Los suicidas

Apel

Guillermo Devoto, subcomisario de la Policía Federal, se suicidó en su casa de Miami. Estaba prófugo de la Justicia, que lo imputó, en la megacausa del Primer Cuerpo del Ejército, por apropiación de un hijo de desaparecidos en 1979.


Devoto es el séptimo genocida que se suicida.


El mayor del Ejército, Aldo Cecchi, se suicidó con un disparo en la cabeza antes de ser trasladado a Córdoba para ser juzgado en la causa "La Perla". El Ratón, Miguel Angel Junco, se tiró a las vías del tren. El teniente coronel Paulo Navone se disparó en la sien. A Alfredo Marco, un capitán que participó en el crimen del obispo Angelelli, se lo encontró muerto en su casa de La Rioja. El torturador Segundo Wenceslao Garro se suicidó de un disparo en el corazón en 2009.


El ex prefecto Juan Antonio Azic, por su parte, falló en su intento suicida en 2000. Fue condenado a perpetua en la causa Esma y está siendo juzgado actualmente en la megacausa Esma unificada.


A estos casos se suman los que murieron por causas naturales. El 16 de enero falleció Roberto Pérez Froio condenado por 48 hechos de imposición de tormentos, 177 de privación ilegítima de la libertad agravada y 2 casos de tortura seguida de muerte; y que estaba siendo actualmente juzgado en la megacausa Esma. A pesar de la sentencia y del juicio actual, Pérez Froio gozaba de prisión domiciliaria en su casa del Club de Campo "Pilar del Lago".


Todos estos genocidas vivieron larguísimos años gozando de la más completa impunidad. Muchos otros tampoco serán juzgados nunca, por del letargo de la Justicia argentina y la inexistencia de una verdadera decisión del poder político de proceder contra todos ellos en forma expeditiva.