El día lunes 15 de mayo ocurrió un hecho en el CBC Avellaneda que merece un fuerte repudio. Un militante del MST, Carlos Sacarelo, atacó a una joven compañera de la Unión de Juventudes por el Socialismo para disputar un espacio en la sede. 

 

Hace semanas que esta corriente intenta arrebatar espacios que ganamos militando desde hace más de una década y que hemos conquistado en base a una lucha de posiciones con la burocracia estudiantil de Franja Morada. El MST desembarcó este año en la sede y su actividad ha apuntado durante todo este tiempo a ganar un espacio a costa de la izquierda y con un método de patota. Como agravante, los ataques han apuntado siempre a amedrentar a las compañeras mujeres de la UJS que estudian en la sede, con gritos y amenazas. Una actitud cobarde y misógina. 

 

Frente al último episodio, una docente del Partido Obrero intentó dialogar con Sacarelo para evitar una situación penosa para la izquierda: que una discusión termine en un choque entre organizaciones. La respuesta fue una emboscada de militantes del MST que estaban junto a este hombre, que además es docente en una escuela de Avellaneda. La compañera que intercedió debió dirigirse a la guardia del hospital por los golpes recibidos. 

 

Varios estudiantes presentes en el momento del ataque nos acercaron su solidaridad y se ofrecieron a presentarse como testigos en el momento de elevar una denuncia. A los violentos, les respondemos con organización. La lucha es contra el Estado, las autoridades del ajuste, contra la burocracia sindical y los partidos patronales. Un grupo que no canaliza su energía en éste sentido, sino en una pelea contra quienes militamos todos los días contra este régimen en franca descomposición, demuestra su impotencia e incapacidad de ser alternativa política.