Juventud

30/4/2014|1312

Programas, historia y estrategia

En la Feria del Libro con Astarita, Gaido y Altamira

La mesa redonda que presentó el libro “Programas del movimiento obrero y socialista” en la Feria del Libro debatió problemas históricos cruciales de la organización política de la clase obrera.

Rolando Astarita, militante marxista, economista y docente de la UBA y la UNQ, destacó que el libro sintetiza el proceso histórico de construcción del movimiento obrero como fuerza consciente. Astarita rescató dos conceptos. Por un lado, que la conciencia de clase no es la mera identificación de la clase obrera como tal, sino el reconocimiento del carácter irreconciliable del antagonismo entre la fuerza de trabajo, por un lado, y la burguesía y el Estado, por el otro. A partir de allí, reivindicó la crítica del capitalismo estatista, por parte de Engels, en clara referencia a la experiencia chavista. Se trata de una fuerte coincidencia con el Manifiesto Político del Frente de Izquierda.

Astarita destacó, por otro lado, que el propio desarrollo del capitalismo genera y expande a la clase obrera, la sepulturera del capitalismo. Fuera de la acción revolucionaria del proletariado, el capitalismo se reconstituye, pero sólo para ampliar la dimensión de sus contradicciones y marchar a nuevas crisis. Con relación a los debates de programa al interior del partido bolchevique, luego de la toma del poder, Astarita destacó el concepto de Lenin acerca del carácter incompleto o “superestructural” de la monopolización, que convive con las formas capitalistas anteriores y otras creadas por la destrucción de la economía por la guerra.

Lenin, criticó Astarita, asociaba capitalismo monopolista con estancamiento y decadencia, lo cual será repetido por Trotsky. “Hoy, son muchos más los países que producen plusvalía, generando mejores condiciones para la lucha socialista”, remató. Astarita concluyó señalando que, “por primera vez en la historia, una clase explotada elaboró una crítica a la clase dominante, desarrolló programas, capturó el poder político y construyó ejércitos”.

Los programas y su génesis

Daniel Gaido, destacado historiador marxista, saludó el aporte del libro a las luchas políticas actuales. Gaido rechazó que los programas sean elaboraciones personales de dirigentes más o menos inspirados. Por el contrario, y con varios ejemplos, explicó la interacción entre los programas obreros y las experiencias de la lucha de clases. La dictadura del proletariado, dijo, que todavía no está presente en el Manifiesto, aparece por primera vez en la “Lucha de clases en Francia” (1850) a partir de las lecciones sangrientas de la insurrección obrera de junio de 1848. Del mismo modo, el concepto de la “revolución permanente” emerge como producto de la experiencia de la Liga de los Comunistas en las revoluciones de 1848. La Comuna de París le sirve a Marx para desarrollar, en “La guerra civil en Francia”, un programa de gobierno obrero. Gaido resaltó también la lucha de Marx contra Bakunin, en el marco de la Primera Internacional, que da lugar a una resolución sobre el carácter político de la lucha de la clase obrera: la emancipación social requiere la conquistadel poder político, y para ello necesita un partido. El historiador destacó los límites de los sindicatos y de los soviets: “No son condición suficiente -señaló- necesitan de un partido y un programa, como elemento conciente”. Gaido observó que la crítica de las tesis del Comité por la refundación de la Cuarta Internacional a los frentes populares reconocía entre sus antecedentes a la crítica de la II Internacional al llamado “ministerialismo” (integración a gabinetes de gobiernos burgueses), entre 1899 y 1902.

Programa y ascenso
de la izquierda

De entrada, Altamira destacó este libro, como una muestra de la intensa elaboración programática que acompañó el desarrollo del movimiento obrero y socialista.

En oposición a estas elaboraciones sucesivas, el largo período transcurrido desde el Programa de Transición (1938) se ha caracterizado por la esterilidad. Altamira advirtió que esta ausencia de programa priva a las polémicas entre trotskistas de bases principistas y de alcances políticos. Un programa, observó, no se limita a un par de reivindicaciones circunstanciales, sino que debe expresar la conciencia que tienen las fuerzas actuantes del momento histórico que atraviesan. La finalización de la Segunda Guerra modificó varias de las condiciones que determinaron el programa de transición: el vacío se llenó con improvisaciones. Por caso, la guerra de Corea desató una caracterización impresionista de guerra mundial inminente, en la cual la burocracia stalinista jugaría un rol históricamente progresista -exactamente lo contrario de lo que ocurrió. Gran parte del movimiento trotskista desatendió la cuestión nacional en los países ocupados por el Ejército Rojo, lo cual llevó, por ejemplo, a Isaac Deutscher y a otros trotskistas a apoyar la represión de la rebelión obrera de Berlín Oriental, por el ejército de Stalin. Esta cuestión nacional reaparece hoy, bajo otra forma, en la crisis de Ucrania. En definitiva, se abandonó la tesis de que la estabilización del dominio burocrático reforzaba la tendencia a la restauración del capital. El dirigente del PO refutó la posición de que el catastrofismo de Trotsky fuera sinónimo de incapacidad de recomposición del capital, luego de una derrota obrera, como lo prueba su libro La Revolución Traicionada (en realidad: “Adónde va Rusia”). “La decadencia es una categoría histórica, el estancamiento una categoría económica”, clarificó Altamira (ver artículo sobre Valor, plusvalía y revolución).

Historia y presente

Altamira se preguntó si los planteos históricos del libro -que tan ajustadamente habían destacado Astarita y Gaido- tenían vigencia. Recordó, entonces, que la crítica al programa de Gotha es la única crítica teórica del populismo. Lo mismo puede decirse de la tesis del “justo precio” de Proudhon, que Marx refutó en “Miseria de la Filosofía”, bastante antes que el ‘graduado’ Kicillof pretendiera manejar al capital con los ‘precios cuidados’.

Nadie expresó en forma más ácida que Marx la tendencia catastrofista del capitalismo, cuando acuñó la frase: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. La conciencia de clase, o sea el reconocimiento del carácter irreconciliable del antagonismo entre la clase obrera y la burguesía, incluye la comprensión de que el mundo estructurado en las categorías del capital -valor, tasa de ganancia- tiende a desintegrarse.

Concluyendo, Altamira se interrogó: ¿Qué es un programa hoy? La peculiaridad histórica del momento, señaló, es que el capitalismo logra reconstituirse allí donde había sido expropiado, pero en lugar de encontrar un salida, ingresa en la crisis más profunda de su historia. Aquí tenemos el punto de partida para un programa. La transición en China, caracterizada por la dimensión de las huelgas obreras y el crecimiento de los sindicatos como hongos, unido a explosiones agrarias, es un ejemplo vibrante de una transición mundial.

Altamira advirtió, sin embargo, que en la mayor parte de los países, la autonomía política de la clase obrera no ha salido aún del recule que le impusieron una serie de derrotas en los ochenta. En Argentina estamos transitando, aseguró, un proceso de diferenciación política y organizativa de la clase obrera, una característica fundamental que debe quedar plasmada en el programa y la táctica.

Desarrollar una comprensión política más elevada de estos asuntos de estrategia es el propósito del libro que ya está en manos del lector.