Hay que ‘encanar’ a los ‘peces grandes’

El juicio por asesinato del soldado Omar Carrasco está comenzando a mostrar la frondosa cadena de complicidades y encubrimientos que ha ocultado a todos los implicados en el crimen.


El subprocurador general del Estado, Luis González Warcalde, reconoció que “hay encubridores de alta jerarquía… que se extendió durante el mes que el cadáver estuvo escondido en el cuartel de Zapala” (La Nación, 17/11).


En principio, están implicados en el encubrimiento todas las autoridades del regimiento, empezando por su jefe, el teniente coronel With. Todos los registros del regimiento se encuentran alterados y fraguados para justificar la tesis oficial de la ‘deserción’ de Carrasco.


El encubrimiento se extiende hacia afuera del cuartel. El día que fue encontrado el cadáver de Carrasco, estaba presente en el regimiento el jefe de inteligencia de la Brigada de Neuquén —teniente coronel Jordán— que se reunió a solas con With durante dos horas, antes de que éste ordenara el rastrillaje que permitió dar con su cuerpo. “La presencia de Jordán en el regimiento ese día nunca fue debidamente esclarecida” (La Nación, 20/11). Está claro que el jefe de Inteligencia no podría moverse sin el conocimiento —cuando no, bajo las órdenes directas— del propio jefe del VIº Cuerpo, general Cándido Díaz. Según denunció una periodista neuquina, Díaz dio a conocer a la prensa el hallazgo del cuerpo de Carrasco… ¡cuatro horas antes de que fuera encontrado realmente!


El perito Enrique Pruegger explicó que “los que sacaron el cadáver de Carrasco (de donde estaba escondido), sabían muy bien lo que estaban haciendo. Presentaron el cadáver de Carrasco prolijamente y prepararon un escenario… No lo sacaron los mismos que lo mataron, porque los que lo asesinaron lo hicieron muy burdamente” (Clarín, 20/11).


La red de encubrimientos llega por esta vía hasta el propio Balza —comandante del ejército—, quien “cuando estuvo en Zapala, a poco del descubrimiento del cadáver de Carrasco, que estuvo un mes oculto, tuvo dificultades para explicar cuándo y cómo se enteró de que había aparecido el cuerpo. Así lo testimonian grabaciones de la época” (Río Negro, 6/11). El defensor de Canevaro, basándose en los reglamentos militares, “sostiene la hipótesis de que el jefe del Ejército fue informado de inmediato sobre el asesinato” (ídem). A Díaz y a Balza virtualmente se les ha permitido escapar a la comparencia en el presente juicio oral, ya que sus declaraciones serán presentadas por escrito.


Una responsabilidad sustantiva del operativo de encubrimiento le corresponde a la justicia militar, que según los defensores de los acusados, manipuló las investigaciones y las declaraciones de los testigos para que sólo quedaran pegados los ‘perejiles’ (Clarín, 19/11). En esta tarea, la justicia militar contó con la complicidad de la justicia y de la policía neuquinas, que sistemáticamente se negaron a investigar la cadena de encubrimientos (Ambito Financiero, 16 y 20/11).


El operativo de encubrimiento, claro, llega hasta la propia Rosada. ¿O acaso el apurado decreto menemista del ‘servicio militar voluntario’ (que no es tal, porque el ‘obligatorio’ no ha sido derogado) no fue un intento de desmontar las movilizaciones juveniles que reclamaban el esclarecimiento del asesinato y, por esta vía, enterrar las investigaciones?


Todo el aparato estatal está cubierto por la sangre del soldado Carrasco.