Mujer

14/10/2004|872

Experiencias y debates

Los compañeros del Partido Obrero y del Partido Obrero de Mendoza se llevan toda nuestra gratitud. No sólo garantizaron las mesas de la Plaza Independencia para que decenas de piqueteras llevaran Prensa Obrera a cada escuela y para que los materia­les del partido estuvieran a disposición de todas las mujeres que se acercaban. Tam­bién estuvieron atentos a cada una de nuestras necesidades, permitiendo que las compañeras sólo nos ocupáramos del debate político, de la intervención en los talle­res, de la organización de la marcha. Y siempre con buen humor y ánimo camaraderil, a pesar del cansancio que se notaba en todas.


Caleta


La delegación de Caleta Olivia recorrió prácti­camente todos los talleres del Encuentro, arran­cando muestras de solidaridad y conmoviendo a las asistentes. La presencia de las jóvenes fa­miliares de presas y de las ocupantes victorio­sas de Termap fue decisiva para definir el reda­mo de la libertad de los presos y presas, que se obtuvo en la aplastante mayoría de los talleres, y arrancó votos divididos entre las militantes de las organizaciones cooptadas por el gobierno. La excepción fueron las mujeres del aparato de la Iglesia y el taller de Mujeres y Política fre­cuentado por funcionarias y dirigentes de parti­dos patronales, que intentaron impedir hablar a las compañeras y se opusieron abiertamente a la libertad de los presos.


Patotas


La patota de unos 300 hombres en la escalinata de una iglesia frente a la cual pasaba la marcha, gri­tando ´asesinas´ y ´vida´, contó con la anuencia de la Municipalidad. Sólo así se explica que fuera la única parte del trayecto en el que las luces de la calle hablan sido apagadas. Con doble cordón de seguridad, impedimos las agresiones y que la provocación cumpliera el objetivo de generar una gres­ca y romper la marcha. Las escuelas donde fun­cionaban los talleres habían sido pintadas la noche anterior al Encuentro: "Asesinas”, "No al aborto”, "No al zurdaje”, ´Fuera lesbianas´. Al mediodía -en­tre sesión y sesión-, entraron a la escuela Quinta­na y quemaron toda la folletería sobre anticoncepción. La impunidad de los grupos fascistas de la Iglesia Católica sólo se explica por la complicidad del gobierno municipal y provincial.


Todas las comisiones


En este Encuentro, las compañeras del Polo cubrimos por primera vez casi la totalidad de las temáticas, par­ticipando casi de los 51 talleres. Como siempre, par­ticipamos en los talleres vinculados a desocupación, sindicales, anticoncepción y aborto, y violencia insti­tucional y familiar, pero también estuvimos presentes en los menos frecuentados: ecología -llevando los problemas de contaminación en nuestros barrios-, se­guridad -proponiendo la organización barrial como autodefensa-, cultura, juventud, globalización, histo­ria del movimiento de mujeres… El movimiento pi­quetero se involucra en todos los problemas de la so­ciedad y para todos los problemas de la sociedad tiene respuesta. Nuestra voz llevó el mismo hilo con­ductor a cada una de las discusiones: la alternativa obrera y socialista para el conjunto de los problemas sociales y nacionales.


Bordon, Bru, Presentes!


El taller de Derechos Humanos contó con la pre­sencia de las madres de Sebastián Bordón -asesinado por la Policía mendocina-, Bru y otras fa­miliares de las victimas del gatillo fácil. Allí nues­tras compañeras llevaron el programa de la Comi­sión de Derechos Humanos de la ANT, denuncian­do el gatillo fácil y el amparo del gobierno y la Jus­ticia a los asesinos.


Democracia


Por primera vez, mujeres de los grupos feministas acordaron explícitamente con las piqueteras sacar despachos de mayoría y minoría en los talleres y pre­cisar la cantidad de mujeres que adherían a una y otra posición. En la práctica, se vio que la estrategia de consenso era absolutamente antidemocrática y se convertía en la dictadura de la minoría de las mujeres organizadas por la Iglesia frente a la enorme mayoría de mujeres, que repudiaron los actos de violencia de la Iglesia, se pronunciaron por la despenalización del aborto y redamaron la libertad de los presos y presas políticas y el desprocesamiento de los luchadores.


El uniforme no hace al policía


En el taller sobre Inseguridades, Impunidad y Dere­chos vulnerados, las mismas señoras que pedían policía en la calle intentaron impedir que nuestras compañeras entraran al taller, obstruyéndoles físicamente el paso. El resto de las mujeres exigió que en­traran. Acto seguido, pretendieron que se quitaran a gorro del Polo Obrero con el argumento de “yo soy del PJ y no traigo la camiseta”. Nuestras compañeras dijeron que eran del Polo Obrero e iban a seguir identificadas. Las militantes católicas intentaron entonces bloquear el uso de la palabra a las luchadoras. Con el apoyo del resto del taller, nuestras jóvenes compañeras se impusieron denunciando la intervención del aparato policial y el asesinato de los jóvenes en las barriadas, la asociación de la Policía con las agencias de seguridad privada en los secuestros, etc. Apabulladas las católicas, el aparato de la Iglesia mandó un nuevo contingente a ´fortalecer’ el taller "Ustedes todas punteras y actúan como punteras”, denunció con claridad absoluta una compañera, dejando sin pa­labras a las elegantes señoras que habían venido a copar el encuentro directamente desde los countries del Gran Buenos Aires.


Ruth


Ruth, militante del Polo y estudiante secundaria, lle­vó a los talleres de educación la reivindicación de que los centros de estudiantes sean independien­tes de las autoridades escolares y la prohibición de subsidios a la educación privada y confesional. Las mujeres católicas intentaron decir que el tema estaba “fuera de agenda”, pero la mayoría de las docentes presentes en el taller apoyaron el retiro de los fondos para la Iglesia.


Una compañera de la CCC


En uno de los talleres sobre globalización, una compañera de la CCC de La Matanza aprovecho la discusión sobre el doble discurso del gobierno con relación a la deuda externa para dar otro ejemplo: "Nues­tra organización llevó a Kirchner a La Matanza para que presentara los microemprendimientos: él dijo que así volvíamos al trabajo. Efectivamente, nos dieron overlocks y otras máquinas para el taller de costura Pero lograron dividimos, no sólo a los que participe­mos del taller sino a toda la asamblea y a las mismas familias, porque uno tuvo que sacar el monotributo e inscribir a los demás, y así todos perdimos los planes; además, algunos se la creyeron y ahora piensan que son empresarios y nosotros sus obreros. Nosotros mismos le dimos al gobierno la herramienta para alejar la organización’.


Irak


El aparato de la Iglesia llevó a los talares de aborto y concepción te denuncia de que “Kissinger y los paí­ses ricos” intentan engañar a las mujeres pobres pa­ra que tomen anticonceptivos y aborten; de ese mo­do dijeron. "nuestros países tienen menos gente y son más fáciles de dominar”. Una compañera propuso que ya que las católicas sé oponían al imperialismo, se prenunciaran por la salida de los yanquis de Irak y de las tropas argentinas de Haití. La furibunda negativa se expresó a los gritos, gritos de la misma intensidad que recibió la propuesta de exigir la libertad de todas las presas y presos políticos. El taller, sin embargo se pronunció mayoritariamente en los dos sentidos.


Opus Dei


“El Opus Dei se dedicó durante los últimos seis meses a capacitar a las mujeres mendocinas específicamente para este encuentro”, confirma Araceli Pellegrini, trabajadora social y docente que, además, integra el grupo de debate de gé­nero La Grieta, en Mendoza capital. "Qué impor­ta la vida de 500 mujeres, ¿ustedes se imaginan los miles de chicos que morirían si se despena­lizara el aborto?" La brutal afirmación desnudó la hipocresía de las militantes católicas: todo su dis­curso de defensa de la vida se estrelló ante ca­da propuesta de defender la vida de los seres efectivamente vivos. "No me dejó secuelas psi­cológicas abortar, me dejó secuelas psicológicas tener una hermana desaparecida", dijo una mu­jer. "Pero por algo habré desaparecido", retrucó una señora de collar de perlas, en una demos­tración fulminante de los límites de la caridad cristiana.