Yo acuso


Hace tres años y medio que mi lucha por el castigo a todos los asesinos de la masacre del 26 de junio de 2002, que cobrara la vida de mi hermano Maximiliano, la de su compañero Darío Santillán y decenas de heridos los cuales muchos han sobrevivido casi de milagro no tiene descanso.


 


Esta lucha significó “un antes y un después” en mi vida. Un largo camino que empezó con mi mamá Mabel, prácticamente a horas de aquel 26. Una dura lucha, que Mabel resistió hasta donde pudo y lamentablemente no pudo ver hasta sus últimos días de vida la justicia para Maxi y Darío que hasta el día de hoy seguimos reclamando.


 


Una lucha a la cual se han sumado muchísimos compañeros y compañeras de ruta que hasta el día de hoy permanecen al lado mío de manera incondicional.


 


Una lucha que también ha sido un gran ventanal de algunos sinsabores, siendo muchos de nosotros testigos de lujo de pérfidas maniobras de los distintos gobiernos nacionales que han pretendido acallar nuestra denuncia contra este régimen asesino e impune, con miserables prebendas de todo tipo y color, las cuales junto a mis compañeros y a las organizaciones consecuentes hemos rechazado mientras eran aceptadas por otros que en algún momento compartieron las calles y los piquetes con Maxi y con Darío.


 


Desde ya, es mucho también lo que he aprendido en estos tres años y medio. La procesión va por dentro, pero también por fuera. Por momentos, el dolor insoportable de una pérdida irreparable se transforma en una llamarada vital para no bajar los brazos.


 


Nunca pretendí patrimoniar la lucha por el castigo a todos los asesinos; esta causa no es sólo de nosotros, los familiares sino que ha pasado a ser una causa popular frente a un hecho todavía impune que significó un capítulo particular en el largo combate de nuestro pueblo contra el hambre y la injusticia.


 


A veces me resulta por demás insufrible que quieran “honorificarnos” pasando al bronce esta lucha, a Maxi, a Darío, y a todos los que fueron protagonistas del 26 de junio del 2002. Muchos que creen homenajearme como una víctima más de la represión y la impunidad de los tantos casos emblemáticos que hay en nuestro país, como si mi presencia fuera nada más que un receptorio de plaquetas y homenajes en calidad de hermana, no saben que mi lucha no se agota en la justicia que busco por la Masacre del Avellaneda, sino que además parte de la pelea cotidiana del pueblo trabajador y piquetero contra este régimen de hambre y miseria con gobiernos de distintos color y discurso.


 


Me tocó en su momento decirle en su misma cara al gobernador Solá, quien felicitara al Fanchiotti, asesino material de mi hermano a pocas horas de su muerte, que tenía que pagar con la cárcel su responsabilidad intelectual. También me negué a que el Presidente Kirchner, quien ha resultado ser el máximo encubridor de los responsables intelectuales de la masacre, me conformara con comisiones “truchas” de (no) investigación a cambio de fotos en los diarios, las dichosas plaquetas para que saquemos nuestro reclamo de justicia de la calle y del mismo Puente.


 


Tuve el honor de encabezar junto a mi compañero infatigable Alberto, papá de Darío, una verdadera Comisión Independiente de lucha junto a las organizaciones que fueron protagonistas del 26 de junio, muchos sobrevivientes, personalidades de renombre y hasta el mismo compañero Hernán Gurián, injustamente condenado por defender a los manifestantes de la represión. Logramos instalar masivamente la lucha contra la impunidad que se montó desde el Estado y el Gobierno Nacional hasta el comienzo del juicio.


 


Llegamos a mayo de 2005 con el inicio de un juicio que en estos días culmina. Estos meses han sido muy duros para mi, seguramente también para Alberto, hemos visto una y mil veces a través de centenares de testimonios, pericias, careos y alegatos como Maxi y Darío volvían a morir. Hemos visto las maniobras de todo tipo y color para “absolver” a quienes fueran los verdaderos mentores del plan criminal, los Duhalde, los Solá, los Alvarez y toda la camarilla criminal de funcionarios. Hemos sido testigos presenciales de las provocaciones en la misma sala del tribunal de los policías asesinos y sus abogados. Hemos visto como en nuestras narices los fiscales mismos se encargaron de renegar del castigo a aquellos responsables políticos e intelectuales que queremos tras las rejas.


 


Sin embargo, el acompañamiento de mi abogada junto a la lucha de mis compañeros, dentro y fuera de la sala, a lo largo de semanas y meses, me han dado la fuerza para seguir adelante y hasta el final. Sabíamos que en este juicio no iba a haber justicia, sabíamos que las reglas del juego las ponen “ellos”, sabíamos que a este régimen no le convenía (ni le conviene) un Duhalde en cana. A pesar de todo eso, logramos deschavar públicamente con nuestra denuncia todas esas pérfidas maniobras y la lucha continúa.


 


En pocos días más conoceremos formalmente la sentencia, que casi ya es pública. Ni a mí ni a todos los compañeros nos van a conformar con la condena solamente a quienes tiraron del gatillo el 26 de junio de 2002 contra Maxi y Darío y otros compañeros que lograron sobrevivir. Ni a mí ni a todos los compañeros nos van a conformar con penas menores para aquellos policías que fueron junto a Fanchiotti y Acosta parte del operativo criminal. Como dijo alguna vez Alberto, el Estado no se va a juzgar a sí mismo. No queremos ningún “punto final” de Kirchner.


 


Yo, Vanina Kosteki, ACUSO. A todos los asesinos y represores materiales de ser los brazos ejecutores de un plan criminal premeditado para acabar con la lucha popular vitalizada por las históricas jornadas del 20 de diciembre de 2001. Acuso a Duhalde, Solá y todos los funcionarios criminales de ser los responsables intelectuales de la represión asesina de aquel 26. Acuso a Kirchner de ser el verdadero encubridor del Estado hambreador y represor que se llevara las vidas de Maxi y Darío, el cual sigue hasta el día de hoy con la misma política. Acuso de cómplices a todos los alcahuetes y escribas a sueldo que seguramente presentarán en sociedad el resultado de este juicio como “el fin de la impunidad”.


 


No quiero más solamente recordatorios y murales para Maxi, quiero justicia. Se que la vamos a conseguir. La lucha continúa.