Pulseada para la historia

El escenario fue imponente. Dos mil quinientos efectivos rodeando la Plaza de Mayo. Por Diagonal, filas y filas de “tortugas” aprestados para la represión, a sabiendas de que avanzaríamos por allí.


Nosotros avanzamos con cuatro cordones de seguridad delante de la columna de no menos de diez mil y tal vez doce mil compañeros, según distintos observadores. La decisión fulminante de rodear la plaza de canas no dismuniyó, más bien robusteció, la decisión política de los convocantes de mantener el Acampe.


Rodeados por nuestra seguridad, partimos. El diálogo seco, y pero terminante, marcó el derrumbe político del gobierno.


El comisario del operativo pretendió palpar a cada manifestante para evitar el ingreso de carpas, de carteles y de palos.


Le espetamos si pretendía cachear 12.000 personas; dijo tener esa orden. Le preguntamos si estábamos en estado de sitio, contestó que no. Le preguntamos qué ley invocaba para impedirnos entrar en la plaza del pueblo, para impedirnos ejercer nuestro derecho constitucional de manifestar. Dijo no saber, sólo balbuceó estar cumpliendo órdenes por cuestiones de seguridad.


Insistimos que veníamos para entrar a la Plaza y que fuera a consultar al Presidente Duhalde. Cuando volvió, nuestra seguridad detuvo a los policías que lo acompañaban en el primer cordón y entró acompañado por los nuestros hasta el lugar del diálogo final.


Trezeguet, responsable del operativo del día 20 de diciembre, trajo la respuesta de que podíamos entrar a condición de no ingresar carpas. Dijimos que acamparíamos a como diera lugar, como lo hacemos en los cortes de ruta, en las difíciles condiciones que nos impone la lucha. Deliberamos brevemente y consideramos que debíamos entrar en esas condiciones.


El triunfo político es conocido. Pero algo que no apareció en el diálogo fue determinante. La dirección piquetera había resuelto acampar transformando la Av. de Mayo en una gran ruta 34, en una gran ruta 3, en un gran corte de ruta. El poder político intuyó que esto sería así, porque ya había comprobado que esta dirección se había probado en la lucha y que buscaba cumplir consecuentemente el plan de lucha resuelto en la Asamblea Nacional.


Si no entrábamos, se verían obligados a reprimirnos y con esta represión podía irse el último aliento del gobierno Duhalde.


En esta confrontación política verbal entre el piquetero y el comisario, que ya es parte de los anales del movimiento obrero, se siente la derrota intelectual y política del gobierno. Pocas horas después, quince mil personas o más colmaban la Plaza para rugir por la consigna central del Acampe en todo el país.


Que se vayan todos.