Mujer

26/8/2004|865

El genocidio de las mujeres

Las mujeres pagamos la ilegalidad del aborto con secuelas psíquicas y físicas o directamente con la vida. Según es­tadísticas del Ministerio de Salud, hay casi tantos abortos como nacimientos: cada día del 2002 nacieron en el país 1.903 niños y se prac­ticaron por lo menos 1.400 abortos (medio mil­lón anual). Cada día, también, muere por lo menos una mujer en el intento de interrumpir su embarazo no deseado. El aborto es la primera causa de mortalidad materna: de ca­da dos mujeres que mueren en el período de gestación, una fallece por las secuelas de un aborto clandestino. De la totalidad, más de la mitad no había cumplido aún los 30 años. Este dato no sorprende si se considera Que, en 2001, la sexta parte de las mujeres que fueron madres tenían entre 10 y 19 años. Tema para otra nota, esta cifra permite mensurar la mag­nitud de la violación infantil.


El motivo más frecuente por el que las mu­jeres en edad de procrear van al hospital es el parto; el segundo es por las consecuencias de un aborto mal hecho. “El número de abortos provocados aumentó a más de medio millón por año: las tasas de internaciones hospitalarias por complicaciones de abortos crecieron un 46% entre 1995 y 2000, con picos superiores a 100% en algunas jurisdicciones’, dice un in­forme de la OPS y el Ministerio de Salud. El crecimiento de las internaciones por aborto de­nuncia la pauperización: muchas imperes que antes pagaban un aborto ilegal pero hecho en condiciones seguras hoy apelan al aborto quí­mico -pastillas e inyecciones- para provocarse una hemorragia. Las mujeres más pobres si­guen utilizando las prácticas más baratas, que son de alto riesgo, como introducirse sondas o alambres. Ellas engrosan las estadísticas de mortalidad materna.


Las estadísticas oficiales registran un 31% de muertes por aborto. Pero el Ministerio cues­tiona sus propios índices, ya que “el subregistro de muertes maternas sería de alrededor del 50%”. Esto significa que con frecuencia la cau­sa real de muerte aparece encubierta bajo otros rótulos: ‘^hemorragia”, “septisemia”, etc. Los médicos prefieren no informar las muertes por ‘aborto para eludir complicaciones legales.


La mortalidad materna reproduce el mapa de las diferencias regionales y sociales. A nivel nacional es de 43 muertes por cada 100.000 abortos, en la Ciudad de Buenos Aires es de 9 por cien mil, en Jqjuy se cuadruplica (197 por cada 100.000) y en Chaco y Formosa se tripli­ca (con 159 y 139 por 100.000, respectivamen­te). En EE.UU., Francia, Italia, Holanda. In­glaterra, Canadá, Australia, Cuba (el 64% de la población mundial vive en países en los que el aborto es legal), la mortalidad por abortos es casi inexistente: 0,6 por cada 100.000. En la Argentina, hay un mínimo de 100 muertes ca­da 100.000 abortos (por lo menos 500 anuales). La mayoría serían evitables si hubiera una atención postaborto adecuada. Pero la ilegali­dad lo impide: las mujeres tardan en ir al hos­pital por temor a ser denunciadas y, cuando fi­nalmente van, son mal atendidas -ni siquiera existe un protocolo que regle la atención- por falta de insumos y por la ‘condena moral” que lleva a los servicios de salud a perder tiempo en interrogatorios policiales en vez de practi­car el legrado o suministrar antibióticos. Cuan­do la paciente recibe el alta, rara vez queda in­cluida en un programa de planificación fami­liar.


El Encuentro de Muyeres de Rosario -al igual que todos los anteriores- se pronunció a rajatablas por la legalización del aborto. Las piqueteras -en cumplimiento del plan de lucha de la ANT— reclamamos este derecho en las ca­lles el 26 de septiembre de 2003, Día Inter­nacional por la Despenalización del Aborto. Co­mo ha planteado repetidamente la ANT. la de­cisión sobre nuestro propio cuerpo no debe es­tar en manos de la Iglesia ni del Estado, sino en las de cada mujer. Y los recursos para que estos derechos se cumplan deben ser provistos por el Estado. Contra las maniobras de la Igle­sia y del gobierno para digitar el Encuentro de Mendoza, esta reivindicación debe formar par­te del plan de lucha que aprobemos las muje­res que nos demos cita allí.


Anticonceptivos para no abortar. Aborto le­gal y gratuito para no morir.