Vejaciones en la Escuela de Cadetes de La Rioja: la escuela de la brutalidad policial

Luego de la hospitalización de 10 ingresantes, fueron detenidas las autoridades del Instituto de Seguridad provincial.

@tomaseps

Luego de la crisis abierta por los maltratos a jóvenes aspirantes al ingreso de la Escuela de Cadetes de la policía riojana, que llevó a la internación hospitalaria de al menos diez de ellos (algunos medios hablan de doce), se removió a la cúpula de la academia y fueron detenidas las autoridades del Instituto de Seguridad provincial, del que depende la misma.


El pasado martes 6, cuando cursaban el segundo día del “período de adaptación”, los jóvenes fueron sometidos a actividades extenuantes bajo el sol y sin agua, con elevadas temperaturas. El hermano de uno de los internados contó que éste “cayó desmayado y los instructores lo levantaron como a una bolsa de papas y lo tiraron a un costado (…) empezó a convulsionar y le tiraron agua. Cuando se dieron cuenta de que no estaba bien llamaron a la ambulancia” (Ámbito, 7/2). Primero cinco cadetes, y a las horas cinco más, fueron trasladados al Hospital Enrique Vera Barros con un cuadro de descompensación hídrica y shock; al menos cuatro permanecían todavía internados, uno “en coma, conectado a un respirador artificial” (Clarín, 7/2).


El gobierno de Sergio Casas (PJ) realizó las remociones y las denuncias de la cúpula policial ante la justicia, aunque “en principio se había decidido hacer una investigación interna, pero como seguían apareciendo estudiantes que debían ser internados”, finalmente, se decidió hacer la presentación judicial (Página12, 7/2).


El gobernador Casas mantiene en su cargo al Jefe de la Policía de La Rioja, Luis Páez, quien en abril de 2015, ante denuncias de maltratos en el mismo contexto, respondió que “si vienen a la policía de la provincia, no van a las carmelitas descalzas; si quieren ser monjas, vayan a otro lado” (La Rioja Libre, 14/4/15)  –en esos mismos días, un aspirante que dimitió contaba que “los instructores tenían un número fijo en la cabeza de personas descompuestas o golpeadas, y si no se cumplía ese número (…) no paraban y seguían diciendo que sigamos con los ejercicios de alto impacto” y que “a los que vomitaban, el instructor los hacía limpiar el vómito con su misma ropa y delante de todos”, entre otras torturas (ídem, 7/4/15). Bravata y todo, el escándalo que siguió a la hospitalización de varios jóvenes obligó a Páez a cerrar las sedes de la escuela en las localidades de Chepes y Chilecito.


Los casos de La Rioja son un botón de muestra de la barbarie que rige en los adiestramientos de las fuerzas represivas: en los últimos tres años se denunciaron vejaciones en ese marco en Plaza Huincul (Neuquén), Rosario del Tala (Entre Ríos), Villaguay (Entre Ríos), Tucumán y Chaco, entre otros, así como acosos y abusos sexuales a jóvenes aspirantes en San Juan y Chaco. Y ello considerando los riesgos que implica denunciar públicamente a las instituciones armadas del Estado.


Tales instrucciones son la “educación sentimental” para los agentes de la represión, la brutalidad y el gatillo fácil (y socios del crimen organizado) en todo el país, reafirmada luego por la impunidad judicial de esos atropellos. “Si enseñás humillación, soberbia y crueldad, cuando los actuales aspirantes se reciban van a ser crueles, soberbios y autoritarios”, concluye el ex aspirante riojano antes citado, en una sentencia que bien le cabría al federal Dante Barisone (que atropelló a un cartonero el 18D) y al fusilador Luis Chocobar, a quien Macri y Patricia Bullrich abrazaron como su modelo para un nuevo Código Penal que legalice la violencia institucional.


En la denuncia contra la avanzada represiva en curso debe inscribirse el reclamo de castigo a los responsables de las vejaciones en La Rioja, el cese de los maltratos a los aspirantes y la reorganización de la seguridad ciudadana sobre nuevas bases, bajo control de los organismos de Derechos Humanos y organizaciones de vecinos y trabajadores.