el liderazgo de Guaidó habían mermado” (El País, 5/3). Este hecho delata la impotencia de los opositores. Hay quienes pronostican que, en este marco, la crisis se prolongue en el tiempo, sin una definición. A partir de allí, una parte del gobierno de Maduro apuesta a que se pinche la figura de Guaidó y la conspiración ingrese en un desgaste.


Consciente de ese riesgo, Guaidó ha lanzado un nueva movilización para el fin de semana y otra interpelación a las Fuerzas Armadas, reclamándoles no repriman y que los “colectivos” (las fuerzas de choque del régimen) no salgan a la calle.


Pero lo novedoso es que Guaidó estaría promoviendo un paro general. Ha reunido a dirigentes sindicales, incluido el sector petrolero, pero todavía no está muy claro su alcance y representatividad. Según los trascendidos, se estaría barajando “un paro escalonado seguido de una huelga nacional” (Clarín, 6/3). Guaidó anunció que “propondrá ante la Asamblea Nacional una ley de protección para los trabajadores”. La demagogia de estas promesas es evidente, si tenemos presente que los planes de "normalización económica" que vendrán de la mano del FMI, suponen penurias y privaciones para la población explotada.


De todos modos, y si prosperara, la convocatoria a una huelga puede acelerar el asilamiento y derrumbe de Maduro. En ese caso, podría progresar el cerco internacional que se ha tendido sobre Venezuela. La gira latinoamericana del autoproclamado presidente, y que incluyó un encuentro con Macri, lo llevó también a Colombia, Paraguay, Brasil y Ecuador, intensificando la presión internacional dirigida a acelerar un desenlace político. Estos gobiernos actúan como cipayos de la política contrarrevolucionaria del imperialismo (como ya lo han hecho en Haití anteriormente). El grupo de Lima, que agrupa a parte de ellos, ha señalado su oposición a una invasión militar. Son conscientes de que eso podría incendiar a un continente que ya está en llamas.


La postura que predomina, por ahora, es una 'salida ordenada' de Maduro y elecciones digitadas por la 'comunidad internacional', en la línea del Grupo de Contacto, patrocinado por la Unión Europea y que tiene la bendición del Papa. Importa señalar que la conducta del gobierno argentino cuenta con la complicidad del arco opositor. Con menos repercusión que el encuentro entre Macri y Guaidó, a comienzos de febrero, la enviada de este último en Argentina se reunió y recibió el apoyo de Sergio Massa y Miguel Pichetto. El pejotismo, con el que los K han cerrado acuerdos en todas las provincias y persiguen un acuerdo nacional, es una pieza más de la cruzada golpista contra Venezuela.


El panorama expuesto pone en el orden del día la necesidad de que los trabajadores entren en escena pero con total autonomía, apartándose de las maniobras de la derecha. La ausencia de un polo independiente de la clase obrera crea el campo orégano para que la oposición pueda hacer demagogia y arrastrar a los trabajadores al operativo contrarrevolucionario en marcha. Las tendencias sindicales y políticas combativas de Venezuela deben ponerse a la cabeza de la convocatoria de un congreso de trabajadores, para enfrentar la intentona golpista y discutir un programa y una salida obrera frente a la crisis nacional.


Al mismo tiempo, es crucial una acción continental de los trabajadores. El cerco internacional sólo puede ser derrotado por la movilización de masas en Latinoamérica, y no por el apoyo de las burocracias restauracionistas rusa y china a Maduro y la camarilla militar. Putin negocia con Trump una salida que preserve los intereses petroleros de Rusia en Venezuela. De la misma manera, el país es una prenda de canje y negociación en la disputa que Xi Jinping mantiene con Washington.


Ni qué hablar que un freno a la escalada contrarrevolucionaria de Venezuela representará un golpe al imperialismo y a todos sus lacayos en Latinoamérica; fortalecerá la lucha por derrotar los ajustes que los gobiernos latinoamericanos vienen implementando en sus países y apuntalará la batalla por la emancipación nacional y social de Latinoamérica, por gobiernos de trabajadores y por la unidad socialista de América Latina.