D’Elía y los piqueteros: dos campos de clase

Cuando aún estaban tibios los cuerpos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, Luis D’Elía salió por todas las radios a declarar: “No compartimos cortar los accesos a la Capital porque eso nos contraría con los sectores medios y los trabajadores. Tampoco sostenemos un estereotipo de caras tapadas y garrotes en las manos porque eso termina siendo funcional a los poderosos” (Diario Popular, 28/6).


Esta justificación de la represión no fue una frase ocasional. Desde hace varios meses atrás, D’Elía ha venido desplegando una política divisionista en el movimiento piquetero que raya en la delación.


El 10 de enero, La Nación atribuyó a D’Elía haber declarado que “hay grupos organizados que responden a Raúl Castells, al Polo Obrero y a la organización de desocupados Aníbal Verón, que van a salir… a la calle para tratar de generar conflictos en el conurbano”.


Al día siguiente, al desmentir lo publicado por La Nación, D’Elía afirmó que “nunca se nos ocurriría abrir un juicio de valor sobre lo que hacen las demás organizaciones”, pero sólo para agregar que ” es cierto que hay posibilidades de un nuevo estallido social porque las demandas de la gente, tales como trabajo, alimentos y medicamentos, no están siendo atendidas por la actual administración, pero creemos absolutamente necesario incorporar a nuestras organizaciones en un proyecto de país, con producción y empleo para todos” (destacado nuestro).


Esto fue dicho a pocas horas de la instalación de Duhalde en el gobierno, cuando su furibunda devaluación fue saludada por la Unión Industrial como “una apuesta a la producción y el empleo”. Así, D’Elía repetía las palabras de Ignacio de Mendiguren y era “funcional” a los intereses de la gran patronal exportadora y de la alianza PJ, UCR y Frepaso, sostén del gobierno duhaldista. Esto explica el desatino de D’Elía de afirmar que los movimientos piqueteros debían integrarse a un proyecto “productivo” y a un régimen político que… no satisface las reivindicaciones populares.


Efectivamente, D’Elía se integró al proyecto duhaldista. Lo hizo en la llamada Mesa de Diálogo Argentino que reunió, a fines de enero, a representantes del Gobierno, la Iglesia y las Naciones Unidas. De ese “Diálogo” se gestó, a fin de enero, una reunión de Duhalde con Alderete (CCC) y D’Elía. A la salida de la Casa Rosada, D’Elía calificó de “hito histórico” la mención de Duhalde de incorporarlos a los Consejos Consultivos, encargados de supervisar los planes sociales oficiales. A través de esos “consejos”, el objetivo duhaldista era integrar el movimiento piquetero al Estado con la prebenda de “supervisar” el subsidio de 150 Lecop.


Para esa fecha, D’Elía había rechazado no sólo el planteo de “Fuera Duhalde”, sino incluso los reclamos de adelantamiento de las elecciones con el argumento de que sería “pornográfico” hacer una campaña electoral en medio de tanta miseria, como si la permanencia de Duhalde no fuera un factor central en el agravamiento de las condiciones de miseria, desocupación y bajos salarios.


Se inició a partir de entonces un largo período de paz social de D’Elía y Alderete con el gobierno duhaldista en el que abundaron las acusaciones de D’Elía contra las organizaciones piqueteras que no se sumaban a la tregua.


Según Ambito Financiero (21/2), el duhaldismo no fue ajeno a todo esto. “Ni lerdo ni perezoso, el Gobierno ya decidió la estrategia para profundizar la brecha entre los piqueteros. Ha ubicado al sector de D’Elía-Alderete como “piqueteros que representan” y a los otros como “piqueteros políticos”, y ha dado instrucciones a los funcionarios de cómo actuar con cada uno de esos grupos”.


Todo esto explica el encubrimiento que hizo D’Elía de la represión policial en el Puente Pueyrredón. Consecuente con esto, no llamó a marchar el día siguiente a Plaza de Mayo y hasta criticó a la CTA de Capital por haberlo hecho. “Esto no fue lo que habíamos acordado ni anteayer ni ayer, hasta que yo me fui, en la reunión de la Mesa Central”. Y agregó: “Respeto lo que decidió la conducción, pero con Marta Maffei (adjunta de la CTA) enfatizamos ayer que no íbamos a participar de lo que no se podía conducir”, dijo D’Elía (La Nación, 28/6), ratificando que sus intereses faccionales están por encima de la unidad de acción contra la represión.


Para cerrar toda esta bancarrota política, “nuestra agrupación no es partidista –dijo D’Elía respecto de la supremacía del Partido Obrero en el Bloque Piquetero– sino vecinalista” (ídem).


El que acusa a los piqueteros de taparse la cara (sabiendo que es contra la represión policial) no tiene empacho en travestirse en un vecinalista para ocultar que formó parte de la Democracia Cristiana, que luego desde el Frepaso entronizó a Fernando De la Rœa en el Gobierno y que ahora integra a las viudas del delarruismo que se desviven por aliarse con Carrió.