Una estrategia de los yanquis

Duhalde no descubrió nada. En el tema de la ‘nocturnidad’ juvenil, como en todos los asuntos de alguna importancia social, el gobierno menemista obra con un cerebro lavado por el imperialismo norteamericano, es decir que es cipayo hasta los tuétanos.


El 30 de mayo pasado, el presidente norteamericano, Clinton, urgió a extender a nuevos pueblos y ciudades de los Estados Unidos el toque de queda que, para él, permitiría combatir la ‘delincuencia juvenil’. En la actualidad, ese toque de queda se aplica en 146 de las 200 principales ciudades norteamericanas, lo que significa que la policía puede arrestar a cualquier menor que transite por las calles a partir de la medianoche. En la ciudad de Nueva Orleáns, donde Clinton pronunció su discurso, existe un toque de queda “desde el atardecer hasta el amanecer”. En Dallas, en 1995, fueron arrestados por violar el toque de queda alrededor de 4.000 jóvenes (The New York Times, 3/6/96).


En un editorial sobre este asunto, el mencionado diario norteamericano señala que esos toques de queda “podrían ser inconstitucionales” y que “la Corte Suprema aún no se pronunció al respecto”. Destaca   “que el riesgo de una aplicación selectiva es alto, y que no es difícil adivinar cuáles serán los vecindarios o barriadas a los que la policía prestará mayor atención”. Es decir que incluso la prensa imperialista no tiene dificultades para ver que el toque de queda está dirigido contra los trabajadores, los pobres, los negros o los latinos.


Tenemos entonces que en la democracia capitalista más desarrollada del mundo, una tercera parte de la población carece de garantías y derechos constitucionales para una tercera parte su jornada. La amplitud que tiene la aplicación del toque de queda está indicando que estamos ante una estrategia política —la de una sofisticada represión social. La pesadilla que George Orwell describió en su libro “1984” tiene plena vigencia en los Estados Unidos: “El gran hermano te vigila” (Big Brother is watching you) es ley en el imperio de la democracia.


Es incuestionable que Duhalde está buscando una política frente a las tendencias explosivas que se acumulan en el Gran Buenos Aires por la misma vía que la del “gran hermano”. Incapaz de detener el empobrecimiento masivo de la población, la miseria social creciente y, de conjunto, la descomposición del capitalismo en todos los planos, la burguesía procura desarrollar un “Estado policial con rostro constitucional”. A esta misma tendencia responde la seguidilla de juicios y persecuciones que se ha entablado contra activistas y luchadores sindicales.


Lo que ocurre en Estados Unidos permite poner en una adecuada perspectiva el decreto que cierra los boliches a las tres de la mañana. No son las ‘disco’ lo que le preocupa a Duhalde (quien extendió la prohibición a todos los “lugares de reunión pública”), ni vamos a ser nosotros, los socialistas, los que nos pongamos a defender el negocio capitalista del embrutecimiento nocturno de la juventud. Duhalde quiere abolir el derecho de circulación, la libertad; quiere convertir a la policía en dueña absoluta de la noche. Para impedir que consiga tal cosa hay que promover una profunda movilización política por la derogación del decreto y reclamar la triplicación y cuadriplicación del presupuesto cultural, para que el Estado construya toda la infraestructura para el esparcimiento físico y el desarrollo moral de los jóvenes, bajo el control y dirección de las organizaciones de masas de la juventud y de la cultura.