¡Hasta el socialismo siempre, Nilda!

Apel La Plata


¿Cómo despedir a nuestros ídolos? A esos de carne y hueso, que son nuestros compañeros, de los que disfrutamos sus genialidades cotidianas.


 


Nilda fue nuestra compañera, nuestra formadora, nuestra amiga, muchas veces nuestra madre, y otras tantas nosotras la de ella.


 


Conocí a Nilda en el 2006 cuando me vine a estudiar a La Plata, en vísperas del primer juicio a Etchecolatz. Recuerdo una charla en la Facultad de Derecho como una de las primeras veces que la escuche hablar. La sala estaba llena, se produjo un silencio absoluto cuando tomó la palabra, con su tono pausado y contundente a la vez. Nos deslumbró a todos.


 


En el 2013 me incorporé a Justicia Ya! y empecé a militar cotidianamente con ella. Nos abrazó desde un principio y durante todo el juicio por el CCD La Cacha, nuestro primer juicio. Aprendimos todo de ella. Bastaba con mirarla desde el estrado para saber qué hacer, cómo intervenir. El día de la sentencia nos dijo que nosotras –chicas, mujeres y revolucionarias– ¡frente a los genocidas nos habíamos hecho enormes!


 


Ella nos hacía sentir así, nos hacía sentir que nos podíamos comer el mundo, que no había genocidas, canas, jueces, fiscales que no pudiéramos enfrentar. Nos enseñó a romper con todos los esquemas, nos dijo que nunca nos olvidemos que antes de ser abogadas somos militantes, que los códigos los dejáramos fuera de la sala de audiencias. Nos enseñó a perderle miedo a las formalidades y a los ritos; tanto que en el juicio contra la CNU –que tendrá sentencia en breve–, el tribunal nos llamó varias veces la atención por “no respetar las formas”. ¡Cómo te reíste cuando en la primera audiencia nos hicieron lugar al pedido de quitar ese crucifijo enorme que estaba en medio de la sala!


 


Nilda fue muchas cosas, pero sobre todo fue un cuadro político. Tenía una enorme capacidad de pronóstico, era una estratega. Siempre terminaba teniendo la razón, le sacaba la ficha a quien sea. Siempre tenía una salida para cualquier problema. Cuando se le metía una idea en la cabeza nadie podía frenarla, y así fue que con su tenacidad se conquistaron tantas cosas.


 


Recuerdo la sentencia de Fuerzas de Tareas N°5, cuando el tribunal dijo que condenaban por el delito internacional de genocidio (¡por primera vez!) y de los nervios dudaba de haber entendido bien, así que hice lo que hacemos siempre, mirar a Nilda, y allí estaba riendo sin parar, pícaramente. La lucha, emprendida cuando arrancaron los juicios desde el 2006, cuando todos consideraban que era una locura la condena por genocidio, había dado sus frutos. Con la misma tenacidad se hizo escuchar, y que escucharan a otros compañeros en Cámara, en los incidentes de prisión domiciliaria, donde hizo emocionar hasta los jueces.


 


Como te dolieron Santiago, Facundo Jones Huala, Agustín Santillán…


 


Tu firmeza hizo que hasta tus últimos días nos preguntaras por las cédulas que habían llegado, discutimos la estrategia para la próxima audiencia del juicio contra la CNU.


 


Nilda: nadie nunca te pudo quebrar jamás. Fuiste un baluarte para la lucha por los derechos humanos, independiente del Estado y de sus gobiernos. Como siempre decías, si tenemos que exigirle al Estado, no podemos nunca ser parte de él.


 


Cuando pudiste hablar, revolucionaste todo. Te tatuaste en la memoria cada nombre, cada detalle, cada dato de cada compañero que conociste, una enorme cantidad de familiares hoy saben que pasó gracias a vos. Nunca te colocaste en el lugar de víctima (cómo nos retabas cuando en las audiencias te llamábamos así…) porque nunca te moviste de tu lugar como militante.


 


Te voy a extrañar como compañera, ahora que ya no vamos a encontrar tu mirada cómplice en las audiencias. Y los asados, la quinta de Gonnet, las largas jornadas de trabajo con charlas infinitas. Tu fascinante humor ácido. Tu amor por la vida.


 


Tuvimos el honor de haberte conocido en profundidad. Nos dejaste mucho, hoy nos toca honrarte continuando firmemente con esta lucha.


 


Vos sabés, la única penalidad que les cabe a los genocidas es la destrucción de este sistema y la construcción de un mundo nuevo sin opresión ni explotación.


 


Así nos vamos a vengar, así va a ser nuestra verdadera justicia.


 


Así, por fin, vas a estar en paz. 


 


 


Foto:Gabriela B. Hernández – Acto en homenaje a Nilda Eloy. Domingo 12 de noviembre de 2017, ciudad de La Plata.