Otro testimonio involucra a la cúpula de la Unión Ferroviaria

El 6 de setiembre declaró otro testigo protegido, Claudio Díaz. De nuevo no se permitió el ingreso del público ni de la prensa. La declaración de Díaz, que subió al estrado disimulado con lentes y visera, tuvo varios puntos de contacto con la de Alejandro Benítez, otro testigo protegido.


Díaz dijo que Gabriel "Payaso" Sánchez concurrió armado a la convocatoria de la Unión Ferroviaria contra los tercerizados, y también describió la férrea organización vertical del sindicato. Fue enfático al denunciar "la movilización espontánea", esgrimida por Pedraza y compañía, como una coartada preestablecida. "La UF nunca acató una orden de los afiliados. Es al revés. Ellos fueron los que convocaron", afirmó. Dijo que concurrió para "hacerse ver", por el interés de hacer ingresar a su esposa en la planta ferroviaria. "Desde 2010 que el sindicato maneja todos los ingresos al ferrocarril". De la mano de la UF había concurrido al acto de Moyano en la 9 de Julio y al estadio de River, pocos días antes del crimen de Mariano. "Podíamos retirarnos de nuestros lugares de trabajo sin recibir sanciones porque convocaba la Unión Ferroviaria", precisó. La burocracia sindical y CFK decían, por aquellos tiempos, que las concentraciones eran "espontáneas".


Díaz llegó a Barracas junto a Gabriel "Payaso" Sánchez, señalado como otro de los que abrieron fuego contra los luchadores ferroviarios. Llegó en el automóvil de Sánchez, quien extrajo de la guantera un revólver. "Traje el muñeco", le dijo Sánchez a Díaz.


Díaz puso de manifiesto la complicidad activa de la policía con la patota. Relató que al llegar a Barracas pudo identificar, debajo del puente ferroviario, "a policías de civil que conozco de Constitución, que son los que arman los operativos en la estación". "También había un patrullero que estaba cruzado en la calle, y que luego se movió y quedó estacionado en un costado". Señaló que, cuando comenzó la corrida contra la columna -"que estaba lejos, a 150 metros por lo menos"-, la policía no hizo nada para detenerlos. También describió la presencia de personas ajenas al gremio entre los ferroviarios.


Cuando a Claudio Díaz lo llevaron a la guardia del hospital Argerich, por la herida que le produjo un piedrazo, González, otro de los detenidos, le dijo que no hablara de lo que había pasado porque estaba todo podrido". La patota comenzaba a tejer un pacto de silencio, amenazas e intimidaciones a granel. En ese momento, los militantes y los tercerizados que habían sido agredidos en Barracas cortaban Corrientes y Callao.


Díaz dijo que las repercusiones del hecho en el que había quedado involucrado lo impactaron, que esperó en vano durante varios días a que alguien del sindicato lo llamara para ir a declarar. Lo hizo, al final, persuadido por otro ferroviario.


El interrogatorio de las defensas fue errático e insustancial. Finalmente, el abogado de Sánchez solicitó un careo con su defendido. "El Payaso" pretendía protagonizar una apretada contra el testigo. El tribunal no lo autorizó, pero le ofreció al detenido ampliar su indagatoria. Sánchez puso como condición responder solamente a las preguntas del tribunal. Durante 15 minutos desarrolló un relato confuso y lastimero. Negó andar armado y pertenecer a la barrabrava de Racing. Otros testimonios -además del de Díaz- también lo habían descrito como un pistolero violento al servicio de Pedraza y de Fernández. Sánchez no aportó ningún elemento relevante que refutara las acusaciones en su contra.


A esa altura, las defensas ya habían recibido una nueva paliza. El testimonio de Claudio Díaz puso de manifiesto el carácter "oficial" de la convocatoria de la patota, una decisión que -atento al orden de jerarquías de la Unión Ferroviaria- solamente había podido ser adoptada por Pedraza y por el "Gallego" Fernández.