De Ernesto Goldar

8 de octubre de 1996


Compañeros y amigos de Prensa Obrera:


La violencia de la Fortabat contra Jorge Brodsky pone de resalto el odio de la patronal, y revela asimismo dos ingre­dientes típicos de la derecha oligárquica: la discriminación ideológica y el racismo. No caben dudas, pues, que a Brodsky lo persiguen por obrero, por marxista y por judío.


Al fin y al cabo, en este conflicto, el diario “La Prensa” no hace más que prose­guir su proverbial venganza contra los asalariados y los intereses del país. Porta­voz de lo más rancio, en sus ciento veinte años de provocaciones ha destilado un odio de clase, un desdén autoritario y un vicio en agredir a los argentinos que no Irene parangón. Y así le ha ido: a pesar de las mutaciones formales en consonancia con la “modernización” menemista, la fi­gura grotesca de su propietaria y la apoyatura del elenco estable de servicios y alca­huetes que la secundan no consiguen evi­tar que el matutino sea el menos leído de Buenos Aires. Por otra parte, la simple mención de su nombre evoca las peores resonancias en los sectores populares, y en el periodismo es sinónimo de vergüenza.


Porque en esta querella, y más allá de la sentencia y de los argumentos y los atropellos de una justicia que nadie puede imaginar independiente, el fallo ha sido dicho: consiste en la condena inapelable de los trabajadores contra un medio siste­máticamente mentiroso, desmedido en sus prejuicios burgueses, seco y termina­do.


Brodsky, Alvarez y Gutiérrez patenti­zan la dignidad de los que luchan.