Internacionales
9/11/2000|687
Yugoslavia: el régimen privatista
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La rebelión popular que acabó con Milosevic y el surgimiento de “comités obreros” no deben disimular que el nuevo gobierno de la Oposición Serbia Democrática (DOS) es un instrumento solapado del imperialismo. Entre sus “principales reformas previstas” -dice el semanario Vreme de Belgrado figuran “la adhesión inmediata … al Pacto de Estabilidad del Sudeste de Europa”, el “retorno (de Yugoslavia y Serbia) al seno del FMI y del Banco Mundial”, “la apertura de negociaciones con vistas a una negociación con la Unión Europea”, “la adaptación de la legislación económica a normas internacionales”, “una reforma fiscal”, “la emisión de una nueva moneda convertible o la adopción del marco alemán”, la “liberalización de precios”, las “privatizaciones y una nueva reforma agraria” (reproducido por Courier International, 5/10). Es decir, un programa de guerra contra los trabajadores.
Así, uno de los primeros anuncios de un hombre del “elenco de Kostunica”, cuando éste acababa de asumir, provocó -según la corresponsal de La Nación (16/10)- un “estado de shock” frente a lo que se interpretó como una burla a la promesa de regularización de la provisión de combustible para el invierno: los yugoslavos, dijo públicamente, “tienen que dejar de pensar que el Estado lo proveerá todo”. Durante la campaña electoral, la Dos había jugado con la normalización del abastecimiento en nombre de la ‘ayuda occidental’ y del ‘levantamiento de las sanciones’.
Por todo esto, la Dos está cerrando filas con el viejo régimen contra los ‘comités’, como se verifica en el acuerdo para un gobierno de ‘transición’ en Serbia que deja “el control de cuatro ministerios, entre ellos Interior… en manos de un comité tripartito… (Integrado con) los socialistas de Milosevic (SPS) y el partido del perpetuo tránsfuga Vuk Draskovic” (El País, 22/10).
La Dos explota la presión de los ‘comités’ para depurar ciertas empresas con vistas a la próxima sanción de una ley de privatizaciones, que ya está en discusión. Para esto, “los partidarios del nuevo presidente se apoderan de las empresas” (Le Monde, 18/10). La Dos, que ya controlaba importantes municipios del país, venía trabajando en esa perspectiva. Ahora re- cicló incluso a algunos empresarios de la era Milosevic: “Así, el director de la fábrica de máquinas herramientas de Nis salvó su empleo, renunciando a la presidencia del brazo local del SPS” (ídem).
Yugoslavia, antes aún de los bombardeos de la Otan, según cifras de 1998, había achicado su PBI a la mitad de 1989 y su producción industrial a menos del 40% (The Economist, 14/10). Si bien la guerra imperialista agravó todas las cifras, es indudable que el propósito del nuevo régimen es ‘acomodar’ ahora el empleo a los niveles de ‘mercado’, haciendo tabla rasa de la legislación laboral.
La nueva situación yugoslava, con Kostunica, parece haber condenado a la “inutilidad” -dice de nuevo The Economist (14/10)- al líder del gobierno proimperialista de Montenegro, Djukanovik, “uno de los héroes de la diplomacia occidental después de dejar el campo de Milosevic tres años atrás”. Antes, el imperialismo había hecho la vista gorda “a la red que asoció (y tejió Djukanovik) a casi todos los sectores de la élite montenegrina al mundo del contrabando y del crimen”. Ahora, está detrás de las maniobras de Kostunica, que intenta seducir al SPS de Montenegro (en la oposición a Djukanovik) para que uno de sus hombres ingrese como primer ministro al gobierno federal.
En condiciones históricas mucho más críticas que las de diez años atrás en el resto de Europa Oriental, el imperialismo y su ‘pollo’, la Dos, enfrentarán más temprano que tarde la desilusión de las masas frente al régimen privatizador.