El arma secreta

Existe una historia no contada todavía de los sucesos del 26 de junio en el Puente Pueyrredón.


Esa mañana, los integrantes del Polo Obrero de Los Hornos, barrio de la ciudad de La Plata, llegaron como las demás columnas al puente. Transportaban la gran olla que diariamente utilizan en el comedor comunitario; la iban a usar para cocinar ese mediodía en el puente, pues la jornada iba a durar hasta las 18 horas. La olla, sola, pesa 5 kilos; como además estaba repleta de verduras, fideos, y todo elemento provisto por la colecta entre los comerciantes del barrio para la olla popular, su peso total debía ascender a 20 kilos. Era transportada con esfuerzo por dos piqueteros, que se turnaban cada tanto para relevarse en asir las dos asas que permitían su traslado. Otros piqueteros llevaban bolsas de arpilleras con lo que no había tenido cabida en la susodicha olla.


Hasta aquí, la rutina de todo piquete. Pero entonces, se desató la represión. Había que defenderse. Si esto resultó sumamente difícil para todos, imaginen la encrucijada de los piqueteros a los que circunstancialmente les tocaba en turno sostener la olla, que no dudaron ni un instante en defender, con su preciado contenido. Si rajar 20 cuadras escapándole a los balazos es epopéyico, la acción de los que defendieron la olla supera esta calificación.


Le zigzaguearon a las balas, a los palos, a las detenciones como pudieron. Algunos cayeron presos, otros cayeron heridos, pero la olla y todas las provisiones llegaron a salvo al local de Izquierda Unida… que poco después fue asaltado por la policía.


Pasadas otras urgencias -atender a los heridos, rescatar a los detenidos-, comenzó el rescate de la olla, para poder continuar las actividades del comedor. Así que para allá salieron los compañeros. Por suerte, parece que éstos no importan a la policía, o ella supo continuar su defensa sola: allí estaba, esperándolos, morocha de tanto fuego a leña, guardando todo su preciado contenido la compañera invaluable de jornadas militantes.


Ustedes se imaginan si se hubieran enterado los Haddad y compañía, ¡la que hubieran inventado! Si con un caño y una gomera hablaron de “armamento sofisticado”, con esta olla gigante hubieran dotado a las huestes piqueteras de un “arma secreta” con efectos impensados e impensables. Lo que Haddad y compañía nunca van a entender es que nuestra arma es la organización y el heroísmo, como el de los compañeros que defendieron la olla.