Juventud

27/9/2012|1241

PTS: su moral no es la nuestra

Desde la semana anterior al inicio del juicio a Pedraza y la patota, la Juventud del PTS ha colocado la figura de Mariano Ferreyra en el centro de sus materiales de agitación. Esto, que podría ser uno más de los tantos aportes populares a la causa por justicia, se transforma en podrido cuando es utilizado para atacar la política del partido de Mariano.


En las principales facultades de la UBA -como Medicina y Económicas, por ejemplo-, el PTS se centra en atacar al PO, mientras usaban camisetas con la imagen de Mariano. Se arropan en el sectarismo autoproclamatorio contra el frente de izquierda que impulsa la UJS con el emblema de Mariano, como si Mariano (militante de la UJS y la Fuba) no hubiera luchado por el frente único con toda la izquierda en la universidad. La desvergüenza alcanza lo inconmensurable cuando se recuerda la crítica faccional brutal del PTS contra los métodos de lucha de los tercerizados ferroviarios que eran compañeros de Mariano. La semana en que fue asesinado, conquistamos el Centro de Medicina; Mariano estaba anotado para militar en el frente único para esa elección. El carácter general que tiene la usurpación de la figura de Mariano para disputar políticamente con el Partido Obrero demuestra que se trata de una orden bajada por su dirección. Estamos ante un caso de delincuencia política.


¿Por qué el PTS no ha podido presentar un solo testigo en el juicio a la patota pedracista y a la policía? Porque no estuvo en la lucha en la que participó Mariano y porque denunció esa lucha -incluso después del asesinato de Mariano. Esta es la gente que hoy se empeña en usurpar su nombre contra el partido de Mariano Ferreyra.


El Partido Obrero no se cree “dueño” de la causa por Justicia para Mariano; todo lo contrario. De entrada, caracterizamos al asesinato de nuestro compañero como un crimen político contra la clase obrera. Si la causa judicial avanzó, fue por la extraordinaria movilización popular -que el PO compartió junto a centenares de organizaciones populares, involucrando a miles y miles de trabajadores a lo largo y ancho del país. Travestir este combate en uso faccioso del nombre de nuestro compañero -y nada menos por parte de quienes lo atacaron en vida y en muerte- para arrancar algún voto más para un política de secta es un caso ignominioso de inmoralidad política.