La Declaración Universal de Derechos Humanos sostiene que: "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión".

Un Estado que resigna su función primaria de garantizar a los ciudadanos la calidad de la educación, la seguridad de los transportes y la dignidad del trabajo, es un Estado que cuando se ve interpelado responde brutalmente mediante el uso de la fuerza.

Como lo hicieron con Kosteki y Santillán,

como lo hicieron con los 39 muertos de diciembre de 2001,

como lo hicieron con los Qom,

como lo hicieron

con Mariano Ferreyra.

Mariano estaba ahí para reclamar por lo que él creía justo, y esto lo llevó a encontrarse con una injusticia aún más brutal y violenta que la que él estaba combatiendo. Aquella que le costó la vida a manos de una policía que liberó el territorio para que actuara una patota sindical que defendía intereses patronales.

Puede que hayan apagado la vida de Mariano, pero nunca lograrán apagar el fuego que encendió su muerte.