Francia

Bajo la intensa presión norteamericana, Francia ha comenzado a subirse al carro de la guerra contra Irak. A partir del momento en que su presidente Chirac declaró que “Francia no podría evitar verse envuelta en la guerra”, la diplomacia francesa ha tomado la voz cantante en las Naciones Unidas “para ponerle nueva presión a Irak para que capitule” (The New York Times, 12/9).


El eje de la ofensiva francesa es impulsar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permita el uso de la fuerza si, como es previsible, Saddam no acepta una rendición incondicional. La diplomacia francesa pretende que si Saddam acepta el retorno de los inspectores y la destrucción de sus arsenales se podría “evitar la guerra”, lo cual es totalmente falso: se trata, simplemente, de una cobertura política de la invasión desde el momento en que Bush dejó en claro que no le interesa el retorno de los inspectores sino la caída de Saddam. Como reconoce un diario norteamericano, “el enfoque francés presenta una obvia oportunidad para Washington (porque) le da tiempo a Bush a persuadir al resto del mundo a unirse a los Estados Unidos y (porque) en las resoluciones de la ONU existe un amplio campo legal para ir a la guerra” (ídem).


El giro belicista se completa con la declaración del ministro del Exterior francés de que “existe una convergencia de apreciación entre París, Washington y Londres sobre la amenaza iraquí en materia de armas de destrucción masiva” (Le Monde, 13/9).


En consonancia, el gobierno de Chirac impulsa un aumento fenomenal del gasto militar de 89 mil millones de dólares, para construir un nuevo portaviones y reforzar su capacidad militar de “intervención rápida” (helicópteros, aviones de transporte y de combate). Un editorial de Le Monde (6/9) respalda el aumento del gasto militar señalando que “Europa sabe que el peso diplomático-político depende largamente de sus capacidades militares. Pesar en la escena mundial después de la guerra fría y después del 11 de septiembre supone ser capaz de intervenir militarmente en el exterior”.


La “convergencia” de Francia con Estados Unidos se ve favorecida por el hecho de que “los intercambios comerciales (franceses) con Bagdad son modestos” y que, en estos momentos, “no existe ninguna implantación industrial francesa en Irak” (Le Monde, 13/9).


Francia se sube al carro de guerra en defensa de sus propios “intereses nacionales”, que no son otros que los balances de sus grandes grupos capitalistas. Cínicamente, lo reconoció un alto funcionario del Ministerio del Exterior: “Tenemos un mercado. Queremos el petróleo y queremos estar en el negocio de la reconstrucción del país. Si hay un nuevo régimen y nosotros no hubiéramos estado con los norteamericanos, ¿dónde estaríamos?” (The New York Times, 13/9).


Francia se candidatea como socio menor de los norteamericanos en el saqueo de la Irak “liberada”.