La próxima Asamblea Piquetera

En oportunidad de la Asamblea Nacional Piquetera de julio pasado, tres caracterásticas principales definían la situación política del momento: la transformación del movimiento piquetero en un factor político, el crecimiento de la lucha de masas y la excepcionalidad de la crisis política del régimen gobernante.


Las semanas que pasaron desde entonces confirmaron esa caracterización, en particular la referida al movimiento piquetero, que ha experimentado un desarrollo sistemático en varias provincias (el más destacado, Catamarca) y se transformó en el eje de las crecientes movilizaciones populares. El plan de lucha votado en la Asamblea dio lugar a masivas concentraciones populares en Plaza de Mayo, pero especialmente en Bahía Blanca, Neuquén, La Plata y Misiones. La Asamblea Piquetera motivó, ciertamente, que los docentes de la provincia de Buenos Aires respondieran con la huelga indefinida al ajuste de Ruckauf. Las movilizaciones docentes a La Plata o la marcha de antorchas en Avellaneda no tienen precedentes en la historia de los últimos a“os. La reacción de los maestros y profesores tiene un valor especial, porque ellos son una bisagra social, ideológica y hasta geográfica entre las masas más pauperizadas y explotadas y franjas masivas de la peque“a burguesía.


En otro aspecto, la crisis de poder, el derrumbe del Estado bonaerense tiene un valor único. Por un lado, ha puesto en marcha una gigantesca movilización popular que no exceptúa ni al más remoto de los municipios; por otro lado, ha agravado la descomposición económica del régimen en su conjunto; por último, ha golpeado a una de las conspiraciones políticas que se estaban anotando para suplantar al gobierno delarruista. No sólo esto: ha golpeado, además, toda la alternativa de un gobierno de “salvación” o “unidad nacional”, que se ha hecho más inviable como consecuencia del crecimiento de las contradicciones entre sus promotores y candidatos. El tándem Ruckauf-Duhalde se ve obligado a pasarle la gorra a De la Rúa, luego de haber pretendido por bastante tiempo oficiar como su tutor. En la estela de este descomunal retroceso también se han disipado las perspectivas de Moyano y del clero, de inscribirse en una variante de recambio político. Sólo un mes después de la Asamblea Piquetera, Daer y Moyano convocaron a una concentración sin paro, ignorando olímpicamente la lucha popular contra el ajuste. Las burocracias oficiales ni siquiera mencionan la necesidad de liquidarlo.


La cesación de pagos del Estado se ha extendido a todas sus administraciones, al punto de obligar a la emisión de moneda sin respaldo, los patacones, que sin embargo han sido admitidos por el Estado nacional, que los canjeará por una suerte de patacones nacionales, los Lecop. La emisión de este dinero trucho es un reconocimiento oficial de que la bancarrota financiera se acentuará con el correr del tiempo y que no alcanzará para subsanarla incrementar el porcentaje de recorte de los salarios. Toda la perspectiva apunta a un agravamiento del derrumbe financiero y a una declaración oficial de colapso.


El acuerdo con el FMI no debe llamar a engaño: el imperialismo no ha firmado un apoyo financiero al régimen sino que le ha dado el ultimátum previo a la oficialización de la cesación de pagos. El gobierno de Bush ya ha decidido que el colapso de la Argentina es un mal menor para sus intereses, comparado con la alternativa de seguir con un rescate permanente que sólo servirá para hacer más masivas las pérdidas de una quiebra.


En este marco explosivo, la traición de la burocracia de Ctera a los docentes en huelga indefinida pone al desnudo las limitaciones de los acuerdos establecidos por la Coordinadora piquetera en el curso del plan de lucha. Maffei y Yasky fueron a salvarle el pellejo a Ruckauf, cuando toda la situación de lucha justificaba otra cosa: una huelga indefinida de todos los estatales que derrotara el ajuste bonaerense y por esta vía acabara con Cavallo y consortes, y liquidara las pretensiones del FMI y del Tesoro norteamericano. Ha quedado al desnudo que si el movimiento piquetero no lucha en forma consecuente por establecerse como una nueva dirección, será sepultado por las burocracias sindicales firmemente soldadas al sistema. Precisamente cuando la rama docente de la CTA prefería a Ruckauf, Farinello exponía en una carta su posición de principios contra los piqueteros y marcaba una delimitación estratégica con la clase obrera, en nombre del nacionalismo peque“o burgués tardío. La conducta de Farinello desnuda la contradicción de fondo de los dirigentes piqueteros que lo toman como bandera política.


Es a la luz de esta rica experiencia que los piqueteros deberemos tomar nuestras decisiones en la Asamblea del 4.


De un lado, la Asamblea ha demostrado el poder convocante de la deliberación y su capacidad movilizadora. Se ha creado la posibilidad entonces de poner en pie una dirección combativa con alcance nacional. Pero una organización de estas caracterásticas está obligada a definir una estrategia política. La segunda Asamblea Nacional daría un enorme salto si convocara a un Congreso Nacional piquetero y obrero, a partir de la realización de congresos piqueteros en cada provincia, municipio o distrito. Sin despreciar los acuerdos circunstanciales (que no pueden ser más que eso) con las organizaciones sindicales oficiales, el movimiento piquetero debe buscar una alianza estratégica con las direcciones obreras de base (fábricas, talleres, escuelas, distritos), precisamente en el marco de un Congreso de delegados de los piquetes obreros de ocupados y desocupados.


Por otro lado, el ajuste sigue en pie; más brutal con el paso del tiempo; ya ha cercenado conquistas piqueteras; después de la liberación de Barraza y sus compa“ñeros, la cantidad de compa“eros presos ha crecido en forma exponencial; las fuerzas políticas del régimen y sus laderos sindicales se han llamado a silencio para dedicarse al oficio electoral y para darle una oportunidad al ajuste. Esto quiere decir que se plantea la profundización del plan de lucha.


Con relación al plan de lucha, el punto crucial es ganar a los trabajadores que se encuentran en el ámbito de acción de los diferentes movimientos piqueteros con la consigna de impulsar la huelga general. Esta es más necesaria que nunca, pero no va a ocurrir a partir de una decisión de la burocracia oficial. Será contra ella. Hay que formar piquetes conjuntos con las agrupaciones de fábrica o sindicales combativas para organizar la acción común con la consigna de la huelga general, precisamente como método de preparación de la huelga general, que tampoco será el resultado de nuestras decisiones sino del imparable proceso de descomposición social y política. Formemos piquetes volantes, por un lado, que agiten y organicen de barrio en barrio y de fábrica en fábrica, y piquetes masivos, por el otro lado, para garantizar con murallas humanas las decisiones de huelga en los lugares de trabajo estratégicos para la economía o la política.


Que el movimiento piquetero no participe en las elecciones no significa que deba ser ajeno a la lucha política que se va a manifestar en la campa“a electoral, ni mucho menos que ello lo lleve a una posición neutral con relación a la situación política. El gobierno intentará usar el espectáculo electoral como un biombo distraccionista para imponer el ajuste. En estas condiciones, junto a la profundización del plan de lucha es necesario discutir seriamente el planteamiento de conjunto de echar al gobierno hambreador e impotente frente a la catástrofe, y reemplazarlo por el gobierno de una Asamblea Constituyente soberana, que reorganice el país sobre nuevas bases sociales.