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24/9/2009|1101

Historia de un fracaso

La Federación Juvenil Comunista en un libro de Isidoro Gilbert

La historia de los fracasos políticos no
debería ser menospreciada: la veneración de los éxitos y la condena y el
oprobio dedicados a las derrotas son características propias de los miserables.
Sin embargo, esta afirmación no excluye a la necesidad de ahondar sobre las
causas de los fracasos, de las derrotas. Isidoro Gilbert realizó una exhaustiva
investigación sobre la historia de “La Fede”, la juventud del Partido
Comunista. A lo largo de 800 páginas, la biografía de una organización que
nació al calor de la revolución bolchevique se tiñe, de cualquier manera, de
otro tipo de miserias. Aquellas que caracterizaron a las organizaciones devotas
del stalinismo. Otro tipo de miserias. Que abundan. Demasiado.

Luego del triunfo bolchevique, las
juventudes socialistas de todo el mundo que saludaron a la revolución también
se comenzaron a nuclear en torno a los partidos comunistas que reconocieron al
primer Estado obrero de la historia. En el país, las juventudes socialistas
recorrieron ese proceso, que culminó en la fundación de la Federación de
Juventudes Comunistas, cuyo primer secretario general, enfrentado a Victorio
Codovilla, fue Luis Koiffman. El dato no es menor: Koiffman, que se enfrentó a
la dirección comunista y evolucionó hacia el trotskismo, fue borrado de la
historiografía oficial del PC. Un rasgo que será el sello no sólo de ese
partido en el país, sino en todo el mundo.

A lo largo de toda su historia, la Fede
siguió los dictados del stalinismo. En esos vaivenes que, en los treinta
determinaron su elección estratégica por el Frente Popular -y que llevó a la
organización a ser una ladera de cuanto proyecto burgués existiera, hasta la
actualidad (en la que el PC es soporte del kirchnerismo)-, no alcanzaron para
que advirtieran el carácter del gobierno de Perón. Fueron los más conspicuos
gorilas, al punto que se aliaron con el embajador yanqui Spruille Braden, los
conservadores de la Sociedad Rural y los socialistas en la triste Unión
Democrática. Si hasta ese momento habían logrado tener relevancia,
intervenciones e incluso historias individuales de heroÍsmo obrero, nunca más
la Fede se insertaría en los procesos de avanzada de la clase obrera. En 1955,
luego del golpe, asistieron a la Plaza de Mayo del festejo gorila. Gilbert
intenta justificar señalando que fueron “con sus propias consignas”.

A fines de los sesenta sufrieron su primera
gran escición organizada. Los críticos de la rigidez staliniana del partido,
comandado por Codovilla, conformaron lo que posteriormente se conocería como
Partido Comunista Revolucionario. Prácticamente toda la Fede adhirió a la
escición. Gilbert bien señala que, en ese momento, la confusión ideológica de
los rupturistas era lo que primaba. Sólo posteriormente se manifestarían como
maoístas.

En marzo de 1976, los comunistas saludaron
al gobierno de Videla. Caracterizaron al genocida como el ala blanda de la
dictadura. La Fede, que no fue ilegalizada, prohibió a sus militantes brindar
ayuda a los perseguidos. Una revista de la juventud elogiaba al gobierno de
Bussi en Tucumán y le dedicaba artículos que destacaban: “El lema del gobierno:
ser dueño del suelo que se pisa, de la tierra que se trabaja, de la casa que se
habita”. Mientras tanto, los vuelos de la muerte tiraban vivos a los militantes
desaparecidos sobre la frondosa selva tucumana. Hecho que se repetía, incluso
con los propios militantes de la Fede -como Floreal Avellaneda-, en todo el
país. Mientras Política Obrera formaba parte del movimiento de familiares de
desaparecidos -hecho destacado por el autor-, la Fede daba impulso a la
institucionalista Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, junto a
Alfonsín. Despreciaban las consignas de Madres y Familiares de los
desaparecidos.

La llegada de la democracia marcó un giro a
la izquierda que sólo implicó una valoración postiva de las acciones armadas,
la reivindicación de la figura del Che, la sumisión a los dictados del
castrismo y la reafirmación del Frente Popular como herramienta de construcción
política. Pocos años después, la caída del muro stalinista marcó la debacle de
la organización, que se comprobaría pocos años después, con el pasaje
mayoritario de los militantes de la Fede al Frente Grande de Chacho Alvarez y
la consecuente disolución de la juventud comunista. Sólo hace algunos años fue
refundada para servir de ariete del kirchnerismo en el país, mermadas sus
fuerzas a tal punto de ponerla al borde de la inexistencia política, que
continua en la actualidad.

Gilbert, militante comunista durante buena
parte de su vida, escribe esta investigación. Hay que remarcar que en dos
oportunidades menciona a Política
Obrera. Una, en relación a la condena de PO al apoyo al gobierno videlista (que
Gilbert estima como una chicana), y la otra en referencia a la prensa
clandestina que, en lugar de vivar al gobierno bussista, trataba de destacar la
resistencia obrera a la dictadura. No son diferencias menores. Tal vez debido a
esa política la UJS hoy dirija la Fuba, mientras que los restos de la juventud
stalinista naufraguen en el mar de sus contradicciones políticas que la llevaron
a un fracaso irremediable.