Sacco y Vanzetti en el norte de Santa Cruz

Hace unos meses viajé hacia Las Heras y Caleta Olivia para investigar los sucesos de la huelga petrolera de 2006 para el libro El kirchnerismo feudal. Pude conocer, de mano de sus protagonistas, el terror que el gobierno kirchnerista había instalado en la ciudad para amedrentar a los petroleros que paraban contra el impuesto al salario y contra la tercerización laboral. Adrián Saucedo, uno de los líderes huelguistas, contaba sobre la magnitud de una huelga histórica, sobre los piquetes, sobre el rol del cura Juan Carlos Molina (actual funcionario jefe del Sedronar y caracterizado por los petroleros como "el cura de YPF"), el rol del cura Luis Bicego (que refugió en su parroquia a 150 personas perseguidas por el terror militar). Los Kirchner -que gobernaban la provincia desde la Casa Rosada- habían decidido ir a fondo contra una manifestación épica de la clase obrera del norte de Santa Cruz, que está inscripta en la memoria histórica de los trabajadores de la región y que debería estamparse en la memoria histórica de la clase obrera nacional. Los K fueron por todo. Instalaron centros clandestinos de detención, como denunció la entonces concejal del FPV Roxana Totino, que contó la represión durante el juicio que pude presenciar. También pude ver cómo el testigo Flavio Torres -que había señalado con nombre y apellido a supuestos victimarios de Sayago- se desdecía y aseguraba haber realizado su declaración bajo apremios ilegales. No hay modo de convalidar esta sentencia, que permite visualizar los límites de esta democracia puesta al servicio de los patrones. Hay trabajadores que, según la Justicia, deberán pasar su vida tras las rejas, por el sólo hecho de pelear por sus derechos. En el lugar en el mundo de la presidenta Cristina Fernández, acaban de erigirse tristemente nuestros propios Sacco y Vanzetti. Esto no debe pasar.