Libertades democráticas
24/10/1996|516
De Ernesto Goldar
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8 de octubre de 1996
Compañeros y amigos de Prensa Obrera:
La violencia de la Fortabat contra Jorge Brodsky pone de resalto el odio de la patronal, y revela asimismo dos ingredientes típicos de la derecha oligárquica: la discriminación ideológica y el racismo. No caben dudas, pues, que a Brodsky lo persiguen por obrero, por marxista y por judío.
Al fin y al cabo, en este conflicto, el diario “La Prensa” no hace más que proseguir su proverbial venganza contra los asalariados y los intereses del país. Portavoz de lo más rancio, en sus ciento veinte años de provocaciones ha destilado un odio de clase, un desdén autoritario y un vicio en agredir a los argentinos que no Irene parangón. Y así le ha ido: a pesar de las mutaciones formales en consonancia con la “modernización” menemista, la figura grotesca de su propietaria y la apoyatura del elenco estable de servicios y alcahuetes que la secundan no consiguen evitar que el matutino sea el menos leído de Buenos Aires. Por otra parte, la simple mención de su nombre evoca las peores resonancias en los sectores populares, y en el periodismo es sinónimo de vergüenza.
Porque en esta querella, y más allá de la sentencia y de los argumentos y los atropellos de una justicia que nadie puede imaginar independiente, el fallo ha sido dicho: consiste en la condena inapelable de los trabajadores contra un medio sistemáticamente mentiroso, desmedido en sus prejuicios burgueses, seco y terminado.
Brodsky, Alvarez y Gutiérrez patentizan la dignidad de los que luchan.